viernes, 8 de julio de 2016

Empleo: triste realidad / ¿Nuevo o formalizado? / EPN y su "andamiaje"

Carlos Fernández-Vega
Visto desde las alturas del Olimpo presidencial, la cifra sobre generación de empleo formal en el país es buena y la noticia mejor: poco más de 2 millones de plazas –la mayoría permanente– adicionales en el transcurso del gobierno peñanietista (43 meses), con un crecimiento anual promedio de 3.8 por ciento, el doble de la escuálida economía nacional. Así, no sólo igual número de mexicanos se incorporó al mercado laboral, sino que las finanzas del IMSS se avituallaron con 50 mil millones de pesos adicionales.
El encargado de difundir la buena nueva fue el propio inquilino de Los Pinos, no sin resaltar que en esta administración se han generado más empleos que los que nunca antes en el pasado (es de suponer que tan contundente afirmación se refiere a los primeros 43 meses de cada gobierno), del tal suerte que, dijo, es importante contrastar (la cifra) con el pasado para darle justa dimensión y reconocer esta buena noticia.
Eso sí, en la euforia no pudo evitar el comercial, y aseguró que la citada creación de plazas formales es un logro de los factores de la producción, el gobierno y las reformas estructurales, las cuales, dijo inspirado, son el andamiaje, el camino, la autopista por la que el país siga creciendo, mantenga su dinamismo económico y atraiga inversiones productivas.
Y para rematar ilustró al respetable: a estas alturas de la administración se han creado cuatro veces más puestos de trabajo que en el mismo periodo del gobierno de Felipe Calderón, mientras para la gestión de Vicente Fox no sólo no se habían generado sino que se habían perdido 200 mil fuentes de empleo. Por eso, esta es una buena noticia para México que vale la pena valorar y dimensionar en lo que significa (La Jornada, Rosa Elvira Vargas).
Entre los aplaudidores estaba el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida (el mismo que un día sí y el siguiente pospone la resolución sobre el aumento al salario mínimo), para quien las cifras difundidas por Peña Nieto no son un asunto de magia, sino de tener una política pública consistente para rendir cuentas y dar resultados (¡Ole!). Obvio es que no podía faltar el chapitas Eruviel, quien no se cansa de lanzar bombones y rosas al inquilino de Los Pinos.
Qué bueno, pues, que alrededor de 2 millones de mexicanos más encontraron un espacio en el mercado laboral, pero la afirmación de Navarrete Prida es equivocada, porque claro que sí hay magia en todo esto y el truco principal (en el que nadie reparó en el acto oficial) es que en los 43 meses referidos por Peña Nieto la demanda de empleo duplicó la creación de plazas formales, es decir, sólo uno de cada dos paisanos en edad y condición de laborar logró un lugar en la formalidad. El resto, al desempleo, la informalidad o el destierro.
Así es, porque de acuerdo con las propias cifras del inquilino de Los Pinos, las multicitadas 2 millones de plazas sólo alcanzaron para cubrir 48 por ciento de las 4 millones 300 mil demandadas por los mexicanos en el periodo referido. Y eso en el mejor de los casos, es decir, en el supuesto de que efectivamente se trate de nuevas plazas laborales.
Lo anterior, porque si se atiende la promesa de formalizar alrededor de 400 mil plazas informales por año, entonces en los hechos no habría mayor generación de empleo, sino formalización de algunas de las existentes.
Hay que recordar que en octubre de 2012 el inquilino saliente de Los Pinos, Felipe Calderón, y el entrante, Enrique Peña Nieto, pactaron una reforma laboral (cuyo objetivo real sólo fue legalizar el outsourcing, que creció como la humedad), y entre sus gracias comprometía la formalización de 400 mil plazas informales al año.
Si, como afirma Navarrete Prida, la formalización de plazas laborales ha sido rotundamente exitosa, entonces de los 2 millones y pico de empleos presumidos por Peña Nieto alrededor de un millón 433 mil (75 por ciento del total) no serían de nueva creación, sino que simplemente corresponderían al proceso de dicha formalización, y sólo alrededor de medio millón (25 por ciento) serían, esos sí, de nueva creación.
Sin duda el ejercicio puede hacerse al revés: en realidad la formalización fue un rotundo fracaso y nada o muy poco logró (pero el outsourcing crece como la espuma), y en cambio una economía que apenas se mueve (1.9 por ciento de crecimiento como promedio anual) hizo el milagro de generar ese titipuchal de empleos formales, aunque a todas luces insuficientes para atender plenamente la demanda, aunque sin considerar rezagos.
Obvio, pues, que sí hay magia, y de la pinche, y que la política pública referida por el titular del Trabajo no ha dado resultados por el lado de la cantidad ni, especialmente, por el de la calidad, y esto último por la creciente precarización laboral que se observa (recuérdese uno de los motivos del júbilo oficial: en el sexenio no se han registrado huelgas… porque las que se emplazan son declaradas inexistentes o ilegales antes de que estallen, porque la autoridad laboral es perro guardián de los patrones, y porque esta última sólo mantiene relaciones con los sindicatos blancos; de ese tamaño es la paz laboral).
Pero bueno, si la cantidad deja mucho que desear, la calidad es un verdadero desastre en el entendido de que la competitividad de México se ha basado en salarios miserables y cada día menos prestaciones. La estadística del Inegi nos ofrece un panorama sobre el particular:
Del primer trimestre de 2013 a igual periodo de 2016, el número de trabajadores con ingresos hasta de un salario mínimo se incrementó un millón 640 mil; entre uno y dos salarios mínimos un millón 940 mil, y de dos a tres salarios apenas creció 372 mil. En cambio, el correspondiente a entre tres y cinco salarios mínimos se desplomó un millón 520 mil, y el de cinco o más salarios mínimos se redujo 651 mil. Además, 3 millones 200 mexicanos oficialmente reconocidos como trabajadores no reciben salario.
Las rebanadas del pastel
Y en lo inaudito, el jefe del SAT, Aristóteles Núñez, levanta la espada contra las autoridades que no gastan bien el dinero de los contribuyentes, porque cuesta mucho trabajo recaudar los impuestos para que alguien se los robe. También va en contra de los empresarios que no formalizan a sus trabajadores o los registran en el IMSS con un salario mínimo, aunque por fuera les paguen más (La Jornada, Susana González). ¡Zas! Bien, pero dejó un detalle de lado: los nombres de los ladrones públicos y privados, que no son pocos.