Frente a la crisis y
sus remolinos, lo que primero se impone es asumirla y prepararse para
flotar y acercarse a tierra firme. No hay salvación si no se pone la
proa frente al vendaval, lo que sin duda requiere de timoneles avezados y
mandos firmes, a quienes la tripulación deba respeto y, en lo
inmediato, lealtad frente a la adversidad. Así estamos y seguiremos por
un buen tiempo, y es desde esta intuición colectiva y compartida que la
ciudadanía, apenas y a duras penas alcanzada como mayoría de edad, se
pondrá a prueba.