Martín Esparza Flores | 9 julio 2011 | Siempre
Tras los comicios del pasado 3 de julio, la lectura política en el país es clara y no necesita de nigromancias ni bolas de cristal para entender al nuevo escenario político que se abre rumbo al 2012. Por el lado adverso de la moneda, queda tendido el cadáver político de un panismo que como gobierno ha fracasado rotundamente, recibiendo a cambio el mayoritario voto de castigo de la sociedad; por el otro, donde la moneda apunta al triunfo, se encuentra un PRI fortalecido, lleno de euforia pero con grandes compromisos con ese electorado que le hizo volver a su añorado carro completo.
Y si bien la recuperación electoral priísta se debió en buena medida a la acertada elección de sus candidatos, fueron las políticas autoritarias, represivas y erradas del PAN las que terminaron por darle las últimas puntadas a su propia mortaja política.
Un ejemplo de ello, fue el despido de 44 mil trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), tras el decreto emitido por el Ejecutivo el 11 de octubre del 2009, que desapareció de un plumazo a Luz y Fuerza del Centro, sin tomar parecer al Legislativo, en una clara violación a lo establecido en la Carta Magna sobre la facultad exclusiva del Congreso para modificar las leyes y legislar en materia eléctrica.