12 diciembre 2017 | Martín Esparza Flores* | Contralínea

Como un árbol que nació torcido en cuanto a los intereses nacionales se refiere, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) nunca enderezó sus ramas para dar sombra a nuestra economía. Desde un principio, los dados se cargaron a favor de los intereses de las grandes multinacionales estadunidenses y de un reducido grupo de empresarios nacionales que nunca visualizó al acuerdo comercial como detonante del desarrollo interno.