
Las reglas para la elección de los 100
diputados al Constituyente que redactará la primera Constitución de la
Ciudad de México, anularon en el más elemental de los sentidos comunes
la posibilidad de que los ciudadanos puedan acceder a este órgano
colegiado, reservado a los miembros de una partidocracia que desde hace
mucho dejaron de representar el sentir y los reclamos de una sociedad
ansiosa por recuperar la legalidad y el estado de derecho.