Antonio Gershenson
Hay dos ejemplos de hasta qué punto chocan el discurso oficial y la realidad: los aumentos a los precios de la gasolina, y el haber bloqueado, por fuerzas oficiales, los trabajos de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), de revisión de estados financieros y otros informes de Luz y Fuerza del Centro (LFC).
El pretexto de ahora para los continuados aumentos de los precios de la gasolina es que los precios internacionales son más altos que los mexicanos. En primer lugar, no es cierto que eso suceda así, se trata de los precios en Estados Unidos. ¿O es que Venezuela, Argelia u otros países petroleros están fuera del mundo?
En segundo lugar, sí, incluso un escrito en el medio petrolero del país vecino dice que si el petróleo está a 90 dólares el barril y la gasolina a 3 dólares el galón, durante 2011 podrían aumentar esos precios, respectivamente, a 100 y a 4 dólares. Claro, al día siguiente estos precios volvieron a bajar. Pero aun si se cumpliera la mencionada previsión, todos sabemos que si estos preciosinternacionales de la gasolina bajan, en México ni de chiste; mientras sigan en el poder los tecnócratas, no bajarían esos precios ni un centavo. De modo que el discurso no tiene nada que ver con la realidad. Sabemos que han seguido aumentando los precios de la gasolina, suban o bajen los precios en Estados Unidos o donde sea.
Ya hemos señalado que el diesel ha padecido mucho mayores aumentos que la gasolina, y que los daños son aún mayores.
En el otro ejemplo del que hablamos al principio, lo que vimos en La Jornada fue en el sentido de que la ASF no pudo concluir auditorías en LFC porque policías federales que ocupaban el sitio habían saqueado incluso discos duros de computadora con la información. No se trata sólo de ocultar documentos que mostraban que la crisis de LFC tenía otros orígenes y mostraban que no era culpa del sindicato, aunque esta parte sea cierta.
El discurso oficial era en el sentido de que el gobierno extinguió a LFC porque era muy costosa y esas autoridades, muy preocupadas por los fondos que circulaban por ésta, la liquidaron. Es obvio que si ese fuera el caso les interesaría que la ASF lo comprobara con sus auditorías. El tomar medidas para impedir que esta autoridad, que depende de la Cámara de Diputados, consumara su trabajo, saqueando las fuentes de información, muestra todo lo contrario.