Editorial-La Jornada
Según datos difundidos ayer por el Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (Infonacot), cerca de la mitad de los empleados formales que obtienen un crédito tradicional a través de dicho organismo público destinan su préstamo a la adquisición de alimentos, y no de bienes de consumo duradero. El dato pone en relieve una realidad inocultable: que las percepciones salariales en el país no son suficientes para solventar las necesidades básicas en los órdenes material, social y cultural, como lo mandata el artículo 123 de la Constitución, y que muchos asalariados deben recurrir, ante esta circunstancia, al endeudamiento. No es de extrañar que en las circunstancias actuales de carestía e insuficiencia en los ingresos de la población el uso de los plásticos tienda a convertirse en un mecanismo de supervivencia básica para millones de familias mexicanas, e incluso para postergar por un tiempo –no mucho– el deslizamiento hacia la situación de pobreza.