Con bombo y platillo a mediados de noviembre de 2012 el Legislativo
aprobó la denominada reforma
laboral (presentada, oficialmente, por
Felipe Calderón), en el entendido, decían sus promotores, de que las
modificaciones a la Ley Federal del Trabajo no sólo eran justas
, sino que
allanaban el camino para incentivar el desarrollo empresarial, el crecimiento
de la empresas y la generación de empleo
, todo ello sin descuidar las
conquistas laborales y los derechos establecidos en el artículo 123
constitucional
. Aprobada esa reforma
, comprometieron Ejecutivo y Legislativo,
anualmente se generarían no menos de 400 mil empleos formales adicionales, de
tal suerte que, aseguraban, la oferta de puestos de trabajo rebasaría la
demanda, pues más de un millón de nuevas plazas al año estarían disponibles para
los mexicanos, con salarios remuneradores y prestaciones a manos llenas.