Jenaro Villamil - Proceso
MÉXICO, DF (apro).- Algunas de las mentiras más fuertes que nos
contamos para justificar la guerra, el exterminio del otro, son la
religión, la nacionalidad o la pertenencia a una élite, a una clase y ya
ni siquiera a una ideología, una vez que la Guerra Fría terminó
para dar paso a las múltiples guerras de intervención o de “justicia
infinita”, como la inaugurada por George W. Bush contra Afganistán e
Irak, a raíz de los atentados del 11-S de 2001.