Quien no lo quiere ver, piensa que sólo pasa en países lejanos. Salir a la calle a expresarse o cuando otros se expresan ya sea con una cámara, con un celular equipado o con mochila al hombro es, hoy en México, jugarse la libertad y la vida. Claro, en México cualquiera puede expresarse, decir lo que siente, subirlo a internet, comunicarlo públicamente, pero hacerlo no es gratis ni seguro. El derecho a expresarse, manifestarse, informar y ser informado es, a los ojos de la autoridad, una amenaza que es necesario contener, reprimir, encerrar, golpear, denigrar, torturar y, finalmente, banalizar, como les sucedió a Gustavo, Pavel Alejandro y otros reporteros y activistas detenidos el 1 de septiembre de 2013 (y a tantos detenidos en protestas anteriores).
10 noviembre 2013 | Aurelio Morales Posselt* / Carolina Alvarado | Contralínea