Luis Hernández Navarro | Opinión-La Jornada
Un joven maestro carga una enorme pancarta pintada en azul, rojo, negro y rosa. En ella sintetiza su desafío: “Peña. Tú y yo. Mismo día. Misma hora. Mismo lugar. Mismo examen. El que repruebe ¡se va!” Con algunas variantes, el mismo cartel apareció en las calles de 23 estados durante las últimas dos semanas. También en los muros de algunas escuelas. En él se resume el agravio que miles de maestros de todo el país viven. Son profesionistas capacitados, responsables con su trabajo, comprometidos con sus alumnos, dispuestos a ser evaluados, que han sido ofendidos por una incruenta campaña de odio en su contra y por la amenaza de ser despedidos o removidos. Se sienten humillados, traicionados e intimidados.