viernes, 26 de octubre de 2012

Gobernadores del PRD dieron bofetada a millones de votantes al acudir presurosos al llamado de Peña

Guillermo Fabela - Opinión EMET | 26 Octubre 2012
Es muy cuestionable la reunión de los gobernadores del PRD con Enrique Peña Nieto, no sólo porque el Instituto Federal Electoral (IFE) aún no termina su indagatoria sobre las denuncias de fraude electoral, sino porque avalaron un triunfo muy viciado que a partir de ayer no lo será más.
En lo sucesivo, lo que haga o deje de hacer el IFE no tendrá importancia, como tampoco la tendrán las críticas de una fracción de la izquierda -la que actúa con base en principios y es congruente con el proyecto progresista-, al proceso electoral que inauguró la compra masiva de votos como un medio idóneo para hacerse del poder.

Con dicha reunión, el que ganó fue el ex gobernador mexiquense, pues de cualquier forma la oposición de izquierda es la segunda fuerza política, no dejaría de serlo si no se hubiera llevado a cabo el encuentro público, como lo presupone Graco Ramírez, gobernador de Morelos. Se olvidaron de que atrás de la corriente que encabezó Andrés Manuel López Obrador hay cerca de 16 millones de votantes que dieron su voto en favor de un cambio verdadero en la correlación de fuerzas políticas. De ahí que sean muy justificadas las críticas a los mandatarios perredistas, quienes dieron “una bofetada” a esos millones de votantes, al acudir presurosos al llamado de Peña Nieto.           

Más criticable aún es la presencia del jefe de gobierno electo del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, quien alcanzó una victoria sin precedente por el apoyo masivo de los ciudadanos capitalinos, decididamente progresistas por los cuatro costados. Como señaló Gilberto Ensástiga, miembro de la dirección nacional del PRD, los mandatarios estatales tienen una responsabilidad no sólo con el partido, sino con los votantes que les dieron el triunfo, “se deben al partido y están obligados a discutir cuál es la línea política que seguirán con Peña Nieto”.           

En su afán de deslindarse de López Obrador, los gobernadores de Oaxaca, Tabasco, Guerrero, Morelos y el Distrito Federal, tomaron una decisión no sólo equivocada, sino abiertamente contraria a sus propios intereses, pues mientras más se debiliten políticamente, menos posibilidades de negociación tendrán en el futuro. Esto debieran comprenderlo como políticos avezados que se supone deben ser. Sin embargo, se dejaron llevar por su visión de corto plazo, por intereses mezquinos que nos les habrán de redituar nada positivo.           

Si tan siquiera hubieran llegado a la reunión con una serie de condiciones cuyo cumplimiento beneficiara al movimiento progresista, tal vez hubiera tenido alguna justificación. Pero lo hicieron con una actitud incluso servil, como fue el caso por demás obvio del gobernador morelense, quien trató de salir del paso diciendo que lo que se buscó fue privilegiar las coincidencias. “Planteamos una gobernabilidad que afirme la democracia y no la regresión política”, toda vez que “el diálogo es fundamental para construir acuerdos”, según Graco Ramírez.           

Es oportuno señalar que la gobernabilidad democrática no se alcanzará avalando todo lo que haga el grupo en el poder, con una actitud acrítica como la manifestada por los gobernadores perredistas, sino exigiendo pleno respeto a principios de equidad y justicia, los cuales han brillado por su ausencia, con gran énfasis desde hace tres décadas. Por otro lado, los acuerdos no se van a lograr sin que se muestre un sano interés del grupo gobernante en resolver problemas que afectan a la sociedad mayoritaria.           

En todo caso, la reunión de ayer debió haber esperado momentos más propicios, convenientes para la segunda fuerza política nacional, que así como va dejaría de serlo en sólo tres años, al apuntalarse el binomio PRI-PAN, como es el objetivo político básico de la oligarquía. Es increíble que se dejen llevar por el “canto de las sirenas” de más apoyos del gobierno federal mientras mejor se comporten ante Peña Nieto. Tales apoyos no son dádivas gratuitas, sino compromisos con la nación, que serán más respetados en la medida que la segunda fuerza política actúe como tal, no como simples pedigüeños.           

Como segunda fuerza política, la izquierda tiene la obligación de actuar con más congruencia, conforme a lo que esperan los electores de sus representantes. No hay duda que votaron por cambios verdaderos, no por simples sacudidas al polvo acumulado en el sistema por la antidemocracia que lo caracteriza. A eso se prestaron en los años precedentes Los Chuchos y ya vimos como fueron finalmente repudiados.           

Aún es tiempo de que entiendan la importancia de no facilitarle las cosas a la derecha, con un comportamiento errático, incongruente. Es preciso que comprendan que este es el mejor momento para brincar de la segunda a la primera fuerza política, lo que sólo se podrá lograr en la medida que los dirigentes de la izquierda asuman su responsabilidad histórica con visión de futuro, patriotismo y sin sombra de mezquindad.

Fuente: EMET