Astillero | Julio Hernández López
Fiel al estilo de la casa, Felipe Calderón inauguró la polémica Estela de Lu$ por la puerta cronológica trasera. Sabedor de que se preparaban protestas para el domingo en que oficialmente habría de ser puesta en funcionamiento la obra conmemorativa del ya casi olvidado bicentenario de la Independencia, se permitió la licencia de adelantar la ceremonia y pasar el luminoso trago amargo en un típico sabadazo (ironías de calendario angustiado: el monumento nunca tuvo un cumplimiento puntual de los compromisos oficiales; se retrasó 15 meses en estar listo y se apresuró un día en el arranque).
Por lo pronto, ya hay algunas propuestas para rebautizar una de las obras más emblemáticas de lo que ha sido el calderonismo: la Suavicrema, en referencia a la galleta tipo barquillo, de doble relleno cremoso, a cuya cuadriculada conformación se asemeja, sin mayores pretensiones estéticas; o la Estela de Pus o el Museo de la Corrupción, tomando en cuenta las supuraciones de opacidad y abusos que se advierten en el emblemático proceso de asignación, rediseño y construcción de la obra que terminó costando más de mil millones de pesos cuando originalmente se había presupuestado en 350 millones; o el Monumento a las Víctimas de la Guerra de Calderón, considerando la posibilidad de que en las placas de cuarzo pudieran escribirse los nombres de las decenas de miles de personas que han caído en ese contexto (ayer mismo se realizó la primera protesta pública en esa estela, interrumpiendo una desangelada “verbena” organizada por las autoridades, en lo que podría ser otra inauguración, la de ese sitio como muro de lamentaciones y de las mentadas que profieren ciudadanos altamente inconformes con las andanzas del sexenio).
Inauguración a hurtadillas, con artistas convocados para un “ensayo general” que a último minuto se enteraron de que se trataba de la ceremonia formal y con invitados que comenzaron a ser reclutados cinco horas antes. No participó en la “fiesta” inaugural Alonso Lujambio, el secretario de Educación Pública al que le enjaretaron el vergonzoso desorden con tufo de gran corrupción que comenzó la entonces todopoderosa jefa de la oficina de Calderón, Patricia Flores, quien ahora apuesta a la desmemoria colectiva y pretende llegar al Senado por su natal Durango.
Tampoco estuvo Marcelo Ebrard en el arranque oficial de las alumbradas oscuridades calderonistas convertidas en material de importación y tecnología extranjera para celebrar extemporánea- mente nuestra presunta independencia. Entre otros asuntos, el jefe de Gobierno capitalino está concentrado en su proceso de sucesión. Dado que Andrés Manuel López Obrador le cedió el derecho a designar en la capital del país al candidato del PRD o, genéricamente, de las izquierdas, a cambio de la candidatura presidencial, el mencionado Ebrard ha ido jugando sus cartas conforme a las circunstancias, ya haciendo a un lado a Mario Delgado, a quien mantuvo durante largo tiempo como su aparente precandidato favorito, y ahora abriendo paso a su ex procurador, Miguel Ángel Mancera, en quien convergen los beneplácitos de Televisa (a cuyos intereses sirvió con aplicación), de AMLO (que se ha expresado positivamente sólo de este aspirante), de Felipe Calderón (a quien se atribuye incluso el empuje original para que fuera procurador capitalino negociado) y, como es obvio, del marcelismo-camachismo que de manera abierta cataloga la imposición de Mancera como un eslabón de la cadena que considera que llevará a Ebrard a la candidatura presidencial de 2018.
Contra esa pretensión de arreglos cupulares se mantienen algunos aspirantes deseosos de mucho más que encuestas manejables a contentillo de árbitros inapelables. Martí Batres es impulsado por una corriente que considera que el DF debe caminar por la izquierda y que el candidato a la jefatura de Gobierno debe tener experiencias y compromisos sociales que vayan más allá de la procuración de justicia. Gerardo Fernández Noroña ha trabajado en la construcción de su propia candidatura y asegura que seguirá adelante. Y Joel Ortega, con el estigma del News Divine a cuestas, ha denunciado la inequidad del proceso en curso.
En otro nivel, el de los presidenciables, también siguen los claroscuros. Enrique Peña Nieto no ha logrado superar la crisis de sus capacidades diferentes de lectura, pero ayer le hicieron decir con soltura en Chihuahua que la falta de crecimiento económico en que las administraciones panistas han sumido al país ha arrojado a los jóvenes en brazos del narcotráfico. Los panistas, por su parte, han remontado la pretensión de Los Pinos de realizar una maniobra “indicativa” que buscaba reducir desde ahora el número de aspirantes a la candidatura presidencial, presumiblemente sacando de la jugada a Santiago Creel y colocando artificialmente a Ernesto Cordero en un lugar menos atrasado que el que actualmente muestra en relación con Josefina Vázquez Mota.
Mientras tanto, AMLO parece caminar sin oposición firme al frente, pues Peña Nieto está entrampado en tratar de superar sus propias deficiencias y los panistas siguen en su contienda interna. Tal espejismo irá diluyéndose en los próximos días, cuando PRI y PAN multipliquen sus posibilidades mediáticas, sobre todo las televisivas, y cuando los ríos de dinero público y privado, lavado y sin lavar, activen las maquinarias de adulteración electoral. En espera de que sus dos adversarios afinen estrategias, AMLO va dando golpes interesantes, como la develación de nombres de integrantes de lo que sería su gabinete: ayer habló de Javier Jiménez Espriú y Claudia Sheinbaum como cartas para las secretarías de Comunicaciones y Transportes y de Medio Ambiente, respectivamente. En ambos casos hay probado conocimiento de las materias que podrían estar a su cargo y fundadas esperanzas que, de llegar a esas carteras, promoverían cambios sustanciales y actuarían con honestidad y responsabilidad. ¡Hasta mañana, y feliz año a todos!
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada