Autor: Pablo Moctezuma Barragán
Es cierto que la “partidocracia” es la que domina la vida política de México para favorecer los intereses de Estados Unidos y de la oligarquía pro yanqui. En este sistema de partidos –que ha impuesto Washington como “modelo único de democracia”?, las cúpulas tienen el monopolio de la selección de candidatos; son financiadas con el dinero de nuestros impuestos; se ponen al servicio de las grandes corporaciones mayoritariamente extranjeras a cambio del apoyo a sus campañas; colocan los intereses de las mafias y las elites por encima y en contra del interés de nuestra patria.
Al defender los intereses de las corporaciones, pisotean la Constitución y los derechos de los mexicanos, las garantías individuales, los derechos laborales, los derechos de los pueblos indígenas, de la mujer, etcétera. Para imponer sus intereses, han militarizado al país. En este sistema, las decisiones las toman las grandes corporaciones capitalistas y las cúpulas gubernamentales a su servicio, usando los medios de comunicación para desinformar y engañar a la mayoría sobre los verdaderos fines y consecuencias de sus decisiones. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) y sus partidos satélites únicamente operan decisiones que vienen de “arriba”. Los diputados y senadores sólo son levantadedos para aprobar leyes que favorecen a los más poderosos. Nos venden este modelo como “democrático” y lo imponen a sangre y fuego en todo el mundo, cuando en realidad es absolutamente antidemocrático y contrario a los intereses de las mayorías. La crítica a la “partidocracia” y a los partidos tiene un profundo impacto y aceptación en la sociedad mexicana. Las prácticas de corrupción imperantes en la actual clase política provocan un gran rechazo entre la población contra los actuales partidos y los actuales políticos; además, se toma conciencia de la necesidad de controlarlos. Es por esto que Rafael Barajas, el Fisgón, ha propuesto una auditoría nacional a todos los políticos mexicanos para que transparenten sus cuentas.
Al defender los intereses de las corporaciones, pisotean la Constitución y los derechos de los mexicanos, las garantías individuales, los derechos laborales, los derechos de los pueblos indígenas, de la mujer, etcétera. Para imponer sus intereses, han militarizado al país. En este sistema, las decisiones las toman las grandes corporaciones capitalistas y las cúpulas gubernamentales a su servicio, usando los medios de comunicación para desinformar y engañar a la mayoría sobre los verdaderos fines y consecuencias de sus decisiones. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) y sus partidos satélites únicamente operan decisiones que vienen de “arriba”. Los diputados y senadores sólo son levantadedos para aprobar leyes que favorecen a los más poderosos. Nos venden este modelo como “democrático” y lo imponen a sangre y fuego en todo el mundo, cuando en realidad es absolutamente antidemocrático y contrario a los intereses de las mayorías. La crítica a la “partidocracia” y a los partidos tiene un profundo impacto y aceptación en la sociedad mexicana. Las prácticas de corrupción imperantes en la actual clase política provocan un gran rechazo entre la población contra los actuales partidos y los actuales políticos; además, se toma conciencia de la necesidad de controlarlos. Es por esto que Rafael Barajas, el Fisgón, ha propuesto una auditoría nacional a todos los políticos mexicanos para que transparenten sus cuentas.
La democracia significa que el pueblo manda. Una tarea por impulsar en este siglo es desarrollar la verdadera democracia. Es urgente e importante la renovación democrática para que el pueblo tenga el poder de decisión y control del rumbo del país, que sea el elector quien seleccione a los candidatos, financiando el proceso electoral y no a los partidos, realizando campañas equitativas, sin ataques, compra de votos ni anuncios, con tiempos iguales para que todos los candidatos presenten sus propuestas y que los representantes lleguen a desarrollar el proyecto aprobado por los electores, para que manden obedeciendo y en el que exista el mecanismo de revocación de mandato para los que no cumplan.
Gracias a la renovación democrática, el pueblo puede tener el control y ejercer el poder en beneficio del desarrollo de México y el bienestar de la población. Así habrá paz, justicia y dignidad.
Para avanzar hacia nuestro objetivo, primero es preciso salir del hoyo en que nos han metido el PRI y el PAN, porque el actual sistema de partidos en México está encabezado por estos dos. Los medios y los aparatos de propaganda de la oligarquía pro yanqui nos venden la idea que “alternancia” es sinónimo de democracia y que el turnar a dos partidos en el poder es la esencia de ésta. En el modelo político clásico que imponen Estados Unidos y Gran Bretaña, predomina el bipartidismo: demócratas y republicanos, laboristas y conservadores, liberales y conservadores. En México, el gran capital ha impuesto la hegemonía del PRI y el PAN, el PRIAN. Por ello es grave la traición de la cúpula del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ?Chuchos, Camacho y Ebrard?, por su política de alianzas con el reaccionario PAN, en lugar de defender los intereses populares y de nuestro México.
En la lucha actual, la primera tarea es derrotar al PRIAN, que representa la moderna dictadura del capital. El pueblo de México ya no admite un dictador que dure 30 años. Por eso, el imperio estadunidense ha implantado con astucia la alternancia bipartidista. Así, durante 30 años, cinco presidentes y dos partidos (PRI y PAN) han monopolizado el poder, impulsando la misma línea neoliberal que ha sumido al país en la violencia y el caos y puesto nuestras riquezas y trabajo al servicio de las grandes corporaciones, principalmente extranjeras. De modo que cambia todo en apariencia para que nada cambie en realidad y prevalezcan los mismos intereses para enriquecer a las corporaciones a costa del pueblo.
La derrota del PRIAN es el primer paso para la transformación del país. Así como en 1810 había que derrotar al gobierno virreinal; en 1855, a la dictadura de Santa Anna, y en 1910, a la dictadura de Porfirio Díaz; en 2011 debemos organizarnos para derrotar al PRIAN. Esto implica buscar la unión de todo el pueblo por encima de diferencias de edad, género, estilo de vida, ideológicas, religiosas, políticas, superando todas las divisiones que se establecen para evitar el triunfo popular. La unión de un pueblo lo hace invencible y no hay fuerza capaz de detenerlo.
Para lograr la unión del pueblo contra sus enemigos principales en cada coyuntura, hay que hacer política a favor de los intereses generales y los de la nación. En la vida social, todo es político, y lo que se requiere es una política que lleve a la paz, la democracia y la justicia. Los políticos no son únicamente los funcionarios partidistas y gubernamentales, somos todos los mexicanos que luchamos por un proyecto para el país. Así como hay políticos que defienden a las corporaciones y a la oligarquía, hay políticos que defienden los intereses del pueblo, los trabajadores, los pueblos indígenas, las mujeres, los jóvenes y niños. Defender los derechos del pueblo es hacer política.
Existe también un proyecto de reconstrucción nacional, de lucha por los derechos y la soberanía de México; luchar por este proyecto es también hacer política. Lo que es necesario es que la mayoría de la población se involucre activamente en la política, que es una ciencia y un arte con sus leyes específicas que deben operar a favor del pueblo. Ésa es la clave para lograr la transformación de nuestro país y romper con el monopolio del poder que ejerce la clase política.
Para evitar el “empoderamiento” del pueblo, la mafia en el poder propaga el miedo, la autoflagelación, la pasividad, el fatalismo y el apoliticismo. La idea de que la política en general es “sucia” tiene como fin alejar a las mayorías de la participación activa para así seguir manejando el país al antojo de unos cuantos.
México está en gran peligro. La violencia, el caos, el derrumbe económico, el aumento de la criminalidad y el narcotráfico, la creciente intervención estadunidense son producto del dominio neocolonial de Estados Unidos, del predominio de las grandes corporaciones extranjeras y nacionales y del control de la mafia sobre nuestro país. Vivimos momentos muy graves y peligrosos; es la hora de la unión y la movilización del pueblo para superar esta situación; es la hora de que el pueblo haga política y de unir fuerzas contra el PRI y el PAN. Es preciso ubicarlos como el principal obstáculo para la paz y el desarrollo de nuestra patria. Unir todas las fuerzas contra esos partidos que en los últimos 40 años han conducido al país a la dependencia externa, el endeudamiento, la integración económica, política y militar. Ellos son el garante del dominio colonial y de la oligarquía sobre nuestro país.
Luego de derrotar políticamente al PRI y al PAN, quienes deseamos la transformación profunda de México y un movimiento en auge estaremos en condiciones de convocar a un constituyente para elaborar la Constitución del siglo XXI y transformar el modelo económico, político y social para que sirva a los intereses del pueblo y para que se desarrolle la renovación democrática. Quien está en mejores condiciones de garantizar que un triunfo del pueblo lleve a un gobierno de paz y que garantice nuestros derechos es la clase obrera, por ser quien produce y crea la riqueza y tiene condiciones para luchar por los intereses de todo el pueblo y no los de un pequeño grupo de capitalistas.
Hay que tener claro que el principal objetivo es la derrota del PRI y el PAN. Es indudable que la movilización electoral, la derrota electoral de estos partidos, conjuntamente con la movilización social de quienes promueven la Marcha por la Paz y la Justicia ?del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); las luchas de los obreros mineros y electricistas, de los maestros y normalistas, de los pueblos indígenas originarios, de La Otra Campaña; las luchas de los jóvenes y estudiantes, de las mujeres; la causa de pueblos y comunidades contra las mineras extranjeras, contra los tala bosques; la lucha de los ambientalistas, las de los jubilados; las luchas de todas y todos por un México en paz, con desarrollo y bienestar? lograrán este fin.
Es claro que para evitar la unión y organización del pueblo, la oligarquía propicia la pasividad, el rechazo a la política, a todos los políticos, a todos los partidos, pues si el pueblo le da la espalda al campo de la batalla política, los únicos ganadores serán el PRI y el PAN. En la portada de la revista Proceso (1801), se lee “El reclamo del silencio. Cambio radical o boicot electoral”. ¡¿Cómo se va a dar un cambio radical con el gobierno actual?! Es posible sí, con una movilización de millones. ¿Pero si no se puede antes de las elecciones? Entonces el boicot electoral sería el mejor regalo para el PRI y el PAN. Lo que hace falta es derrotarlos políticamente, y hay un movimiento (el Morena) que puede hacerlo.
Cuando se está desarrollando un gran movimiento social y político, como el que encabeza Andrés Manuel López Obrador (el Morena)? estructurando comités en todo el país para impulsar un proyecto de nación que defiende la soberanía y plantea alternativas de un desarrollo nacional independiente, recuperando las áreas estratégicas?, no se le puede equiparar ni meter en el mismo costal que el PRI y el PAN y los diversos partidos que les hacen el juego. Tachar de un plumazo a “todos los partidos” y “todos los políticos” y llamar a la abstención o el boicot es hacerle el juego a la oligarquía pro yanqui y a los intereses que sólo favorecen a las grandes corporaciones. Es claro que, de cara a 2012, los grandes poderes van a impulsar la apatía y el apoliticismo para seguir en el poder.
“A río revuelto, ganancia de pescadores”, dice el viejo refrán. Habrá campañas por la abstención y de rechazo a “todo” para que el estado de cosas siga igual. Los sectores conscientes de México tenemos claro que es necesario desarrollar la unidad de todos los mexicanos. Forjar esta unidad es hoy la tarea urgente y central.
*Politólogo e historiador; vocero del Congreso de la Soberanía y dirigente de Mexteki