
MÉXICO, DF (Proceso).- La nueva Secretaría de Cultura tiene en común
con el fantasma de Canterville la extensa fama y la incertidumbre sobre
su realidad material. Como del fantasma en tiempos idos y en otras
latitudes, de la tal Secretaría se ha hablado mucho los últimos meses,
en tertulias de artistas, páginas editoriales y secciones de arte, en el
mismo Congreso de la Nación, pero nadie ha visto de ella siquiera un
perfil, o al menos la sombra furtiva de un perfil. Mucho menos un
proyecto.
Estos son los nebulosos hechos. La creación de la tal Secretaría fue anunciada por el presidente en su Tercer Informe de Gobierno. Le dedicó un párrafo escueto. Sin descripciones. Sin razones ni metas.
Al día siguiente las secciones de cultura de los diarios se
llenaron de opiniones sobre su inminente formación. Cada creador que
opinó resultó un inventor de la tal Secretaría. Será un alivio para los
artistas. Será un ordenamiento para los sindicatos de la cultura. No le
veo ningún sentido. Es ya un siglo que la esperamos con impaciencia.
Luego llegó Elenita Poniatowska a señalar con su dedo al rey desnudo.
Declaró que lo único seguro es que la Secretaría de Cultura servirá para
subirle el sueldo y los honores a los burócratas del ramo.
Y
entonces el periódico Milenio llamó a un debate serio sobre la tal
Secretaría. Seis sesudos ensayos llegaron a la conclusión de que quién
sabe qué sería, quién sabe quién la quería y quién sabe para qué la
quería.
Lo que causó, o tal vez no causó, que el sindicato del
Instituto Nacional de Antropología e Historia y el sindicato del
Instituto Nacional de Bellas Artes se declararan en pie de guerra contra
de la maldita y espuria Secretaría. Aunque no fue claro el porqué.
Era un milagro que Jean Sartre hubiese disfrutado. Si el filósofo
escribió un libro de 800 páginas sobre el Ser y la Nada, la Nada en
nuestro país estaba disputándole la cifra de líneas ágata sobre el
vacío. Varias publicaciones se unieron al animado debate sobre quién
sabe qué cosas de la inmaterial e inefable Secretaría. Y Radio Educación
y Canal 22 dedicaron varios programas también para debatirlo.
Fue en un noticiario de Radio Educación donde el presidente actual del
Conaculta declaró que posiblemente –posiblemente porque la verdad él
estaba incierto al respecto– podría ser que la Secretaría de Cultura
sirviera para ordenar la burocracia cultural del país. Y dejó en
suspenso por qué una Secretaría ordenaría una burocracia que ha tenido
ya 27 años para ordenarse –después de todo la meta del Conaculta fue
esa: ordenar la burocracia cultural– y sobre todo esto crucial: por qué
la prioridad de una Secretaría de Cultura sería su propia burocracia, y
no la cultura.
Y de pronto, esta semana, la votación de la
misteriosa Secretaría fue subida a la agenda del Congreso. Alarmada, la
Comisión de Cultura llamó a académicos expertos en cultura y al
presidente del Conaculta y a varios artistas sobresalientes, y descubrió
por fin esto: es cierto, nadie sabe de qué va la Secretaría.
Por
ello la Comisión de Cultura pidió una prórroga a la votación. Sus
miembros querían enterarse del plan para la cultura que conlleva la
Secretaría, si es que tal plan existe en un lugar recóndito y secreto.
Por eso resultó asombroso que como reacción a la sensata petición de
prórroga, el presidente del PRI, César Camacho, haya montado en cólera y
haya advertido que “la Secretaría de Cultura es un hecho porque es un
hecho”. Claro, se trató de una exageración retórica que más bien indicó
que antes de que este año acabe los diputados priistas y ecologistas
votarán que se funde, y aunque ellos mismos no conocen nada de la
Secretaría, siendo mayoría en el Congreso y diputados disciplinados a la
línea presidencial, pues se fundará.
En cambio, el secretario de
Educación ofreció la cortesía de hablar de la Secretaría en el pleno
legislativo este viernes. Hoy, jueves, que envío a Proceso este relato
sobre la Nada y sus maromas, sólo estoy cierta de que el secretario
hablará y posiblemente durante la semana entrante se invitará al
Congreso a algunos expertos y otros tantos artistas e intelectuales, y
que luego, digan lo que digan todos los que digan algo, lo dicho: este
diciembre será aprobada su fundación, como ya se decidió mucho antes.
Una disculpa. Olvido un paso importante. Antes de la votación cuyo
resultado ya es seguro, y siguiendo el protocolo del Congreso, se abrirá
un debate, que amenaza con ser fascinante. Se rumora insistentemente,
por ejemplo, que el PRI pondrá en la tribuna a un orador que se
mantendrá en el podio mudo 10 minutos, en homenaje a John Cage. El
Partido Verde pondrá en el podio y junto al micrófono a una elocuente
plantita de cactus otros 10 minutos. El PAN parece que hará algo similar
en apoyo al PRI. Y Morena y el PRD objetarán no en sí a la Secretaría
sino el proceso autoritario con que se impone su fundación.
La
diputada Cristina Gaytán, del PRD y miembro de la Comisión de Cultura,
me advierte que a pesar del avasallamiento su bancada sí se propone
exigir para un futuro próximo un plan para la misteriosa Secretaría. Y
si no hay tal plan, producirlo, mediante el debate con artistas,
intelectuales y empresarios del ramo. “¿De qué sirve crear un cascarón
si está por dentro hueco?”, me pregunta.
Es cierto. Cambiarle el nombre al Conaculta por Secretaría de Cultura y no formular un plan de Cultura tendrá como efecto nada.
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso