México SA-Carlos Fernández-Vega
El triste personaje que en el discurso prometió a los mexicanos, entre tantas otras cosas, no endeudar a sus familias”, procedió exactamente en sentido contrario, y en los hechos no sólo incrementó la deuda pública hasta niveles verdaderamente peligrosos, sino que lo hizo para (¡sorpresa!) pagar intereses de la deuda, de tal suerte que de cada peso de endeudamiento contratado durante su sexenio casi 70 centavos se destinaron a tal fin.
Espléndido balance, en especial cuando se recuerda que en los dorados tiempos de la campaña electoral 2006 el candidato panista al hueso mayor y su aparato propagandístico aseguraban que “hay formas de que México avance sin deudas… ¡Felipe Calderón te dirá cómo!” Nunca lo dijo, desde luego, pero lo que sí hizo, ya como inquilino de Los Pinos, fue incrementar la deuda pública en la friolera de 117 por ciento, al pasar de 2.22 billones de pesos en diciembre de 2006 a 5.07 billones al cierre de 2011, sin incluir los pasivos avalados por el gobierno federal, que a esa fecha sumaban 602 mil 248 millones de pesos (incluye el “rescate” carretero).
Con el susodicho en la residencia oficial, la deuda pública creció a un ritmo anual promedio de casi 17 por ciento, mientras la economía lo hizo con una tasa anual promedio de 1.5 por ciento (hasta 2011). Así, el saldo del débito avanzó a un ritmo más de diez veces superior al de la economía, y la Auditoría Superior de la Federación documentó por qué 69 por ciento de la nueva deuda contratada se destinó a pagar los intereses de la propia deuda pública, lo que resulta extraño al recordar que tanto Carlos Salinas de Gortari (en 1990) como Vicente Fox (en 2004) decretaron que el de la deuda pública “es un problema superado”.
La propia Auditoría Superior de la Federación también documentó que sólo en 2011 “el gobierno federal destinó un total de 240 mil 537.6 millones de pesos para cubrir el costo financiero de la deuda, equivalente a 73.5 por ciento de los recursos que obtuvo por endeudamiento neto de 327 mil 302.3 millones de pesos, lo que significa que los recursos que se obtienen de la deuda se aplican al pago de los intereses y no para amortización de capital, por lo que la deuda continúa en aumento”.
Ese mismo año, detalla la ASF, el déficit presupuestario del gobierno federal (362 mil 122.2 millones de pesos) se cubrió con el endeudamiento neto (327 mil 302.3 millones) y parte de los ingresos ordinarios excedentes del sector público presupuestario, que ascendieron a 215 mil 738.5 millones. Así, el endeudamiento se destinó al pago de los intereses de la deuda, con lo que se desvió a fines totalmente distintos a los establecidos por la ley, que no son otros que la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos, y fomenten el crecimiento y el desarrollo económico y social del país.
Y la ASF no deja dudas: el artículo 73, fracción VIII, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos, salvo los que se realicen con propósitos de regulación monetaria, las operaciones de conversión y los que se contraten durante alguna emergencia declarada por el presidente de la República en los términos del artículo 29”.
Al 31 de diciembre de 2011, apunta la ASF, la deuda pública bruta del sector público federal representó 35.3 por ciento del producto interno bruto (casi 13 puntos porcentuales más que al inicio del sexenio), que sumados a la deuda “contingente” de la Comisión Federal de Electricidad (más de 478 mil millones de pesos) y al pasivo del IPAB (heredero del Fobaproa) por 794 mil 307 millones, tal deuda alcanzó un monto total de 6 billones 348 mil millones, equivalente a 44 por ciento del PIB.
Y en el análisis no podía faltar Petróleos Mexicanos. Documenta la ASF que la deuda pública interna y externa de Pemex pasó de 363 mil 561.6 millones de pesos de diciembre de 2006 a 743 mil 25.4 millones en el mismo mes de 2011, o lo que es lo mismo, un crecimiento de 104 por ciento en el sexenio de quien, en campaña, prometió que México avanzaría sin deuda. Lo mismo para la “empresa de clase mundial”, la Comisión Federal de Electricidad: el saldo de su endeudamiento pasó de casi 330 mil millones de pesos en diciembre de 2006, a cerca de 478 mil millones en igual mes de 2011, es decir, un incremento de 45 por ciento.
Sobre el “rescate” bancario que implementó el gobierno de Zedillo en 1995, la ASF señala que el comportamiento de la deuda del IPAB (heredero del Fobaproa) “muestra que en la medida en que la economía ha ido creciendo, la deuda del IPAB ha ido perdiendo importancia relativa, ya que de 2006 a 2011 la deuda disminuyó 2.9 por ciento real a valores constantes de 2011; sin embargo, el pago del principal continúa sin amortizarse; en 2006 la deuda neta del IPAB ascendía a 714 mil 541 millones de pesos, lo que representaba 6.9 por ciento del PIB de ese año, mientras para 2011 ascendía a 794 mil 307 millones y representaba 5.5 por ciento del PIB”.
Lo anterior quiere decir que a pesar de la millonada que año tras año se destina a tapar el tremendo boquete heredado por el Fobaproa, este débito se ha “reducido” a razón anual de 0.0875 por ciento, de tal suerte que a ese ritmo faltan otros mil 127 años para que el “rescate bancario se pague en su totalidad. Entonces, ¡ánimo, mexicanos pagadores!, que para eso sirven las generaciones futuras.
Y para redondear el panorama, allí está la llamada deuda subnacional (estados y municipios), que bien a bien nadie sabe a cuánto asciende, porque todos los días brotan adeudos no relacionados, créditos de última hora que no se documentaron, pero destinados al año de Hidalgo, y demás gracias de los señores gobernadores y los presidentes municipales. Sin embargo, para efectos oficiales la Auditoría Superior de la Federación reconoce un saldo de 390 mil 777.5 millones de pesos al cierre de diciembre de 2011, o lo que es lo mismo, 144 por ciento de incremento respecto al último mes de 2006, más lo que se acumule en la semana.
Las rebanadas del pastel
Si se suman todos los adeudos y se consideran los aún no reconocidos, los mexicanos pueden presumir orgullosamente de que quien sabía cómo hacer las cosas sin endeudarse heredó un terrorífico saldo cercano a los 7 billones de pesos… de deuda pública, cerca de 50 por ciento del PIB. Entonces, ¡cuidado! generosos señores de Harvard, porque si lo dejan, a quien dieron refugio político también les reventará financieramente su universidad.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada