Carlos Fernández-Vega | Periodico La Jornada - Opinion - México SA | Lunes 23 de Enero 2012
Allá por mediados de noviembre pasado, el orondo secretario de Agricultura, Francisco Javier Mayorga Castañeda, presumía:
no creo que el país esté en riesgo de hambruna, porque en otras zonas la producción ha sido igual o mejor. Lo anterior, dijo,
luego de la situación de sequía más extrema que se ha registrado a lo largo de la historia. Bien, tres meses después la sequía se muestra en su más cruda realidad y el hambre avanza en esta República de discursos.
A estas alturas, alrededor de 25 por ciento de los mexicanos padecen
incapacidad de alimentarse adecuadamente, como eufemísticamente en los círculos oficiales llaman al hambre. Uno de cada cuatro habitantes de este país se encuentra en tan dramática circunstancia, con ganas de que la proporción aumente, pero
México no está en riesgo de hambruna, de acuerdo con la puntual declaración del citado funcionario. Con el campo en el olvido y la sequía a todo lo que da, difícilmente es defendible la tesis oficial.
Cuando menos 28 millones de mexicanos no cuentan con recursos para alimentarse, pero
no hay riesgo de hambruna. Lo anterior, con todo y que las políticas públicas “toman una realidad bastante distinta a la que los médicos recomiendan; a pesar de tener medidas irrisorias, la pobreza alimentaria va en aumento. Como bien señala el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tec de Monterrey, campus estado de México,
la insensibilidad manifiesta de los diversos gobiernos para atender eficazmente los problemas que aquejan a la nación refleja hasta qué punto la clase política se ha desvinculado de las necesidades sociales, aún de las más básicas. No obstante, también es relevante plantear que la propia sociedad ha dejado de interesarse en sí misma, la búsqueda del progreso individual ha terminado por sustituir a la solidaridad que debería normar parte de las acciones ciudadanas, dentro de las cuales se encuentra evaluar objetivamente los resultados que el sector público obtiene mediante su política económica. Negar la realidad sólo conduce al inmovilismo, al letargo y estancamiento.
La pobreza alimentaria sintetiza la incapacidad de poder comprar los bienes mínimos necesarios para subsistir y salir de las condiciones de marginalidad, ello a pesar de que las líneas para medir dicha situación son bastante cuestionables, apunta el CIEN.
El país no cuenta con la capacidad de atender los requerimientos de alimentación de su población. Si se considera la producción nacional de los principales bienes comestibles, es claro que incluso suponiendo que no hay merma, exportación o que no se utilizan para otros fines más que para la alimentación, el total de la generación de alimento promedio por persona en México es insuficiente para una alimentación adecuada. La dependencia respecto de la importación de alimentos ha implicado que México tenga que pagar mayores precios, debido a la alta volatilidad de los mercados internacionales. Además, el hecho de que el precio de los alimentos se haya integrado a los mercados bursátiles, con elevada especulación, también ha impactado negativamente sobre la capacidad de compra de las personas.
Un punto impactante es que a pesar de que son irrisorias las medidas para determinar el grado de depauperación, la pobreza alimentaria va en aumento, y ya llega a 28 millones de mexicanos.
La razón de lo anterior está en los salarios, mas de 6 millones de mexicanos ganan cuando mucho un salario mínimo, es decir 59 pesos al día como promedio nacional en 2011. Con ello no se puede mantener a una familia que en promedio tiene cuatro integrantes; 10.6 millones de personas ocupadas ganan entre uno y dos salarios mínimos y 9.9 millones más entre dos y tres salarios mínimos. Lo anterior implica que más de 26.5 millones de personas perciben cuando mucho tres salarios mínimos. Si se recuerda el salario mínimo actual es la tercera parte de lo que constituía en la década de los años setenta, entonces puede observarse que la mayor parte de los 26.5 millones de personas que como máximo perciben tres salarios mínimos en realidad tienen un poder adquisitivo inferior al de hace cuatro décadas. Además es una cantidad muy similar a la cantidad de personas en pobreza alimentaria.
El problema de la demanda en la parte de la alimentación se relaciona con un mercado laboral que paga mal y ante lo cual la política económica no puede hacer mucho, básicamente porque las empresas son las encargadas de distribuir la riqueza que generan en forma de remuneraciones y prestaciones. No obstante, cuando se tiene un entorno de inseguridad, de bajo crecimiento económico, de elevación de impuestos sobre la renta y de costos a la producción, se entorpece dicho proceso, situación muy delicada cuando ello ha perdurado por casi tres décadas.
La pobreza y la falta de alimentación constituyen el desequilibrio fundamental en la sociedad mexicana, la cual se traduce en los severos problemas sociales que afectan a la nación. Evidentemente que al reconocer esto debería ser claro e imperante que las estrategias de la política económica oficial, las de los partidos políticos de oposición, de las organizaciones civiles y empresariales deberían converger hacia la atención de dicho desafío.
El hecho de que un creciente número de mexicanos no tenga para comer se encuentra asociado a la existencia de un sistema agrario y ganadero que en tres décadas no ha logrado avanzar de manera significativa, algo que pone en tela de juicio no únicamente la política económica gubernamental implementada en 30 años, sino que refleja la ausencia de una política social exitosa para cumplir con una de las necesidades más básicas de cualquier ser humano: alimentarse.
¿Qué tan grave es el problema?, reflexiona el CIEN. Pues bien, si se toman las cifras de producción nacional, debe iniciarse con el ejemplo más representativo, el maíz para consumo humano, del cual depende la elaboración del alimento fundamental en la dieta nacional, la tortilla. Año tras año se incrementa la importación de este grano. Pero, lo mejor del caso,
no hay riesgo de hambruna, según la versión oficial.
Las rebanadas del pastel
En síntesis, el problema de la alimentación no es únicamente por falta de capacidad de consumo, es decir, por el limitado cuan decreciente ingreso económico que reciben los mexicanos, sino porque la nación no es autosuficiente en lo más básico para el sustento de cualquier ser humano, con lo que ha construido una bomba social de mecha cada día más corta.