Verdaderos héroes infantiles son los cientos de miles de niños que se ven forzados a trabajar para ayudar a sus padres, cuando los tienen, en la manutención del hogar. De manera particular cabe destacar a los niños que laboran en minas, exponiendo su salud y arriesgando sus vidas por un mísero salario
martes, 12 de julio de 2011 | revista emet
Es tan grave la crisis estructural del país, que un triunfo como el obtenido por la selección juvenil de futbol, la Sub-17, es motivo de festejo nacional, como si de tal victoria dependiera el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos. En el colmo de la cursilería, a los jugadores se les considera nada menos que “niños héroes”, pero lo que más llama la atención es que Felipe Calderón los pone de ejemplo a seguir, por su “valentía y coraje”. Sin duda es significativo que los muchachos futbolistas hayan logrado el campeonato mundial de su división, sin embargo no pasa de ser un triunfo deportivo sin mayor trascendencia.
Es oportuno referirse al marcado contraste entre los verdaderos “niños héroes” que hay en el país con los deportistas a los que tanto gusta encomiar Calderón, con el avieso propósito de contribuir a mediatizar aún más a la ciudadanía. Verdaderos héroes infantiles son los cientos de miles de niños que se ven forzados a trabajar para ayudar a sus padres, cuando los tienen, en la manutención del hogar. De manera particular cabe destacar a los niños que laboran en minas, exponiendo su salud y arriesgando sus vidas por un mísero salario. Estos, por supuesto, no existen para la elite burocrática que despacha en Los Pinos.
Cada día que pasa son más los niños que se ven obligados a dejar la escuela para incorporarse al mercado laboral en calidad de asalariados sin ningún derecho ni prestación. Se sabe que existen cuando ocurre algún accidente en el que se ven involucrados, como sucedió en los pozos mineros de Sabinas, Coahuila, donde dos niños sufrieron graves heridas y uno de ellos la amputación de un brazo. En tareas agrícolas también se ven miles de niños exponiendo su integridad física, sobre todo en el noroeste del país y en Chiapas y Veracruz.
Niños héroes son los que se enfrentan en total indefensión a patrones que los explotan de manera inmisericorde, y cuando ya no les sirven los lanzan a la calle a engrosar las filas de adolescentes “ninis” que luego, si es que tienen suerte, son enrolados en los ejércitos del crimen organizado, como ha sido posible documentar gracias a detenciones involuntarias. Qué satisfactorio que haya deportistas con deseos de triunfar, pero que ruin que haya millones de jóvenes que subsisten en el anonimato sin ningún futuro, sin haber podido conocer ellos mismos sus capacidades y aficiones por carecer de una mínima oportunidad.
Verdaderos ejemplos de coraje y grandeza de espíritu son esos niños que luchan cotidianamente contra la adversidad y no caen en la degradación. Los hay por miles pero nadie los toma en cuenta porque se les mira como objetos inútiles, casi pordioseros a quienes se tiene que soportar a regañadientes por su miseria y apariencia zarrapastrosa. Para Calderón son prácticamente inexistentes, al igual que lo fueron los cuarenta y nueve bebés que murieron quemados en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y lo siguen siendo los decenas más que quedaron muy lastimados y heridos.
Es verdaderamente patético que otro ejemplo de “héroe” para Calderón sea el junior corredor de autos Fórmula Uno, Sergio Pérez, a quien no cesa de lisonjear y poner de paradigma. Es obvio que sólo unos pocos cientos de jóvenes en el país podrían aspirar a convertirse en conductores de esa categoría y emular al “Checo” que tanto admira Calderón, quizá porque él hubiera querido ser un junior cuya vida pasara en las pistas de carreras y ser admirado por muchachas que no tienen más aspiraciones que conquistar deportistas famosos.
Por otro lado, el triunfo de los muchachos de la “Sub-17” le vino a Calderón de perlas, pues por un tiempo pasará a segundo plano el escándalo de Elba Esther Gordillo y Miguel Ángel Yunes, así como las terribles matanzas, cada vez más sangrientas, que ocurren a diario en diferentes partes del país, no todas atribuibles al crimen organizado. Sin embargo, a pesar de la notable victoria de los muchachos futbolistas, la población de las localidades donde se escenifican balaceras que duran horas, no deja de atemorizarse por tanta sevicia y crueldad que dejan esos trágicos encuentros entre sicarios y fuerzas federales.
Desafortunadamente para Calderón, la algarabía de dicho triunfo deportivo no durará el resto del sexenio, sino que así como están las cosas en el país, el entusiasmo finalizará muy pronto. Y lo más lamentable para él es que no se vislumbran otras competencias deportivas donde mexicanos puedan brillar, a grado tal que Calderón se pudiera montar en esos triunfos como si fueran propios. No le queda otra opción que gastar miles de millones de pesos en propaganda engañosa y burda que también cada vez más pierde su eficacia por ser tan reiterativa. ¿Quién se va a creer que el gobierno de México está ganando la batalla contra las bandas criminales cuando es evidente que cada día son más poderosas? ¿Tiene algún caso afirmar que las reservas internacionales están en un nivel récord cuando cada mes suben los precios de las gasolinas?