
¿Les he contado una de mis grandes
pesadillas? Seguro que sí. Pero, creo que es bueno (mi psicólogo me lo
pide encarecidamente) que la cuente. No se inquieten: es sólo una
pesadilla. Aunque la realidad en ocasiones te recuerda a las pesadillas.
¿Incertidumbre? Pero, ¿realmente creen que la incertidumbre actual es
nueva? Llevamos 7 años viviendo con incertidumbre
José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citigroup en España
Marcos Chávez M* | Contralinea
A principios de junio pasado, Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (BM), dijo: “las naciones en desarrollo fueron un motor del crecimiento luego de la crisis financiera, pero ahora enfrentan un entorno económico más difícil”. Con el esperado despegue de las tasas de interés estadunidenses, los costos del endeudamiento aumentarán para las economías emergentes y en desarrollo en los próximos meses.
A principios de junio pasado, Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (BM), dijo: “las naciones en desarrollo fueron un motor del crecimiento luego de la crisis financiera, pero ahora enfrentan un entorno económico más difícil”. Con el esperado despegue de las tasas de interés estadunidenses, los costos del endeudamiento aumentarán para las economías emergentes y en desarrollo en los próximos meses.
En su informe sobre las Perspectivas económicas mundiales,
de ese mismo mes, el BM agregó que, además, los países señalados
tendrán que enfrentar el desplome de la demanda de las materias primas
clave, como son los productos agrícolas, los alimentos (los cereales
como el trigo, el maíz, el arroz), los metales y minerales básicos,
cuyos precios, en mayo de 2015, se ubicaron en su nivel más bajo en 5
años.
Entre esos productos destaca el desplome
de la cotización del petróleo (determinada por la media aritmética de
los crudos Brent, Dubai y West Texas Intermediate). Según las
estimaciones de las Perspectivas de los mercados de productos básicos (Commodity
markets outlook) del BM, se ubicaría en los 53 dólares por barril, en
promedio, al cierre del año en curso; en 65 dólares en 2020 y en 83
dólares en 2025. Este último precio es 25.37 dólares menor que su nivel
histórico nominal registrado en junio de 2014, cuando fue de 108.37
dólares por barril; es 23 por ciento más bajo.
La permanencia del desequilibrio entre la oferta y la demanda petrolera justifica la debilidad de las cotizaciones.
Según la Agencia Internacional de
Energía, a mediados de 2015 la demanda de crudo ha crecido por encima de
lo previsto al comienzo del año: 1.7 millones de barriles diarios
(mbd), contra 1 mbd, el ritmo considerado como el “más alto en 4 años”.
En 2014 había aumentado en 700 mil barriles diarios. La oferta, empero,
se elevó en 3.1 mbd en el mismo periodo, lo que arroja un excedente de
1.4 mbd. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), no
obstante, estima el exceso de oferta en casi 3 mbd y se debe
principalmente a la expansión de la producción en Estados Unidos, Irak,
Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Angola.
De cumplirse la profecía del BM, y existen diversas razones que fundamentan su prospectiva, el futuro de las naciones petrodependientes,
como México, de la OPEP, entre ellos los del Golfo Pérsico o Rusia, por
citar algunos, se ensombrecerá aún más que cuando Arabia Saudita inició
la guerra de precios, en 2014, en contra de las empresas del esquisto (shale oil)
estadunidense, en la defensa de su participación del mercado petrolero,
y como parte de su reposicionamiento geopolítico en Oriente Medio. Será
una guerra de resistencia, en la cual desaparecerán un gran
número de pequeñas firmas productoras de petróleo y gas no convencional,
debido a sus altos costos de producción y sus altos niveles de
apalancamiento. El alza de los réditos acelerará su quiebra.
Actualmente, incluso las grandes
corporaciones del ramo, como son la Chevron, Exxon o la British
Petroleum, entre otras, registran caídas significativas de sus
ganancias, lo que las ha orillado a despedir a miles de empleados y a
reducir sus niveles de inversión. Esto también provocó el fracaso de la
Ronda Cero, reprivatizadora del petróleo mexicano, para desconsuelo del
peñismo, que apostó en esos flujos de inversión la reactivación del
crecimiento económico de México durante la segunda mitad de su mandato.
Graves pérdidas fiscales, el deterioro en
las cuentas externas, dificultades en el acceso al financiamiento
internacional una vez que concluya el periodo del acceso al crédito
barato, obstáculos al crecimiento económico son algunos de los problemas
que resentirán esas naciones atrasadas, dependientes de las
exportaciones de materias primas.

El cuadro internacional delineado es, de suyo, complicado.
Al mismo se le ha agregado otro, que lo ensombrece aún más: el factor “chino”.
De acuerdo con las estadísticas del Fondo
Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, entre
1978 y 2010 China creció a una tasa sostenida media real anual de 9.8
por ciento, ritmo inusitado para cualquier economía capitalista, tanto
en su nivel como en su periodo de duración.
Cuantitativamente, lo anterior permitió a
China alcanzar un valor de la producción, medido en dólares, a valores
de paridad de poder adquisitivo (PPA), que en 2014 superó al de Estados
Unidos, la nación hegemónica del sistema-mundo capitalista. Aquel
representa el 16.3 del producto interno bruto (PIB) mundial y éste el
16.1 por ciento. Tasado en dólares corrientes, empero, el PIB del país
oriental es menor y equivale a 13 por ciento, contra el 23 por ciento
del estadunidense. Aun así, con la segunda medición, el valor del
producto chino suma el total de Francia, Japón y el Reino Unido juntos, y
supera en 2.6 veces al de Alemania.
Esa dinámica avasalladora contribuyó a
que China se convirtiera en la primera nación exportadora del mundo: 2.3
billones de dólares en 2014, el 13.7 por ciento del total mundial. Ese
año, Estados Unidos, que había sido el país más importante durante la
mayor parte de la posguerra, vendió bienes por 1.6 billones de dólares,
el 9.5 por ciento del total mundial. Del lado de las importaciones,
China ocupó el segundo lugar (2 billones de dólares, el 11 por ciento
del total), detrás de Estados Unidos, cuyas compras foráneas ascendieron
a 2.4 billones, el 14 por ciento del total.
La dinámica china contribuyó a compensar
la recesión económica, a la contracción de los flujos comerciales y a la
débil recuperación de éstas que siguió al colapso sistémico de
2007-2009, fenómenos que se concentraron en Estados Unidos, Canadá,
Japón y, fundamentalmente, en la Unión Europea y la eurozona. La demanda
voraz china de materias primas benefició, sobre todo, al Sur de América
Latina, el Lejano Oriente y parte de África.
No obstante, su ciclo expansivo tendió a
debilitarse sensiblemente desde 2010, cuando creció 10.4 por ciento, y
en 2015 posiblemente se ubique por debajo de 7 por ciento, un 35 por
ciento menos con relación a aquel año. Algunos analistas estiman que la
tasa del presente año sea sustancialmente menor (3-4 por ciento, dada
las dudas existentes sobre las mediciones oficiales), lo que podría
explicar la importante caída de su comercio exterior.
En 2009, el valor de sus exportaciones
creció nominalmente en 31 por ciento, y de sus importaciones en 39 por
ciento. En 2014 bajó a 6 por ciento y 0.5 por ciento, respectivamente.
Para julio de 2015 sus ventas externas interanuales decrecieron 8 por
ciento; las acumuladas 0.8 por ciento en enero-julio. En esos periodos
las importaciones se contrajeron 8 por ciento y 15 por ciento.
Con esa tendencia, es natural observar el
debilitamiento del comercio mundial desde 2010. En 2014 prácticamente
se paralizó (tasa de 0.3 por ciento) y en enero-julio de 2015 declinó 12
por ciento.
Los datos anteriores reflejan la
desaceleración de la economía del comercio chino y la caída de la
demanda y de los precios de las materias primas. Pero también la
revaluación del dólar estadunidense, registrada desde 2014, a raíz del
temor provocado por el alza en la tasa de referencia de la Reserva
Federal, que ha generado una guerra de divisas, la devaluación (de los
pesos mexicano, argentino, chileno y colombiano, del real brasileño,
entre otras de América Latina) y revaluación de al menos una veintena de
monedas frente a la divisa estadunidense agobiadas por la especulación y
la salida de capitales, así como la caída de una cantidad similar de
mercados bursátiles y de dinero internacionales.

La devaluación del yuan ante el dólar
estadunidense, como parte de la estrategia del gobierno chino para
tratar de reanimar sus exportaciones, luego de los pobres resultados
alcanzados por tratar de compensar su declinación con la expansión del
consumo interno, el desplome de las bolsas Shanghái y Shenzhen, y el
pánico ante una crisis inmobiliaria de esa nación son otras oscuras pinceladas en el escenario internacional.
Países como Brasil, Argentina o Chile,
que buscaron reducir su dependencia ante Estados Unidos y evadir la
crisis sistémica de 2007-2009, ahora padecen, además de las otras
variables adversas señaladas, la ampliación de sus relaciones con el
país asiático, caracterizada por su intercambio desigual, su
“reprimarización” exportadora (exportaciones de soya, cárnicos, cobre,
petróleo) a cambio de productos industriales.
Brasil entró en recesión en la primera
mitad de 2015 y se espera que decrezca 2.1 por ciento en el año,
situación que podría extenderse a 2016. Su inversión cayó 8.1 por
ciento. Ha perdido 345 mil empleos y la tasa de desempleo se elevó por
séptimo mes consecutivo para ubicarse en 7.5 por ciento. Su déficit
fiscal se amplió a 8.8 por ciento del PIB. La inflación de 9.6 por
ciento duplica la meta oficial. La tasa de interés de referencia del
banco central está en su mayor nivel en 9 años (14.25 por ciento, y el
real se ha devaluado un 25 por ciento frente al dólar en lo que va del
año.
La ortodoxia monetaria (altos réditos) y
fiscal (altos réditos y recorte en el gasto público, 21.7 mil millones
de dólares a principios de año y 2.7 mil millones de dólares en julio),
aplicada por Dilma Rousseff, agravarán el desplome brasileño. En 2010
había crecido 7.6 por ciento. En 2014 se estancó (0.1 por ciento). En
2016 se espera una modesta mejoría de 1.1 por ciento, según datos de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el BM.
Argentina, que entre 2004 y 2011 había
crecido a una tasa media anual del orden del 7 por ciento, en 2014 se
desplomó a 0.1 por ciento y este año lo hará en 0.7 por ciento.
Venezuela registrará una recesión de 5.5 por ciento. Chile se expandió
5.8 por ciento en 2011 y este año cerrará en 2.5 por ciento.
Las expectativas de México han sido
recortadas por los organismos internacionales señalados. La Cepal redujo
la meta de crecimiento de 3 por ciento a 2.4 por ciento para 2015. El
BM proyecta una tasa de 2.6 por ciento para ese año, y otras de 3.2 por
ciento y 3.5 por ciento para 2016 y 2017.
Con sus reformas estructurales, los
peñistas esperaban alcanzar tasas de 3.7 por ciento, 4.9 por ciento y
5.2 por ciento para los años de referencia, casi la mitad estimada por
la Cepal y el BM.
Globalmente, México compartirá el destino
de América Latina y el Caribe. Como región, apenas disfrutaron el
llamado “rebote técnico” de 2010 y 2011 (el PIB creció 6.2 por ciento y
4.7 por ciento) que siguió al desplome de 2009 (-1.2 por ciento), el
cual algunos analistas bienintencionados lo calificaron como una
reactivación y el inicio de un ciclo de recuperación, y otros dijeron
que simplemente estábamos en presencia del “rebote de un gato muerto”:
un gato muerto rebota al caer contra el suelo, si cae desde la
suficiente altura. En el caso de México ya ni siquiera rebota, o apenas
lo hace, si se considera que en 2011 países como Colombia, Argentina o
Ecuador crecieron a tasas de 11 por ciento, 8.4 por ciento y 7.9 por
ciento. La de México fue de 3.9 por ciento.
A partir de 2010 la región tendió a
desacelerarse significativamente y en 2014 creció apenas en 1.1 por
ciento. En 2015 lo hará en 0.4-0.5 por ciento. En 2016 y 2017 se espera
una modesta mejoría de 2 por ciento y 2.8 por ciento.
En una perspectiva más amplia, a la
economía mundial no le espera una situación más halagadora, pese a los
esperanzadores comentarios de los voceros de los organismos
internacionales, los cuales a menudo se caracterizan por lo errado de
sus pronósticos.
El crecimiento mundial tampoco ha logrado
superar la recesión de 2009 (-2.1 por ciento). El mejor desempeño
correspondió a 2011 (3.1 por ciento). En 2015 se estima que sea de 2.8
por ciento y en 2016 y 2017 de 3.3 por ciento y 3.2 por ciento. Ninguna
de esas variaciones es digna de alabarse y esperar que se recupere la
mediocre expansión internacional previa al colapso sistémico.
En 2010-2017 la tasa media anual será de
2.8 por ciento. En 2001-2007 fue de 3.2 por ciento. Entre 2001 y 2006
había mejorado de 2.1 por ciento a 4.6 por ciento. Todas esa variaciones
se encuentran lejos del promedio de 1960-1980 (4.6 por ciento), antes
de que se liberaran los mercados como hicieron los neoliberales.

Desde luego, la mediocridad de 2010-2017
no se deberá a los países de altos ingresos, cuyo crecimiento medio real
anual será de sólo 2.1 por ciento. Mucho menos a los de la eurozona,
que se hundió en una deflación entre 2012 y 2014 (media anual de -0.1
por ciento). En 2010-2017 su tasa será del orden de 0.9 por ciento. Nada
digno de recordarse. Tampoco en Estados Unidos, Japón o el Reino Unido,
cuyas tasas medias serán de 2.5 por ciento, 1.2 y 2.1 por ciento.
El endeble desempeño mundial evidencia,
asimismo, que las políticas públicas instrumentadas por los países
desarrollados para tratar de superar el colapso financiero y productivo
han sido inútiles.
El supuesto keynesianismo fiscal, rápidamente sustituido por la ortodoxia monetarista, no consolidó la reactivación.
La política monetaria de tasas nominales
de referencia casi cero por ciento de los bancos centrales, negativas si
se descuenta la inflación, tampoco sirvieron de gran cosa.
Los gastos presupuestados para rescatar a
los sistemas financieros, limpiarles las toneladas de papeles basuras
con que se habían atascado e inyectarles liquidez, y el dinero casi
regalado de los banqueros centrales, empero, sí cumplieron su objetivo: patear
la crisis hacia delante, generando nuevos burbujas especulativas. Así
sucede desde la década de 1980 (con la quiebra de las cajas de ahorro
estadunidense y el derrumbe de Wall Street, en 1987). Y ocurrirá lo
mismo en el futuro, mientras no se eliminen los fundamentos del
neoliberalismo global: la desregulación financiera interna, la apertura
externa de los mercados y su integración mundial.

Los antaño orondos países industrializados dejaron de ser el motor del crecimiento internacional.
En cierta medida, su lugar fue
parcialmente subsanado por países como Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica. Sin embargo, sólo la India muestra una dinámica aceptable.
Brasil y Rusia respiran un ambiente recesivo. África del Sur se expande
en poco más de 2 por ciento y China declina sensiblemente.
México apostó su futuro al neocoloniaje ante Estados Unidos. Pero la nación hegemónica difícilmente podrá arrastrar al fardo de la economía mexicana. Con trabajos, se espera que promedie un ritmo de 2.6 por ciento entre 2015 y 2017.
El panorama mexicano e internacional es
sombrío. Pero el alza de las tasas de referencia de la Reserva Federal
estadunidense, a la que seguirá la de otras naciones, terminará por
desarreglar a un sistema capitalista que no logra superar su amargo colapso neoliberal.
Todavía no se aplica esa medida y, sin
embargo, los mercados financieros ya son presas del terror, del pánico
especulativo y de la salida en manada de estos últimos de los llamados mercados emergentes.
Si se sigue el ritual cíclico, el
crecimiento real de la producción será peor que los datos señalados
anteriormente. En la siguiente entrega veremos con más detalle la
política monetaria estadunidense, la caída de los mercados de materias
primas, en especial del petróleo, y sus consecuencias para México.
Marcos Chávez M*
*Analista económico
[BLOQUE: ANÁLISIS] [SECCIÓN: ECONÓMICO
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Contralínea 455 / del 21 al 27 de Septiembre 2015