
José Gabriel Martínez/Prensa Latina - Contralinea
La contaminación vuelve a ser un tema frecuente en la agenda mediática por estos días, debido a las jornadas de alerta, preemergencia e incluso emergencia ambiental vividas por Santiago de Chile como consecuencia de la calidad del aire.
La gran urbe de la nación austral ha
estado cubierta de una impresionante capa de esmog, resultante de la
excesiva concentración de material particulado grueso en la atmósfera
citadina y calificada por medios de prensa locales como la peor de su
tipo desde 1999.
Aunque este componente, muestra de la
polución existente, pueda ser típico en los paisajes urbanos
contemporáneos de países desarrollados o en vías de desarrollo, lo
cierto es que sus implicaciones para la salud humana y el equilibrio del
medio ambiente imponen una atención y accionar permanentes sobre él.
Por ello, y a pesar también de su
habitual tratamiento mediático, el acercamiento al tema resulta
pertinente y necesario para conocer las peculiaridades de la calidad del
aire en Latinoamérica y sus principales ciudades.
De igual forma, sería útil para valorar
la posible evolución o no en el asunto, tras más de 1 año del estudio
que hiciera al respecto la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Investigaciones y estudios científicos
constatan que la mala calidad del aire tiene “serios” efectos sobre la
salud humana, debido a los daños y dificultades que impone a los
sistemas respiratorio y cardiovascular, y a las propiedades cancerígenas
de algunos contaminantes. De hecho, la Agencia Internacional de
Investigación en Cáncer sitúa a la contaminación atmosférica en el
primer grupo, el de mayor riesgo, de los agentes cancerígenos, el mismo
al que pertenecen otros elementos nocivos como el plutonio y el humo del
tabaco.
La OMS cifró en 2008 las muertes
prematuras de personas como consecuencia de los altos niveles de
contaminación en 1.34 millones, y alertó que en América Latina más de
100 millones están expuestas a correr igual suerte. Ello se debe a la
concentración de agentes contaminantes en la atmósfera en niveles que
exceden a los recomendados por el propio organismo.
Entre estos agentes, los más reconocidos
son el ozono, el dióxido de azufre, el dióxido de nitrógeno y las
partículas finas integrantes del denominado material particulado. Los
tres primeros son gases que afectan de forma similar la salud al
provocar en mayor o menor medida, según su concentración en el ambiente,
dificultades respiratorias, pulmonares y cardiacas; mientras que el
material particulado es una mezcla de partículas sólidas y líquidas
minúsculas.

Así, cuando el diámetro de las partículas
es igual o menor a 10 micrómetros (1 micrómetro constituye la milésima
parte de un milímetro) se está en presencia de material particulado
grueso (MP10) y cuando es igual o inferior a 2.5 micrómetros, de fino
(MP2.5).
El pasado 22 de junio, la capital chilena
vivió por primera vez en 16 años una jornada de emergencia ambiental,
dada la elevada concentración de MP10 en la atmósfera y sus potenciales
efectos para la salud de la población, similares a los de otros agentes
dañinos.
Ello supuso un conjunto de medidas
transitorias entre las que destacaron la restricción vehicular para los
automóviles con y sin convertidor catalítico y la prohibición de quemas
agrícolas y del encendido de todo tipo de calefactores a leña. Asimismo,
el gobierno de la ciudad habilitó vías exclusivas para el transporte
público, dispuso la paralización de 924 fuentes industriales y recomendó
suspender las clases de educación física en las escuelas.
Ante situaciones de tal gravedad o riesgo
ninguna medida orientada a disminuir la emisión de contaminantes a la
atmósfera es poca. En 2012, la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económicos (OCDE) advirtió que la contaminación del aire se
convertirá en la principal causa ambiental de mortalidad prematura, por
encima del consumo de aguas insalubres y carencias sanitarias.
Para la entidad, en el orbe se duplicará
el número de muertes anticipadas derivadas de la exposición a material
particulado, las que según aseguró se elevarán de más de 1 millón en ese
año a aproximadamente 3.6 millones en 2050.
Las proyecciones de la OCDE están en
concordancia con el futuro augurado por los datos que la OMS reveló el
pasado año, como resultado de un estudio de la calidad atmosférica de 1
mil 600 ciudades de 91 países.
El panorama descrito en el informe final
de dicha investigación resulta poco halagüeño y refiere que más de la
mitad de la población mundial habita en ciudades con niveles de
contaminación 2.5 veces superiores a los recomendados, varias de ellas
latinoamericanas.
La investigación de la Organización
Mundial de la Salud sobre contaminación atmosférica arrojó que más de la
mitad de la población mundial habita en condiciones de calidad del aire
inferiores por 2.5 veces a las recomendadas.
Dado a conocer el pasado año, el estudio
analizó 1 mil 600 urbes de 91 países. Sus resultados constataron que
sólo el 12 por ciento de las personas residentes en zonas urbanas pueden
respirar aire limpio y que la tendencia es hacia el empeoramiento,
sobre todo en países en vías de desarrollo.
Para calificar el grado de contaminación
de las ciudades integrantes de su muestra, la OMS midió la concentración
de partículas contaminantes en la atmósfera con un diámetro igual o
menor a 2.5 micrómetros (el prefijo micro define la millonésima parte de
una unidad de medida determinada). Dichas partículas integran lo que se
conoce como material particulado (MP) fino, uno de los agentes
contaminantes más frecuentes en la atmósfera, derivado de las emisiones
de gases, polvos y sustancias del transporte, las industrias y la
generación de energía.
Además del MP2.5, existe el MP10 (o
grueso), conformado por partículas de mayor tamaño, con diámetro igual o
menor a 10 micrómetros, que son igualmente contaminantes y peligrosas
para la salud humana, aunque en menor medida que las anteriores dada la
facilidad con que éstas acceden a las vías respiratorias.
El criterio del organismo rector en
materia de políticas de sanidad es que el nivel de concentración
permisible o saludable de las más pequeñas, por metro cúbico de aire,
debe ser inferior a 10 microgramos.
Entre las urbes analizadas como parte de
la muestra, la OMS reveló cómo muchas, algunas entre las más pobladas y
varias de ellas latinoamericanas, exceden en más de 2.5 veces el límite
razonable.
Ello condiciona la ocurrencia en sus
poblaciones de un gran número de muertes prematuras producto de
insuficiencias respiratorias, infartos y ataques cerebrales, así como
que obliga a los habitantes a vivir bajo el riesgo permanente de
enfrentar dificultades sanitarias.
Ciudades latinoamericanas con situación negativa
Un ejemplo de urbe latinoamericana, a
tono con la actualidad informativa, donde la calidad del aire constituye
un asunto habitual es Santiago de Chile.
La capital de la nación austral ha debido
enfrentar en días recientes varias jornadas de alerta, preemergencia e
incluso una de emergencia ambiental debido a este problema, que allí se
define como endémico.
Investigaciones sitúan el origen del
fenómeno de la contaminación allí en la época colonial, aunque es en los
últimos 50 años cuando se convirtió en un elemento más, inherente al
paisaje citadino y determinado por factores diferenciables en dos
grupos: los naturales y los derivados de la acción directa del ser
humano.
Entre los primeros el más relevante es la
ubicación geográfica de la capital que, al estar emplazada en la cuenca
de una superficie plana del Río Maipo, encerrada por cordones
montañosos de considerable altitud, se ve privada de una circulación
fluida de las partículas contaminantes en su área atmosférica.
Esta situación es más notoria en
invierno, debido a la mayor acumulación de partículas en suspensión en
la atmósfera como consecuencia de la baja influencia del sistema de
vientos en esa estación y la ausencia de lluvias.
De igual forma, a esto también tributa el
fenómeno de la inversión térmica, habitual en el periodo invernal y
consistente en la inferioridad de las temperaturas a nivel del suelo con
respecto a las registradas en altura, lo que impide la disipación de
los contaminantes y los retiene durante más tiempo en el aire.
Por otra parte, entre las causas de la
contaminación derivadas del accionar humano, sobresale el crecimiento
económico de la ciudad, fundamentalmente el desarrollo del transporte
urbano y sus consecuentes emisiones de agentes contaminantes.
Sin embargo, Santiago, con una
concentración de 26 microgramos de MP2.5 por metro cúbico de aire, dos
veces y media por encima de lo recomendado por la OMS, no es la urbe de
peor situación. En el área latinoamericana este “galardón” lo ostentan
de forma genérica otras ciudades chilenas, como Rencagua y Chillán, con
concentraciones de 54 y 53 microgramos, respectivamente; Santa
Gertrudes, en Brasil, con 44 y Cochabamba, en Bolivia, con 41.
El hecho de que estas localidades estén
entre las más contaminadas, al igual que sucede con la metrópoli de
Chile, se debe a condiciones geográficas y meteorológicas puntuales, en
combinación con elementos contaminantes derivados de la actividad
económica del ser humano, fundamentalmente en las esferas del transporte
y la industria.
En el caso de Cochabamba (Bolivia), por
ser un valle cerrado con una intensa actividad industrial en el
procesamiento de yeso y piedra caliza, así como en la fabricación de
ladrillos, sus habitantes enfrentan serias dificultades por la
contaminación ambiental, agravadas también en invierno.
En opinión del director de la Sociedad de
Gestión Ambiental Boliviana, Gregory Paz, las condiciones geográficas
de esta ciudad y la inversión térmica que en ella se produce la
convierten en una de las peores para la contaminación, donde los
contaminantes tienen un ciclo de vida muy largo.
Cochabamba tiene una altura sobre el
nivel del mar de 2 mil 600 metros, lo que a su vez dificulta la completa
desintegración de la materia orgánica que se quema por la combustión de
combustibles fósiles empleados en la transportación y en las industrias
referidas.
Entre las capitales, Lima, Perú, es según
el estudio de la OMS la de peor balance. Aunque el índice general de la
concentración de partículas contaminantes pequeñas en la ciudad fue de
38 microgramos, el organismo dictaminó que en la subdivisión Norte la
cifra se eleva a 58, casi seis veces por encima de la que define si el
aire es limpio o no.
Los resultados de estas mediciones fueron
desestimados en su momento por las autoridades peruanas, aludiendo
metodologías incorrectas en la investigación.
No obstante, la contaminación atmosférica en la urbe es una realidad que atenta contra la salud de sus moradores.
Entre sus principales causas, la
directora del Programa de Política y Gestión Ambiental de la Sociedad
Peruana de Derecho Ambiental, Isabel Calle, identificó en declaraciones a
la prensa al parque vehicular. Calle citó datos de 2012 del Instituto
Nacional de Estadística e Informática que corro boran que más del 61 por
ciento de los vehículos motorizados de la nación andina (1.3 millones)
circulan en la metrópoli, muchos de ellos en mal estado técnico y
emisores de humos tóxicos.
Otra capital con balance negativo es la
Ciudad de México, la que sobresale en todos los estudios que se han
realizado sobre calidad del aire, ya sea por acumulaciones en la
atmósfera de MP o cualquiera de los otros agentes contaminantes. En el
citado análisis de la OMS, el Distrito Federal registró una
concentración de partículas pequeñas de 25 microgramos y, al igual que
en los otros ejemplos mencionados, a ello contribuyen la confluencia de
factores climatológicos y los contaminantes derivados del transporte y
otras actividades económicas.
Otras urbes con mala calidad del aire son
Guadalajara y Monterrey, lo que convierte a México en el país más
contaminado de América Latina, seguido por Chile, Perú, Venezuela,
Guatemala, Colombia, Brasil, Ecuador, Costa Rica y Argentina, en la
lista de los 10 con peor balance en la materia.

Vencer la asignatura pendiente
Los esfuerzos de algunas ciudades
latinoamericanas para medir y reportar la calidad del aire urbano son
reconocidos por entidades ambientales como el Instituto por un Aire
Limpio (CAI por su sigla en inglés).
Dicha organización fue creada en 2006
como resultado de un acuerdo entre el Banco Mundial y los miembros de la
Iniciativa de Aire Limpio para Ciudades de América Latina, para
investigar las consecuencias de la calidad del aire en las personas y el
medio ambiente.
A pesar del espaldarazo a las mejoras
introducidas en las políticas ambientales en algunas naciones del
Continente, el CAI ha recomendado un conjunto de acciones que
facilitarían una evolución del problema de la calidad del aire en las
principales urbes.
Entre estas recomendaciones se encuentra
la adopción por parte de todos los países de la región de un conjunto
armonizado de estándares de calidad del aire para proteger la salud de
sus habitantes y el monitoreo continuo del fenómeno, o su
perfeccionamiento allí donde ya se realice.
Además de esto, el cumplimiento efectivo o
la instrumentación de medidas ambientales harto conocidas, destinadas a
disminuir y frenar la emisión de agentes contaminantes a la atmósfera,
sobre todo en días de elevada contaminación, resulta indispensable.
Sólo de esta forma, con la voluntad
conjunta de gobiernos y ciudadanía, se estima que los objetivos de
disminuir la contaminación y sus efectos puedan cumplirse, con lo que se
vencería una asignatura pendiente de muchas ciudades latinoamericanas.
José Gabriel Martínez/Prensa Latina
[INVESTIGACIÓN] [LÍNEA GLOBAL]
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Contralínea 455 / del 21 al 27 de Septiembre 2015