Ángeles González Gamio | Periodico La Jornada - Opinión | Domingo 5 de Febrero 2012
Hoy que se conmemora la promulgación de la Constitución de 1917 vamos a recordar brevemente algunos antecedentes de esa carta magna tan manoseada, pero que a pesar de todo es nuestra ley fundamental. Las ideas liberales europeas fueron fuente de inspiración para la Independencia de México y otros países de América.
Esta doctrina liberal contemplaba el concepto de una norma legal primordial; en ese contexto José María Morelos y Pavón promulgó en 1814 la Constitución de Apatzingán que recogía los principios de igualdad, soberanía popular y división de poderes.
Tres años después de la terminación de la guerra de Independencia, en 1824, los conservadores reunidos en un Congreso Constituyente, emitieron la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos que estuvo vigente por poco más de 30 años.
En 1854, al llegar los liberales al poder, promovieron la elaboración de una nueva Constitución Política que se emitió en 1857. Ese mismo año entró en vigor con la oposición de los conservadores, quienes la desconocieron y se levantaron en armas.Esta doctrina liberal contemplaba el concepto de una norma legal primordial; en ese contexto José María Morelos y Pavón promulgó en 1814 la Constitución de Apatzingán que recogía los principios de igualdad, soberanía popular y división de poderes.
Tres años después de la terminación de la guerra de Independencia, en 1824, los conservadores reunidos en un Congreso Constituyente, emitieron la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos que estuvo vigente por poco más de 30 años.
Finalmente triunfaron los liberales y la Constitución de 1857 se mantuvo vigente hasta el inicio del movimiento revolucionario de 1910. El gobierno de Venustiano Carranza promulgó una nueva Constitución el 5 de febrero de 1917 en la ciudad de Querétaro, que recogía principios de carácter social y democrático emanados de la Revolución. Ésta es la que nos rige actualmente aunque a lo largo de los años ha tenido 376 modificaciones.
Con el propósito de que la población conozca la historia del país a través de sus constituciones, así como los valores laicos, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), inauguró recientemente el Museo de las Constituciones, en el Antiguo Templo de San Pedro y San Pablo. En este sitio, en 1822, Agustín de Iturbide juró como emperador de México, sesionó el primer Congreso Constituyente y se promulgó la Constitución de 1824.
El museo está dividido en nueve áreas temáticas dedicadas a las constituciones promulgadas desde 1814 hasta la de 1917, a las Leyes de Reforma, así como al Imperio y la República Restaurada, entre otras. Se exhiben cerca de 75 documentos originales, entre los que destacan los de las Constituciones de 1814, 1824, 1843, 1857 y 1917, así como los planes, anteproyectos y discusiones de los congresos constituyentes; la historia del Congreso de 1857, encabezado por Francisco Zarco, y el Diario de los Debates que dio como origen la Constitución de 1824.
El antiguo templo está situado en la esquina de las calles de San Ildefonso y El Carmen, en el corazón del Centro Histórico. A partir de la expropiación de los bienes religiosos, a mediados del siglo XIX, funcionó, entre otros, como la Hemeroteca Nacional y después fue el Museo de la Luz. De este último escribimos en varias ocasiones ya que además de que era muy interesante, el edificio está decorado por obras de Roberto Montenegro, Jorge Enciso y Xavier Guerrero, pero eso merece una crónica aparte.
Por lo pronto caminemos unos pasos sobre San Ildefonso para saborear comida tlaxcalteca en la hermosa casona que ocupa la representación de esa entidad. El patio aloja el grato restaurante que ofrece entre sus especialidades las
indias vestidas, que son flores de calabaza rellenas de queso, capeadas y bañadas con un rico caldillo de jitomate; la sopa Tlaxcala, el pipián y el pollo Tomatlán. De postre, aunque hay amplia variedad, vuelvo a recomendar la espuma de agave, que es única de este lugar y exquisita.