México SA-Carlos Fernández-Vega
A duras penas en 2011 el gobierno federal quedó en la orilla en materia inflacionaria: 3.82 por ciento. Si bien el índice oficial de precios creció por arriba de la meta (3 por ciento) fijada para el año en los Criterios Generales de Política Económica, el incremento quedó en el rango que generosamente se autoriza a sí mismo (más uno/ menos uno de la contabilidad respectiva), de tal suerte que algunos dirán que la noticia no es tan mala, pues el resultado es inferior al de 2010 (4.4 por ciento).
Sin embargo, lo que más interés provoca en el grueso de los mexicanos es el crecimiento de los precios –así sea el reporte oficial– de la canasta básica, el cual en 2011 rebasó por mucho al índice inflacionario general: 5.81 contra 3.82 por ciento, el segundo mayor aumento para este renglón en lo que va del sexenio calderonista (el primer lugar lo ocupa 2008, el inicio de la crisis, con 8.32 por ciento).
Sin embargo, lo que más interés provoca en el grueso de los mexicanos es el crecimiento de los precios –así sea el reporte oficial– de la canasta básica, el cual en 2011 rebasó por mucho al índice inflacionario general: 5.81 contra 3.82 por ciento, el segundo mayor aumento para este renglón en lo que va del sexenio calderonista (el primer lugar lo ocupa 2008, el inicio de la crisis, con 8.32 por ciento).
Así, en cinco años de calderonato la inflación general acumulada fue de 24.8 por ciento, mientras la relativa a la canasta básica llegó a 29.5 por ciento, aunque cabe subrayar que en ambos casos se trata de cifras oficiales. Si se considera el índice inflacionario de mercancías excluyendo petróleo, entonces el avance fue de 7.19 por ciento en 2011 y el acumulado en el quinquenio de 31.12 por ciento.
Con las cifras anteriores, resulta más que obvio que los frondosos “aumentos” autorizados al salario mínimo durante el calderonato no sólo quedaron nulificados, sino abiertamente rebasados por la inflación. El “incremento” al mini ingreso en el quinquenio fue de 18.7 por ciento, contra una inflación general oficial de 24.8 por ciento. Incluso si se considera el presunto “aumento” autorizado para 2012, el crecimiento general de precios quedaría por arriba del poder adquisitivo del salario mínimo (24.8 contra 23.61 por ciento, respectivamente), sin considerar 2012, año especialmente conflictivo en materia económica. El año nuevo arrancó a galope en lo que a crecimiento de precios y tarifas se refiere, de tal suerte que es previsible que la meta gubernamental en materia inflacionaria (3 por ciento) sea rebasada por la realidad.
El Inegi divulgó ayer su informe sobre el comportamiento (oficial) de precios en 2011, y sobre el particular precisó que en el último mes del año tal indicador creció 0.82 por ciento con relación a noviembre, con lo cual la tasa anual de inflación en el año se situó en 3.82 por ciento, contra 4.4 por ciento en 2010. Al desmenuzar la información lo primero que llama la atención es que, de acuerdo con dicha institución, los precios del subíndice de alimentos, bebidas y tabaco se incrementaron 6.02 por ciento, muy por arriba del indicador general, mientras el relativo a transporte lo hizo en 4.99 por ciento
La institución de referencia lo explicó así: la inflación en diciembre de 2011 “fue resultado de un crecimiento en el índice de precios subyacente de 0.51 por ciento (en el mismo mes de 2010 fue de 0.43 por ciento) y de un alza de 1.86 por ciento en el índice de precios no subyacente (0.70 por ciento de incremento en el último mes de un año antes). Al interior del índice de precios subyacente, el subíndice de precios de las mercancías fue mayor en 0.67 por ciento respecto al mes anterior (donde los precios de los alimentos, bebidas y tabaco subieron 0.99 por ciento), y el subíndice de precios de los servicios se acrecentó en 0.37 por ciento. Por lo que respecta a los componentes del índice de precios no subyacente, el subíndice de precios de los productos agropecuarios aumentó 4.29 por ciento (destaca en este grupo el alza en 6.85 por ciento en frutas y verduras), mientras el subíndice de precios de los energéticos y tarifas autorizadas por distintos órdenes de gobierno presentó un incremento mensual de 0.57 por ciento”.
Muchas cifras complicadas e indicadores tediosos para no decir abierta y claramente que el poder adquisitivo de los mexicanos va de mal en peor. Los aumentos salariales –al mínimo y a los contractuales– en la mayoría de los casos resultan muy por debajo del índice inflacionario oficial, y en contados casos a la par de éste, lo que de cualquier forma implica cero avance. Todo ello, desde luego, en el sexenio de “para vivir mejor”. Y a salarios peores cada día que pasa, tanto en monto como en pérdida de poder adquisitivo, súmense plazas laborales sin prestaciones de ninguna naturaleza.
El panorama es verdaderamente sombrío: “el sector informal se convirtió en el principal generador de ocupación de la economía mexicana durante los dos gobiernos surgidos del Partido Acción Nacional, según los registros oficiales del Instituto Mexicano del Seguro Social y los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. En este periodo de 11 años el sector formal generó prácticamente uno de cada cuatro puestos de trabajo de los 10.8 millones en que aumentó la población ocupada de diciembre de 2000 hasta fines de 2011. Los tres restantes correspondieron al ámbito de las actividades informales. Mientras, unos 2 millones 656 mil individuos desistieron de buscar trabajo al no encontrarlo y pasaron a formar parte de la ‘población disponible’ dentro de la población no económicamente activa. Y quienes se mantienen dentro de las filas de la desocupación total e insisten en buscar un empleo remunerado, que no encuentran, tuvieron un incremento de 202 por ciento, hasta llegar a 2 millones 781 mil 703 personas, de acuerdo con el más reciente informe trimestral del Inegi” (La Jornada, Juan Antonio Zúñiga).
Las encuestas de ocupación y empleo del organismo señalan que en el sexenio presidido por Vicente Fox, y el quinquenio transcurrido de la presente administración, “la población ocupada aumentó en 10 millones 845 mil 200 personas. Pero de ese universo sólo 23.7 por ciento encontró empleo en el sector formal, es decir, 2 millones 572 mil 821 individuos; el 76.3 por ciento restante se ocupó en actividades informales, donde en general trabajan sin contrato, seguridad social ni prestaciones. A este ámbito se incorporaron alrededor de 7 millones 968 mil 500 personas más” (ídem).
Las rebanadas del pastel
Entre tantos otros precios, el del kilogramo de tortilla está a un tris de alcanzar cotización de metal precioso en esta escalada de arranque de año. Algo similar sucedió en enero de 2007, cuando el inquilino de Los Pinos advirtió: “no toleraremos a especuladores ni acaparadores; vamos a aplicar la ley con firmeza y a castigar a quienes busquen aprovecharse de la necesidad de la gente”. Qué bueno que “no lo toleró”, porque de entonces a la fecha el precio del llamado “disco llenador” se ha incrementado 32 por ciento en tortillerías y 48 por ciento en tiendas de autoservicio, y van por mucho más.