Roberto González Amador Enviado | Periódico La Jornada | Domingo 25 de septiembre de 2011, p. 27
Washington, DC, 24 de septiembre. La creciente atención sobre los problemas del sistema financiero internacional ha alejado la vista de lo que sucede en las calles.
Las fluctuaciones financieras están dañando las posibilidades de crecimiento de la economía real, advirtió aquí Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La crisis llevó el desempleo a un nivel histórico de 200 millones de personas en el mundo. La nueva desaceleración de la economía ha causado que ahora sólo se esté generando la mitad de puestos de trabajo demandados por la dinámica demográfica, apuntó.
Comprensiblemente hay ansiedad, angustia y cóleraen las calles, dijo Somavia, al hablar en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esta reunión anual del FMI y el Banco Mundial (BM) se ha centrado en la discusión de los problemas asociados a la crisis originada por los países de la zona euro y Estados Unidos, en ambos casos relacionadas con el aumento de sus deudas y déficits fiscales. A esa combinación se añadió la presión para que los bancos europeos, sobre todo los acreedores de Grecia, fortalezcan su capital. El Fondo calculó en 200 mil millones de euros (casi 300 mil millones de dólares) la cantidad de recursos adicionales que requerirán esas instituciones financieras. Una crisis bancaria en Europa, si ocurre, llevaría a la economía mundial a una nueva recesión, según se ha comentado aquí.
La economía mundial se acerca al precipicio
“Mientras los banqueros buscan un segundo rescate –el primero ya se dio en 2008-2009–, y la economía mundial se acerca al precipicio, la atención sobre los países en desarrollo y los menos avanzados se pierde”, comentó Caroline Pearce, directora de la organización no gubernamental Oxfam. Con esa expresión resumió lo acontecido aquí en la última semana, en la que se han reunido en la capital estadunidense los ministros de finanzas y gobernadores centrales de 187 países en el marco de la asamblea anual de FMI y el BM
Somavia, en un discurso pronunciado en el pleno del Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI, que incorpora a todos los países miembros, alertó de los riesgos de centrar la atención en el rescate de los sistemas financieros.
Puede ser un serio error interpretar los momentos críticos que vivimos como si se tratara sólo de una crisis de confianza en los mercados financieros, dijo a la asamblea. “Mucha gente piensa: ‘si algunos bancos son demasiado grandes para dejarlos quebrar (la frase con la que en los círculos financieros dominantes se justifica la necesidad de rescatar a instituciones bancarias, para que no causen un daño mayor a la economía), entonces nosotros somos demasiado pequeños para importar”, añadió. “De manera comprensible –dijo– existe ansiedad, angustia e ira”.
Esta semana, el FMI advirtió de una desaceleración en el crecimiento de la economía mundial, más acentuada en las naciones avanzadas, pero que también se sentirá en los países en desarrollo. Desde que estalló la crisis en 2008 y hasta ahora, este último grupo de naciones ha aportado la mitad del crecimiento en el planeta, según el Banco Mundial.
Mientras hay duda de la magnitud de la desaceleración mundial, e incluso se debate si habrá una nueva recesión, la presentación de Somavia en la asamblea dejó claro que la nueva situación económica ya afectó la generación de empleo.
Entre finales de 2010 y principio de este año, la economía mundial crecía a un ritmo que generaba un incremento en el empleo de 1 por ciento anual, similar al aumento en la demanda global de puestos de trabajo, explicó. Aun así, el desempleo hasta mediados de 2011 afectaba a 200 millones de personas en el mundo, el nivel más alto registrado.
La desaceleración en la economía mundial, añadió, provocó que actualmente el empleo crezca a una tasa de sólo 0.8 por ciento anual, menor al incremento en la fuerza de trabajo.
El masivo y prolongado déficit de empleo, tanto en cantidad como en calidad, está afectando severamente a las familias y a las comunidades, imposibilitadas de tener un trabajo decente. Este hecho mina la cohesión social y desperdicia las habilidades y talentos de los más jóvenes, expuso Somavia.