La bandera a media asta, moños negros bajo el balcón central de Palacio Nacional y sobre todos los accesos a Los Pinos. En Nuevo León, este año y en los del porvenir, tres días de luto por decreto. Y el pésame en voz del heraldo de las victorias del gobierno sobre los enemigos de México. Del vacío del poder a la ausencia del Estado. Y el pánico enseñoreado del territorio nacional; en un estadio de futbol de La Laguna, a las puertas de las escuelas de Ciudad Juárez, en un casino de Monterrey.
Escenas que se repiten como en una pesadilla de quien sabe estar dormido y teme despertar. Cuando se ha impuesto el terror, la victoria es de los terroristas. Después de años del sangriento combate al crimen organizado, Felipe Calderón asegura que el ataque al casino Royale de Monterrey fue perpetrado por "verdaderos terroristas". Y ante el "acto de barbarie" dirigió duros reproches a Estados Unidos. "También ustedes son responsables", dijo, y les demandó reducir el consumo de drogas y frenar la vente de armas de alto poder a México. Cinco atentados a casinos en Monterrey precedieron al bestial asalto que ha segado más de 50 vidas. Y debaten sobre permisos y quiénes los dieron, sobre la riqueza que producen a concesionarios que son protegidos o cómplices de funcionarios. Centros de apuesta en los que la casa gana y son magnífico vehículo para el lavado de dinero.
Nadie debe lucrar con una tragedia como ésta, dijo Francisco Rojas, líder de la fracción priísta de la Cámara de Diputados; blanco de los ataques electoreros del panismo que pregona victorias pírricas y persiste en el ritual del chivo expiatorio: el mal encarnado por el régimen autoritario de ayer. Método impuesto al amparo de un cambio pospuesto para las calendas griegas, o en espera de la resurrección de los muertos, de las ánimas en pena de la alternancia que pretende devorarse a sí misma, dar vueltas a la noria con la exigencia continua de reformas estructurales para que el régimen nonato caiga en una espiral infinita, en el limbo que ya negaron los del Vaticano. La bandera a media asta, los crespones de luto y la inconmensurable imagen del personal de las fuerzas armadas, soldados del Ejército Mexicano, como guardianes de los casinos. Réquiem para un régimen nonato.
Y ahora, el quinto Informe de gobierno bajo las reglas de la demolición de las instituciones nacionales y el ánimo anarquizante del infantilismo democrático. El primero de septiembre asistirá o no asistirá el titular del Poder Ejecutivo a la sesión inaugural de la 61 Legislatura del Congreso de la Unión; informará por escrito del estado que guardan los asuntos de la República, en persona o enviando el mamotreto con un mensajero. En todo caso, prólogo a la sucesión presidencial, ocasión final para los gestos grandilocuentes y la puesta en escena del melodrama del gobierno mediático, del uso de las pantallas de la televisión como sucedáneo de la tribuna más alta de la nación, o del Bully Pulpit que dijera Teddy Roosevelt.
Después del quinto año, más te valiera no haber nacido, cuentan que dijo Adolfo López Mateos al hacer recuento de los halagos palaciegos en los primeros años, y el paso del desprecio presidencial a la aceptación de la adulación y la molestia consecuente al dejar de escucharlos al aproximarse la fatal terminación del sexenio. Ni hablar del deleznable crecimiento económico, el trágico desempleo, la clase media en extinción y la brutal inequidad que concentra la riqueza en unos cuantos mientras más de 50 millones de mexicanos se hunden en la pobreza, y más de 20 millones tienen hambre, viven con hambre, se despiertan cada mañana y se acuestan cada noche con hambre. Para qué poner en duda la solidez de nuestra economía, si el secretario de Hacienda se incorpora al coro panista que exige castigo ejemplar para Humberto Moreira, casualmente líder del PRI, por el endeudamiento de Coahuila cuando era gobernador. O después.
Se repite el método. Lo de Humberto Moreira no rendirá frutos en lo administrativo ni en lo judicial; pero ya reanimó el repudio de la multitud a la política y los políticos, al mal uso del poder que identifican con el PRI. Eso sí sobrevivió a la alternancia de 2000, fruto de ese hartazgo, de los 70 años en los que nada pasó, según Vicente Fox, el de la incontinencia verbal que lo impulsa a aconsejar que se convoque a los grupos violentos a una tregua (y) valorar la conveniencia de una ley de amnistía. Los partidarios de Andrés Manuel López Obrador deben estar resentidos por el desdén de los operadores del método panista. Ayer, el desafuero y la campaña para declararlo peligro para México. El miedo de entonces al de Tabasco es hoy pavor ante la imponente ventaja de Enrique Peña Nieto: empieza el proceso mediático de enlodarlo en el ágora electrónica.
Y decían que era una sombra, producto de la mercadotecnia aplicada en el uso de la televisión, las redes sociales y las revistas del corazón. Pero Peña Nieto va a rendir su sexto Informe esta semana; llega al final de su gobierno con la aceptación popular y el aplauso de los dueños del dinero; las encuestas lo sitúan muy por encima del resto de los aspirantes a la Presidencia de la República. El PAN y el PRD lograron hacerlo parecer invencible con la afirmación de que la elección de gobernador del estado de México era anticipo de la presidencial, "el laboratorio político" del que hablaban los priístas en el sistema de partido hegemónico. Ganó Eruviel Ávila con una mayoría aplastante en las urnas. Tirios y troyanos, izquierdas y derecha, lo atribuyeron a las malas artes de Peña Nieto: a la decisión de hacer candidato a Eruviel Ávila por "dedazo", para evitar un chaquetazo de última hora.
No parecen darse cuenta de que hay diferencias sustanciales entre el "dedazo" en los años del cesarismo sexenal y en el de los altibajos de la pluralidad imperante. Entonces, cuando el del poder omnímodo daba el dedazo, designaba al sucesor; Hoy designa a un competidor, a un contendiente, a quien sea capaz de convencer y de vencer. Ni así cambian el guión los del método. Todavía no rinde su quinto Informe Felipe Calderón y Ernesto Cordero ostenta galas de delfín en todos los medios; el que des- pacha en Los Pinos lo señaló con el índice en acto político al que asistieron los delegados de todas las dependencias del gobierno federal. En Guanajuato hubo entusiasta remedo de la "cargada".
El gallito azul abandonó el palenque y el de Jalisco tiene asquito. Al que ocupa la oficina de Vasconcelos le han vuelto por pasiva la oración del método y ya piden juicio sumario por el desastre de la columna de luz que iba a ser monumento al bicentenario de la Independencia. Josefina Vázquez Mota hace política y los arúspices auguran que superará a Santiago Creel en las encuestas; Felipe Calderón la elogió y le deseó la mejor de las suertes en futuros "menesteres": pago de marcha, decían los del sistema ido. Y como gesto gatopardiano, a Santiago Creel no lo invitaron al festejo en Los Pinos del cumpleaños de Felipe Calderón.
Fin del pasado. Pero en el club libanés revivió el recuerdo de la bonhomía de López Mateos, se hizo presente Carlos Slim y Manlio Fabio Beltrones agradeció el ágape, las palabras de Napoléon el orador y los aplausos de los amigos. Serían porque parezco libanés, dijo el de Sonora. Y no. En política lo que parece es: a Plutarco Elías Calles le decían El Turco y no era.