Susana González G.
Periódico La Jornada
Lunes 27 de diciembre de 2010, p. 20
El trabajo agrícola en México es desempeñado principalmente por campesinos que laboran como asalariados de empresas privadas y es entre ellos donde se ubican los mayores índices de pobreza en el campo, a diferencia de lo que ocurre en casi todos los países de América Latina y el Caribe, revela una investigación elaborada por tres agencias de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
En términos generales, en todos los países latinoamericanos hay déficit en la creación de empleo decente en el sector, por lo que siguen predominando los trabajos informales con bajas remuneraciones, sin acceso a protección social y sin respeto pleno a los derechos laborales, puntualiza el estudio sobre pobreza que elaboraron la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sentencia que la pobreza debe abatirse en las zonas rurales, porque tres cuartas partes de los pobres del mundo viven allí. En el caso de América Latina, los niveles de pobreza e indigencia en dichas zonas se han mantenidoelevados pese al auge que tuvieron la agricultura y el sector agroexportador durante la primera mitad de esta década, antes de que estallara la crisis financiera mundial, en 2008.
Considera que la reproducción de la pobreza entre los trabajadores rurales es atribuible a que la agricultura se ha concentrado en unas cuentas empresas, productos y zonas, en mercados con fuerte tendencia a la concentración y trasnacionalización, cuyos procesos imponen barreras cada vez mayores a los pequeños productores, pero también a la debilidad o inexistencia del salario mínimo, la protección social y el sindicalismo, además de otros factores como la migración, el trabajo infantil y la discriminación hacia las mujeres.
Sobre México, el análisis detalla que 52 de cada 100 trabajadores agrícolas son asalariados y 45 laboran por cuenta propia –negocios familiares–, proporción que únicamente es superada por Chile, donde los asalariados representan 66 por ciento del total. En cambio, los trabajadores por cuenta propia en el resto de las naciones de la región oscilan entre 45 y 85 por ciento.
Aunque Chile gana a México el primer lugar en asalariados agrícolas, la diferencia entre ambos países es que en el primero 45 por ciento cuenta con seguridad social y aquí sólo 8 por ciento.
El estudio indica que en la zona hay muchos pobres ocupados en la agricultura de subsistencia, pero en Chile, México y Venezuela los pobres están ocupados en su mayoría en el sector privado como asalariados.
Señala que en México aumentó 133 por ciento la participación de las mujeres en el empleo rural entre 1990 y 2005, lo cual contribuyó a mejorar el ingreso en los hogares. En el trabajo rural pero no agrícola –comercio y exportación de flores y hortalizas– las mujeres son mayoría, ya que concentran 68 de cada 100 empleos en el sector, el porcentaje más alto de la región y muy por encima del 53 por ciento de Guatemala o del 40 por ciento correspondiente a Chile.
La Cepal, la FAO y la OIT aseguran que mientras el mundo dejó de ser inminentemente rural desde 2007, porque más de la mitad de la población se concentró en las ciudades, esto ya había ocurrido en América Latina décadas atrás, ya que sólo 22 por ciento de la población habita en el campo. Se trata de 120 millones de personas, de las cuales 46 millones se dedican a la agricultura y aportan 40 por ciento de los ingresos de los hogares rurales, aunque no han dejado de aumentar los empleos no agrícolas, como en México, Chile, Bolivia y Brasil.
Los ingresos de los trabajadores agrícolas se estancaron o disminuyeron esta década, aunque hubo excepciones en algunos países, pero debido a que aumentó el número de personas ocupadas por hogar o los subsidios gubernamentales, no como consecuencia del mercado laboral o de productos, según la investigación, titulada Políticas de mercado de trabajo y pobreza rural en América Latina.
El estudio no incluye el impacto que la crisis financiera provocó en el sector rural, pero los datos hasta 2008 indican que existían 182 millones de pobres en la región, de los cuales 71 millones eran indigentes.