La Jornada - El Correo Ilustrado
Opinión de un egresado. Los
actuales males del IPN son los síntomas de un mal mayor que le viene de
nacimiento: la falta de autonomía y por ende la ausencia de práctica
democrática. Síntomas que ahora, a 80 años de su creación, se
manifiestan como nepotismo, corrupción, autoritarismo, limitaciones
administrativas y económicas, planes de estudio obsoletos, censura,
estrechez ideológica y pobreza cultural. Males que le han impedido
lograr plenamente su objetivo fundamental: la excelencia académica.
Hoy, los estudiantes politécnicos continúan con sus demandas
iniciadas en 2014 y se enfilan, penosamente, hacia el Congreso Nacional
Politécnico reclamando una gestión más democrática, pero sin perfilar el
otorgamiento de la autonomía como su demanda central. Esta petición,
urgente, que debería ser respaldada por el resto de la comunidad
politécnica, ha encontrado un débil apoyo, tal parece que se temiera al
cambio. Sin embargo, los politécnicos debemos enfrentar el desafío: la
autonomía para nuestro instituto debe ser reclamada. Su obtención
beneficiaría, en su conjunto, a nuestra alma máter, colocándola en una
nueva ruta de progreso científico y cultural.
Isaías Espinosa, arquitecto (generación 65-69 ESIA, IPN)