
MÉXICO, DF (apro).- La naturaleza siempre nos cobra de alguna manera
las afrentas que le hemos hecho a lo largo de los años. Este es quizá el
caso de los deslaves en los cerros de Santa Fe en donde de manera
insensata y desatinada se han construido edificios de oficinas,
residencias, departamentos y centros comerciales lujosos sobre terrenos
arenosos y porosos por cavernas rellenas de basura, vendidos en miles de
dólares a gente que buscando un estatus no reparó en los riesgos de
vivir en tierras inseguras.
En 1993 hice un reportaje para el diario La Jornada donde ya se registraba el boom inmobiliario de la Zona Especial de Desarrollo (ZEDEC) en Santa Fe en la delegación Cuajimalpa que entonces lucía grandes extensiones de bosques habitados por los lugareños acostumbrados al frío aire de las montañas.
Para entonces se mencionaba que los principales fraccionadores
de los terrenos eran la familia Hank y Roberto González, director de
Banorte, quienes se dedicaron a comprar los terrenos de lo que fueron
tiraderos de basura, ladrilleras y minas de arena, para revenderlos en
precios de dólares.
Para entonces el gobierno de Carlos Salinas
de Gortari estaba en pleno auge con sus promesas de llevar al país al
primer mundo. Previendo un futuro luminoso y próspero se ordenó al
entonces regente capitalino Manuel Camacho Solís cerrar los rellenos
sanitarios y comenzar a planear la urbanización de esta zona que estaba
predestinada para la clase media alta y alta que se veía venir con sus
aires modernistas contagiados con el arranque del Tratado de Libre
Comercio para América del Norte.
Los terrenos abandonados, sucios
y depauperados de esta zona poniente de la ciudad de México, habitada
por pepenadores, obreros y campesinos pobres, fue transformada de manera
absurda para dar lugar al centro comercial Santa Fe, las instalaciones
de la Universidad Iberoamericana, rascacielos habitacionales y oficinas.
Una de las primeras en poner oficinas en esta zona fue la maestra Elba
Esther Gordillo.
Las autoridades de la delegación Cuajimalpa se
corrompieron ante el brillo del dinero y dejaron que se ocuparan zonas
de reserva ecológica. La avenida Reforma fue estirada a la fuerza como
una liga hasta llegar a Santa Fe como una prolongación. En dos décadas
la ZEC Santa Fe dejó atrás su pasado pobre y sucio que fue enterrado en
las barrancas donde se levantaron grandes edificios de cristal brillante
y limpio, como el futuro de primer mundo que se prometía para el país
desde el sexenio salinista.
Pero la naturaleza se ha encargado de
sacar a la luz el pasado de esta zona de apariencia modernista que fue
levantada a base de corrupción gubernamental y de especulación
inmobiliaria en terrenos de arena y basura.
Quienes compraron
casas y departamentos en Santa Fe sabían de esta historia. Cuando se
compra una propiedad se pregunta por el pasado y si no es segura no se
adquiere.
Lo que pasa en Santa Fe debería ser un llamado de
atención para los delegados y constructores de otras zonas de la ciudad
de México, con suelos afectados por los terremotos de 1957 y 1985,
principalmente los de la colonia Roma, Juárez, Cuauhtémoc y Tlatelolco,
donde existe un registro de 600 construcciones con daños estructurales y
donde ahora se levantan edificios de departamentos a precios
exorbitados para la nueva clase media y media alta que pretende vivir en
zonas de moda sin tomar en cuenta su seguridad.
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso