viernes, 16 de octubre de 2015

¿Mediocridad? No, desastre / Pobreza, balance inmoral / Bancomext, dos meses acéfalo

Carlos Fernández-Vega / México SA
Por demás generosa, la OCDE, que preside José Angel Gurría, asegura que en materia de combate a la pobreza los resultados del gobierno mexicano son mediocres. ¡Felicidades!, porque si se compara con la realidad, tal evaluación casi casi es una medalla de oro, un cariñoso abrazo, para los supuestos responsables de poner en marcha y mantener activo tal combate a lo largo de los últimos 27 años.
Lo anterior, porque los resultados ni lejanamente han sido mediocres, sino verdaderamente desastrosos, toda vez que en ese periodo el número de mexicanos en pobreza se incrementó 60 por ciento, al pasar, en números cerrados, de alrededor de 40 millones en 1988 a cerca de 64 millones en 2014 (la más reciente medición oficial).
Entonces, mediocre sería que dicha proporción se hubiera reducido ligeramente, un poquitín si se quiere, pero, muy lejos de ello, el ejército de depauperados ha crecido de manera constante y velozmente, con todo el río de dinero que, oficialmente, se ha canalizado a lo largo de cinco sexenios para reducir la pobreza en el país.
En esos 27 años cinco inquilinos de Los Pinos y 12 titulares de la Secretaría de Desarrollo Social han estado involucrados en ese combate, y el balance resulta aterrador: 20 millones de mexicanos adicionales en pobreza.
El 2 de enero de 1988, prácticamente su primer acto de gobierno, Carlos Salinas presentó en sociedad su Programa Nacional de Solidaridad, con el objetivo –según dijo– no sólo de combatir la pobreza en el país, sino de promover un México más justo, lo que al final de cuentas sería el balance moral de la modernización.
Con el cambio sexenal se modificó el nombre de tal programa. Ernesto Zedillo lo rebautizó como Progresa, sólo para que Vicente Fox lo renombrara Oportunidades, Felipe Calderón refrendara la marca, y Enrique Peña Nieto le volviera cambiar de nombre: a partir del 2 de septiembre de 2014 se denomina Prospera. Y de 1988 a 2014 el ejército de depauperados creció de 39 millones y pico a 63.8 millones de mexicanos (las cifras son del Coneval).
Cuatro cambios de nombre, pero no de práctica, y 27 años después, he allí que el balance moral de la modernización se resume en que 87 millones de mexicanos (73 por ciento del total) son oficialmente clasificados como pobres o socialmente vulnerables. Y eso no es mediocridad, sino un acto de lesa patria.
Y como muestra un botón: tan sólo en el primer bienio del actual inquilino de Los pinos el número de mexicanos con un ingreso inferior a la línea de bienestar se incrementó 3.2 millones, a razón de 4 mil 384 por día (alrededor de 3 por minuto). Así, al cierre de 2014, 63 millones 800 mil mexicanos se encontraban en tan precaria situación. Adicionalmente, 24 millones 600 mil sobrevivían con un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo (las cifras, otra vez, son del Coneval).
El balance, pues, resulta aterrador, pero para el inquilino de Los Pinos sólo merece una frase de ocasión; lamentablemente hay más pobres en el país. El mismo personaje (2 de septiembre de 2014) anunció el cambio de nombre (de Oportunidades a Prospera), porque no obstante que este año se invierten más de 73 mil millones de pesos en el combate a la pobreza, la proporción de mexicanos en pobreza es prácticamente la misma desde hace tres décadas, por lo que es necesario encontrar nuevas alternativas, más eficaces, contra la pobreza, y las limitaciones del programa Oportunidades son cada día más evidentes.
De allí la urgencia, según dijo, de cambiar. Y el cambio se limitó al nombre el programa, porque las prácticas son las mismas y la pobreza se mantiene al alza, aunque ayer prometió armonizar la labor de todos los órdenes de gobierno para revertir la condición de pobreza que aún existe en el país, lo mismo que, palabras o menos, prometió aquel 2 de septiembre de 2014.
A lo largo de 27 años ha sido el mismo programa revolcado, las mismas prácticas, los mismos enfoques y el mismo sistema, ergo el mismo modelo económico neoliberal que en más de tres décadas ha impedido el crecimiento del país, ha depauperado a la población y que, en síntesis, ha dejado a un lado el desarrollo.
Pero el secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, jura que el modelo económico no es la causa (La Jornada, Angélica Enciso). ¿Qué será entonces?
Lo explica así: “el modelo económico nos ha permitido generar condiciones de estabilidad, necesaria para abatir la pobreza (sic y recontra sic). No hay peor enemigo del desarrollo que la inestabilidad, la inflación, la carencia de ingresos. Lo que nos toca es preocuparnos por el tema del empoderamiento, y en esto nos falta mucho. Lo que falta es incompatible con un país como el que hoy ya tenemos. No es un buen resultado que tengamos la economía 13 a escala mundial, ni que tengamos la infraestructura, el potencial, el desarrollo de crecimiento y al mismo tiempo una realidad lacerante: mexicanos que siguen sin tener vivienda digna, sin tener acceso a la salud, niños que siguen sin ir a la escuela” (ídem).
Salió el peine: no es el depredador modelo económico, sino la falta de empoderamiento. Y qué bueno que Mede lo aclara, porque hay otros despistados, como el secretario ejecutivo del Coneval, Gonzalo Hernández Licona, que todavía creen que “es impensable reducir la pobreza sin crecimiento económico… La evolución del ingreso corriente per cápita se ha mantenido prácticamente igual: en 1992 las familias tenían 3 mil 500 pesos al mes y en 2014 suman 3 mil 600. Es muy difícil pensar en reducir la pobreza sistemáticamente y a largo plazo cuando tenemos poco avance del ingreso en los últimos 25 o 30 años”.
Entonces, ¿quieren progresar?, pues empodérense y ¡listo!
Las rebanadas del pastel
Va para dos meses que la dirección general del Bancomext permanece acéfala desde que El Principito se fue a despachar a la Sectur. Con él arreó su séquito de funcionarios que lo servía (a Enrique de la Madrid, no al banco) y nadie ha hecho entrega formal del despacho. Pero eso sí, todos exigen liquidación (entre 400 y 600 mil pesos por cabeza, por menos de tres años en el puesto) como si los hubieran corrido. Qué bueno que hay austeridad y que la banca de desarrollo es un instrumento especialísimo para hacer política pública en favor del crecimiento y la creación de empleos de calidad (Videgaray dixit).