El Horario de Verano
Enique Sada Sandoval - Milenio
Enique Sada Sandoval - Milenio
Releyendo El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez,
entre las páginas de uno de sus capítulos es que nos encontramos quizá
con una de las escenas o metáforas más emblemáticas no solo del llamado
boom latinoamericano sino también del realismo mágico, a la altura de
Rulfo o Carpentier, cuando llegamos a ese episodio en donde el eterno
dictador de cierta república—que es el protagonista de esta
historia—llega a concretar uno de sus caprichos contra lo que dicta la
naturaleza misma: dando la orden para que el mar sea cambiado,
literalmente, de lugar.
Y lo anterior viene a cuento con que dos veces al año sufrimos la inconveniencia de atrasar o adelantar nuestros relojes un hora, tal como hicimos a partir del mes de abril, dando inicio al “horario de verano”, imposición que se nos vende desde que Ernesto Zedillo tuviera la ocu-rrencia de ordenarlo en los noventas, cuando se rumoraba que Comisión Federal de Electricidad, empresa paraestatal, se hallaba operando en números rojos.
Desde entonces se pretextaban mil
beneficios que iban desde lo económico hasta lo ecológico. Sin embargo,
un estudio de la Universidad de California (en Santa Barbara) demuestra
que esta medida genera más gasto de energía que ahorro.
Luego de
evaluar durante tres años las cuentas de la luz de 250 mil hogares de
Indiana, un estado que no incorporó el cambio de hora para todo su
territorio hasta 2006, el estudio comprobó que cuando se adelantan los
relojes una hora en primavera se gasta más energía que si no se hiciera.
De hecho, el horario de verano supone menos horas de luz por la
mañana y más por la tarde, lo que dispara el uso de la calefacción
cuando nos levantamos en primavera y, sobre todo, el del aire
acondicionado al final del día en los meses calurosos.
Aún y
cuando varios expertos ya habían planteado sus dudas sobre los efectos
del cambio de horario en abril, esta es la primera vez que un estudio lo
demuestra, según la investigación encabezada por la académica Laura
Grant, quien concluye que el balance es negativo y que en lugares con un
clima más caluroso el gasto es mayor por el uso del aire
acondicionado.
Por desgracia, quien sí percibe ganancia segura
bajo este estado de cosas es la inoperante Comisión Federal de
Electricidad pues pareciera que es durante este intervalo que
comercializa el flujo energético como negocio redondo, y en el sentido
inverso, en detrimento de los bolsillos de quienes como rehenes seguimos
siendo usuarios de la misma.