Miguel Ángel Velázquez - Ciudad Perdida - Opinión
Son muy pocas las
buenas noticias que provienen del escenario electoral. Se diga lo que
se diga, la gente, cuando menos en la ciudad de México, hace ya algunas
contiendas de este tipo dejó de creer que se trata de una justa en el
terreno de lo que los políticos llaman
democracia, y les conceden muy poca credibilidad a los funcionarios encargados de la elección y al resultado de la misma.
Y para empezar, las campañas, claro, el tema que más disgusta a la ciudadanía es el de la contaminación que produce la basura que genera la disputa por los diferentes puestos que se juegan en la elección. La situación a este respecto es cada vez más preocupante porque no sólo va en el sentido de contaminación visual de la que se quejan cada vez más los ciudadanos, que miran su calles parchadas y sucias, sino también en cuanto a los gastos que los partidos políticos y las autoridades realizan para montar y quitar la propaganda que se pega, se cuelga o se entrega, cuando menos en esta ciudad.
Los datos que se tienen al respecto nos cuentan parte de la historia negra de las elecciones en la capital del país. Por ejemplo, al concluir las elecciones del primer año de este siglo, es decir, en el 2000, el Gobierno del DF retiró de la vía pública 100 toneladas de propaganda política; para la contienda de 2003 ya eran 120 las toneladas de esa misma basura, que retiró la autoridad, y para 2005 se calcula que el desecho de la propaganda política se había incrementado, cuando menos en un 10 por ciento.
Y después de la elección, para que el mobiliario urbano que se usó para dar a conocer no las ideas, no los programas políticos con los que pretenden convencer a la gente, sino las caras y si acaso una frase fabricada para alguno de ellos, vuelva a quedar como antes del agarrón político –cosa que se logra en muy pocas ocasiones– se han tenido que gastar hasta 15 millones de pesos, que para las actuales circunstancias de quiebra económica en el país parecen, desde todos los puntos de vista, un despilfarro.
De tal tamaño ha sido la producción de esa propaganda que en
2003 el Instituto Electoral del DF regaló a la Comisión Nacional de
Libros de Texto Gratuitos cerca de 100 toneladas de boletas electorales
que en programa de reciclaje se convirtieron en 215 mil libros. Esa
quizás sea la única buena noticia que se puede hallar de este episodio
de lo que se ha dado en llamar
democracia.
Será muy importante mirar de cerca cuáles son las propuestas que
tiene cada partido para no llenar las calles de la ciudad con
propaganda, regularmente mentirosa, que termina como basura, y en ese
mismo sentido el votante tendrá la posibilidad de premiar o condenar a
aquellos que están en contienda. ¡Que así sea!
De pasadita
Hoy, el Instituto Electoral tendrá que tomar una decisión
respecto de la participación de la señora Xóchitl Gálvez como candidata
a la delegación Miguel Hidalgo. Sabidas son ya, en todos los ámbitos,
las trampas de la mujer que dice vivir en el DF desde hace 17 años, pero
su credencial para votar pertenece al estado de Hidalgo, lo que
demuestra la mala fe de la hidalguense, quien seguramente pensó que si
en su estado natal no conseguía nada, porque por allá no la quieren,
tendría como salida de emergencia el DF para seguir medrando de los
impuestos de la gente. Allá y las autoridades electorales que no gozan
del mejor prestigio si dejan pasar a la señora, porque la gente no los
va a perdonar.
Y nada, que al que sí bajaron de la contienda fue a Ricardo Ríos
Garza, hermano del procurador del DF y gente del primer círculo del jefe
de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. Dicen que el pecado de Ricardo Ríos
fue no estar afiliado al PRD, como señalan sus estatutos, pero pocos se
tragan la píldora. ¿Qué fue? ¿Qué pasó?