martes, 7 de abril de 2015

Quien llegue, nada cambiará

FotoManifestaciones y activismo en redes sociales, las opciones de algunos
Movilización social, única vía para el cambio, coinciden estudiantes 
Alonso Urrutia y Emir Olivares / Periódico La Jornada / Martes 7 de abril de 2015, p. 2
¿Votar? No tiene caso cuando todos los políticos son corruptos y sólo buscan el interés de un grupo minoritario, no el de las mayorías. Así sintetizan su sentir algunos jóvenes ante la avalancha de promocionales y espectaculares con voces o rostros de personajes lejanos, muchas veces desconocidos, que no les transmiten nada y a quienes prefieren no ver ni escuchar.
No se trata de apatía. Sus historias los han conducido a otras formas de hacer política: inundan las calles para manifestarse contra lo que sucede en el país; colaboran en proyectos comunitarios; participan en grupos de discusión; salen día a día a trabajar para apoyar a su familia; escriben artículos para medios libres o para blogs. Se expresan y hacen activismo en las redes sociales; aspiran a ser uno de los privilegiados que ingresan a la universidad; soportan largas jornadas laborales a cambio de unos pocos pesos; van al cine; algunos cuidan a sus hijos y también, por qué no, se enfiestan.
Nada les dice la campaña por el voto promovida por el Instituto Nacional Electoral (INE), menos aún los mensajes que por diversos medios han emprendido todos los partidos políticos. La mayoría no ven la relevancia de acudir a las urnas: Nada va a cambiar. El calendario electoral no representa un pendiente para la juventud.
En 2012, Paula Santoyo, estudiante del Instituto Tecnológico Autónomo de México, de 23 años, fue parte del movimiento #YoSoy132. Se pronunciaba por el voto útil e informado para los comicios. Junto con otros jóvenes documentó irregularidades durante aquel proceso electoral; acreditaron más de 2 mil.
Con esa experiencia me quedó claro que las instituciones electorales no son congruentes y no protegen las elecciones. Se ha comprobado la compra y coacción del voto, y las sanciones se quedan en multas y llamados de atención. Eso no basta. En sus orígenes, el instituto fue el resultado de una lucha ciudadana por recuperar la organización y vigilancia de los comicios, pero los partidos lo han corrompido. Nuestra democracia se limita a dar al ciudadano la posibilidad de acudir a las urnas cada tres años. Pero la participación política no se restringe al sufragio.
Tras el fin del #YoSoy132, Santoyo se sumó a movilizaciones por diversas causas. La más reciente: la plataforma de solidaridad con Ayotzinapa. Hoy considera que de nada sirve el sufragio, mucho menos en Guerrero, donde votar sería sufragar por el crimen organizado.
Su balance no es positivo: los casos Tlatlaya y Ayotzinapa; la Casa Blanca de Enrique Peña Nieto; la crisis económica; la creciente impunidad; la falta de confianza ciudadana en las instituciones; la cada vez más marcada escisión entre la clase política y la sociedad, y la cruda realidad juvenil, en la cual se cierran las puertas para acceder a una educación superior de calidad. Además, se enfrentan altos niveles de desempleo y cuando hay trabajo es precario, mal pagado y sin prestaciones.
César Figueroa tiene 25 años y ya es padre, por lo cual tuvo que dedicarse al trabajo antes de poder ingresar a la universidad, proyecto al que no renuncia.
Los políticos nos han traicionado. Un ejemplo es la reforma laboral, que afecta a todos los jóvenes con la subcontratación, la falta de prestaciones. Cada día nos suben más los impuestos. En campaña hablan del interés por la juventud, nos buscan, pero sólo para beneficiarse de nuestro apoyo. En realidad sólo velan por su interés y el de sus grupos. Por eso no me interesa votar.
Sin duda una de las estudiantes que más destacaron durante el conflicto en el Instituto Politécnico Nacional fue Zamantha López. Su corta edad, 19 años, no fue impedimento para confrontar con argumentos sólidos a los experimentados representantes gubernamentales que se sentaron en la mesa de diálogo con los politécnicos. La estudiante de ingeniería biotecnológica piensa que México no es un Estado fallido. Por el contrario, funciona bien, pero no para los intereses del pueblo, sino sólo de algunos.
Aún no define si acudirá a las urnas en junio próximo, pero tiene clara una cosa: Llegue quien llegue, nada cambiará. Lo único distinto serán los nombres, pero que alguien sea electo diputado o para cualquier otro cargo no representa un cambio para el país. Las transformaciones en México no emanarán de ningún partido político, sino de la movilización social.
Para Stephanie Juárez, de 23 años, la situación del país es terrible. Cree que el sistema es bueno, pero tenemos líderes corruptos y mentirosos. En receso por cambio de carrera, por ahora se prepara para reingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
No tiene expectativas en la elección. Todos son iguales, y la historia se repite. Promesas de cambio, de que ahora sí no habrá pobreza, que crecerá la economía, que darán voz a los jóvenes, pero nada pasa. Dicen que si no votas es malo, pero ¿para qué? Si nada cambia, ya ni los que se dicen de izquierda son fieles a la izquierda.
Mildreth Medina es integrante del colectivo Izquierda Revolucionaria Internacionalista Buenaventura Durruti y egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. De 27 años, se reivindica marxista y comunista. Para ella, votar es un circo que legitima la democracia burguesa. Las elecciones son un vehículo de ascenso del fascismo.
Afirma que los partidos y sus integrantes representan lo más podrido de la sociedad, pues sólo velan por los intereses de una minoría burguesa en detrimento de la clase trabajadora, a la que reprimen y mantienen lejos de las decisiones públicas.
En sentido contrario, Mercurio Cadena, de 25 años, enfatiza la importancia de la participación ciudadana a través del voto para evitar que los partidos sigan operando en beneficio de unos cuantos. Es un error alejarse de las urnas como mecanismo de protesta sin tener uno de propuesta. Los partidos serían los más felices, porque continuarán actuando como hasta ahora.
Recién egresado de la carrera de derecho por el ITAM, intentó registrarse como candidato independiente a diputado; sin embargo, no pudo cumplir los engorrosos requisitos impuestos en la ley. Lo hizo porque considera que la situación del país es deplorable, debido a la dinámica de la clase política que se ha consolidado como clase social que sólo vela por sus intereses.
Refiere que la historia reciente ha definido la participación política únicamente como ejercicio del sufragio o por la pertenencia a grupos corporativos, y todo lo demás no lo es. Hoy debemos dar el paso de la indignación y fastidio a la participación, y una forma es ocupando los espacios de toma de decisiones públicas.
Gracia Rodríguez, de 26 años, es estudiante del Centro Universitario de Teatro de la UNAM. Por un tiempo intentó militar en Morena, pero se decepcionó al darse cuenta de porquerías y se alejó de la participación política. Pero tras los hechos en Iguala, Guerrero, contra los normalistas de Ayotzinapa –donde fueron asesinados tres y 43 están desaparecidos–, su indignación la hizo salir a las calles y se sumó a las asambleas y otras actividades convocadas por los universitarios.
Escuetamente resume la situación del país: Está de la chingada. No confía en la clase política ni en las elecciones, por lo que no espera nada de los comicios intermedios. Ganará quien tenga el poder, los conectes y el dinero. El cambio sólo vendrá del movimiento social que hemos visto en meses recientes. Pese a ello votará, pero anulará su sufragio. Aunque ninguno me representa, lo haré, porque si no no puedes criticar. Quizá si todos los que votamos en blanco nos organizáramos, otra cosa sería.
Sarahí Muñoz tiene 27 años y es madre soltera. Terminó una carrera técnica en administración, y con lo que gana apenas cubre los gastos de ella y de su hija de cinco años. Sabe que el país está en crisis y que en parte es por la actuación de los funcionarios. Sí voy a sufragar, pero lo anularé porque todos son iguales. Prometen y no cumplen nada, sólo quieren llegar al poder y enriquecerse.
Dedicado a la entrega de correspondencia para la UNAM, Jonathan Guzmán, de 22 años, advierte que desde el Presidente hasta los alcaldes carecen de prestigio y credibilidad. No veo razón para votar, no hay ni a cuál irle. No veo que piensen en los jóvenes, no abren más universidades ni hacen algo para que suban los salarios. Nosotros pagamos impuestos para que hagan bien su trabajo, pero lejos de eso se corrompen, y al pueblo, en especial a los jóvenes, lo reprime. ¿Para qué sufragar?


Fuente: La Jornada - Politica