miércoles, 29 de abril de 2015

Carecen de alimentación adecuada 3 de cada 10 niños en México: Inegi

Un niño en la región mixteca de Oaxaca. Foto: Hugo CruzJuan Carlos Cruz Vargas - Proceso 
MÉXICO, D.F. (apro).- En México la población infantil y adolescente sin acceso a una alimentación adecuada aumentó 2.5% entre 2008 y 2012, admitió el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Al dar a conocer las estadísticas a propósito del Día del Niño, el Inegi alertó que esa carencia muestra la mayor vulnerabilidad a la que se enfrenta la población infantil y adolescente en materia de alimentación y nutrición y, por tanto, conlleva la necesidad de mitigar las limitaciones nutricionales en las etapas tempranas de la vida, las cuales pueden tener consecuencias irreversibles para el desarrollo cognitivo, motriz y emocional de las personas que las padecen.
Según el Inegi, tres de cada 10 niñas y niños habitan en hogares donde existe algún tipo de restricción moderada o severa para acceder a la alimentación requerida para llevar una vida sana y activa.
Las cifras son alarmantes: Según el grado de inseguridad alimentaria, puede observarse que, en 2012, mientras 66.5% de la población infantil en situación de pobreza extrema tiene un nivel de inseguridad alimentaria moderada o severa, en la población en pobreza moderada este porcentaje es de la mitad, es decir, 33.7%.
Esto pone de manifiesto que dentro de la propia población en pobreza hay disparidades importantes en el acceso a la alimentación.
Alimentación, base para la sobrevivencia
De acuerdo con las proyecciones de población 2010-2050 del Consejo Nacional de Población (Conapo), a mitad del 2014 en el país residían 40.2 millones de niños de 0 a 17 años de edad, en términos relativos representaban 33.6% de la población total estimada para ese año.
Según el organismo de estadística, en los primeros años de vida resulta crucial la sobrevivencia del niño, por lo que cumplir los cinco años de edad es un logro importante, sobre todo para aquellos que enfrentan un contexto de pobreza, desnutrición y un medio ambiente poco adecuado para su salud.
Después de esta edad, asistir a la escuela y recibir una educación de calidad resulta esencial para desarrollar sus potencialidades y ampliar las oportunidades que permitan mejorar su calidad de vida.
Pese a los avances en materia de salud y a la reducción de la mortalidad en los niños, prevalecen enfermedades que siguen cobrando vidas entre los infantes en todo el mundo, principalmente en la población de hasta 4 años de edad, entre ellas las infecciones respiratorias agudas (IRAS) y las enfermedades diarreicas agudas (EDAS), que en México representan la primera y segunda causa de enfermedad para ese grupo poblacional.
Estas patologías se relacionan con otros factores como el acceso a servicios de salud, condiciones socioambientales y a condiciones de salud, entre ellas el bajo peso al nacer y la desnutrición, problemas que en países en vías de desarrollo, como México, siguen subsistiendo.
La mortalidad causada por estas enfermedades depende, en gran medida, de la disponibilidad de un tratamiento oportuno, así como del estado general de salud previo a la presencia de aquéllas.
“Los infantes malnutridos o inmunodeprimidos tienen mayor riesgo de presentar episodios repetidos de infecciones respiratorias o enfermedades diarreicas; esto empeora su estado nutricional y de salud e incrementa la manifestación de complicaciones como la neumonía”, señaló el Inegi.
Niños, sin seguridad social
Si bien se han presentado avances en materia de cobertura de los servicios de salud y acceso a la seguridad social, es necesario destacar que aún existen grandes retos para garantizar el cumplimiento de estos derechos sociales a la población infantil.
Según el Inegi, en 2012 cerca de 19.7% de las niñas y niños, equivalente a casi ocho millones de personas, carecían de acceso a servicios de salud por parte de alguna institución pública o privada. Asimismo, tres de cada cinco personas de 0 a 17 años carecía de algún tipo de acceso a la seguridad social, lo cual implica que 25.4 millones de personas en este grupo de edad no contaban con mecanismos de protección social.
El organismo señaló que aun cuando la introducción del Seguro Popular y el Seguro Médico para una Nueva Generación han incrementado la cobertura en salud, las intervenciones de estos programas no contemplan todas las prestaciones previstas en la seguridad social, como la incapacidad con goce de sueldo en caso de accidente o enfermedad de los ascendentes de los menores de 18 años.
Y lanzó: “Mientras en México no se amplíe la cobertura de la seguridad social, o se creen opciones alternativas a las mismas, una proporción considerable de niños y sus familias correrán el riesgo de ver comprometido su futuro ante eventualidades ajenas a su control”.
Niños que trabajan, niños pobres
…Y la vida no es sencilla para los niños mexicanos en un entorno de carencias
De acuerdo con los resultados del Módulo de Trabajo Infantil 2013 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), 8.6% de los menores de 5 a 17 años realizan una actividad económica, es decir, forman parte de la población ocupada.
De ellos, la mayor proporción de población infantil, trabaja para un familiar; dos de cada 10 trabajan porque su hogar necesita de su trabajo; 8.7% porque su hogar necesita de su aportación económica, y 23.3% lo hace para poder solventar sus estudios.
En cuestión de salarios la situación es patética: 45.9% no recibe ingreso o su ingreso no es monetario; de los que perciben ingresos, 28.4% recibe hasta un salario mínimo, más de la tercera parte (17.3%) recibe más de uno y hasta dos salarios mínimos, y sólo 1.2% recibe más de tres salarios mínimos.
Es decir, a los que bien les va apenas ingresan menos de 200 pesos al día.
De acuerdo con el informe del Inegi, el trabajo infantil constituye una violación de los derechos de niñas y niños, ya que impide su sano crecimiento y trunca su desarrollo escolar. La UNICEF dice que en cualquier país el trabajo infantil es un obstáculo para el desarrollo social y económico, ya que socava las competencias de su futura fuerza laboral y favorece la transmisión intergeneracional de la pobreza, al tiempo que perpetúa las desigualdades existentes.
México no es la excepción.

Fuente: Proceso