
Stella Calloni/Prensa Latina

Estos crímenes cometidos en varios países de Europa “occidental” integran la historia negra de lo que fue la guerra sucia
anticomunista, bajo la dirección de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA, por su sigla en inglés), la agencia de inteligencia británica MI6 y
el control de la OTAN, cuyos responsables y ejecutantes nunca han sido
llevados ante la justicia.
En el libro Los ejércitos secretos de la OTAN: la Operación Gladio y el terrorismo en Europa occidental
(El Viejo Topo, 2005), el catedrático investigador Daniele Ganser,
quien trabaja en historia moderna en la universidad de Bale (Francia),
da cuenta de una historia de terrorismo en esa región que ha estado
oculta bajo la alfombra durante demasiado tiempo.
Tomando como base un documento original
de los servicios secretos militares italianos (Sifar) fechado el 1 de
julio de 1959 y titulado Las fuerzas especiales del Sifar y la Operación Gladio, el investigador Daniele Ganser realizó un trabajo impactante.
“Este documento probaba que un ejército
secreto vinculado a la CIA y la OTAN, llamado Gladio (espada), había
existido en Italia durante la Guerra Fría [...] basándome en fuentes
italianas, rápidamente me di cuenta sin embargo de que durante ese
periodo los ejércitos llamados Stay-behind [que traduce el autor como
“retaguardia” o “quinta columna”] habían existido en los 16 países de la
OTAN. Investigaciones posteriores me llevaron a concluir que de los 16
países de la OTAN podían ser excluidos Islandia, sin Fuerzas Armadas, y
Canadá, muy lejos de la frontera soviética”, escribe Ganser.
Sin embargo, el investigador pudo
comprobar que también habían existido los ejércitos Stay-behind
(secretos) con vínculos indirectos con la OTAN en cuatro países
neutrales: Suecia, Finlandia, Austria y su nativa Suiza.
En 1990, el entonces primer ministro
italiano Giulio Andreotti “se vio forzado a confirmar que había existido
un ejército secreto en Italia y en otros países de Europa occidental
que formaban parte de la OTAN” y que, coordinado por “la heterodoxa
sección militar” de este organismo, el ejército secreto había sido
organizado por la CIA estadunidense y el servicio secreto británico (MI6
o Servicio de Inteligencia Secreto) para combatir al comunismo,
recuerda Ganser.
Investigado entonces como “una red
clandestina” por jueces, parlamentarios, académicos, periodistas a lo
largo y ancho de Europa, el nombre en código de estos ejércitos secretos
que en Italia era Gladio, en Dinamarca se denominaba Absalón, en
Noruega Roc, en Bélgica Sdras y la lista sigue…
“En cada país el servicio secreto
militar ponía en funcionamiento dentro del Estado al ejército secreto,
siempre en colaboración estrecha con la CIA y el MI6 y a espaldas de
los parlamentos y la población”, cita Ganser, mientras que el encargado
de coordinar las redes a nivel internacional era el Allied Clandestine
Comnittee (Comité Aliado Clandestino) que también se llamó de Comité de
Coordinación y Planificación.

De Gladio a Cóndor
Las investigaciones sobre la Operación
Cóndor –que comenzaron activamente después del asesinato en Washington
del exministro chileno Orlando Letellier (una de las más importantes
figuras del gobierno de Salvador Allende, derrocado por los militares
chilenos y la CIA en septiembre de 1973)– se dinamizaron con el
descubrimiento, en diciembre de 1992, de algunos documentos clave en el archivo del terror
de la dictadura de Alfredo Stroessner, en Paraguay (1954-1989). Entre
estos documentos, la desclasificación de archivos y las investigaciones
de distintos autores se encontraron los datos de los fascistas
italianos, y no cualquiera, sino algunos de los más importantes
criminales de los ejércitos secretos de la OTAN en Europa, como Delle
Chiaie y Vinciguerra.
Delle Chiaie estuvo refugiado en España,
bajo la dictadura de Francisco Franco, junto al jefe fascista italiano
Valerio Borghese (Príncipe Negro o Príncipe Borghese). Este líder
fascista, miembro de la organización terrorista Ordine Nuovo, había
sido salvado por el agente de la CIA James Angleton, después de la
Segunda Guerra Mundial.
Cuando –a pesar de la guerra sucia anticomunista
en 1968–, “los votos combinados de los socialistas y comunistas
derrotaron a la Democracia Cristiana Italiana, Boghese, con la estrecha
colaboración de la CIA estadunidense”, como señala Ganser, los hombres
de Gladio intentaron el segundo golpe de Estado en Italia el 7 de
diciembre de 1970.
El primer golpe en ese país sucedió en
1964 mediante la Operación Piano Solo, durante la cual, masiva y
sorpresivamente, se detuvo a líderes políticos y sindicales de la
izquierda italiana; y también se lo hizo en la década de 1970,
llevándolos a una prisión controlada por Gladio en Cerdeña.
Esta segunda acción golpista se realizó
bajo el nombre en código de Operación Tora Tora, “recordando el ataque
japonés a las naves estadunidenses en el puerto de Pearl Harbor”.
La investigación de Ganser evidencia que
durante 4 décadas –desde la década de 1950– actuaron estos ejércitos
secretos en las acciones terroristas de la contrainsurgente Operación
Gladio y otras similares bajo diversos nombres en los países europeos,
que estaban integrados por connotados fascistas europeos, quienes además
de su acción terrorista en Europa, y en nombre de la “lucha
anticomunista”, estuvieron detrás de varios de los más impactantes
crímenes de la Operación Cóndor, lo que no pudo haber sucedido sin que
lo supieran los jefes de la OTAN.
Delle Chiaie y Vinciguerra, entre otros,
viven como “testigos protegidos” en Italia, en realidad “protegiendo” a
los servicios secretos de los países europeos, funcionarios y civiles
que fueron parte de esa guerra sucia.
A éstos y a los servicios de inteligencia
italianos, franceses, alemanes, belgas, así como a los jefes de la
OTAN de esos años, deberían citarlos a declarar en los juicios sobre la
Operación Cóndor en América Latina y por los crímenes en la Europa de
la posguerra.
Stella Calloni/Prensa Latina
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Fuente: Contralinea