
Flor Goche - Contralinea
Imágenes como ésta son comunes en Ayotzinapa, una normal rural para hijos de pobres, primordialmente de campesinos, ubicada en el municipio de Tixtla, Guerrero.
Ante la escasez de dormitorios, los
alumnos de esta escuela-internado optaron por cambiar el propósito del
cuarto de ducha de la alberca: erigieron ahí dos habitaciones. En una de
ellas se encuentra el improvisado cuarto de baño que sólo suministra
agua fría. En tiempos de lluvia, pequeñas esferas líquidas traspasan el
techo sin impermeabilizante.
Cuatro estudiantes viven en este espacio
de unos 80 metros cuadrados que incluye mingitorios, lavabos y retretes
en mal estado. Son hijos de campesinos. Todos ellos cursan el último
año de la licenciatura que los forma como maestros. Duermen en literas
que han sido utilizadas ya por cinco generaciones y en colchones
otorgados por el gobierno desde hace 1 década.

En el contexto de las condiciones en que se vive en Ayotzinapa, quienes habitan este lugar cercano a la alberca pueden considerarse “privilegiados”. Los estudiantes de primer ingreso ni siquiera tienen literas ni colchones. Viven hacinados en espacios de 3 por 3 metros a los que llaman “cavernas”. Las paredes son húmedas y la ventilación escasa.
La Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa
(lo mismo que las otras 16 normales rurales que aún existen en México,
instituciones diseñadas explícitamente para los hijos de campesinos) es
herencia de la Revolución Mexicana que se propuso abrir el sistema
educativo a los sectores sociales históricamente excluidos.
Aunque inició operaciones en 1926, fue hasta 1933 que la primera piedra de su construcción fue plantada sobre la exhacienda de Ayotzinapa,
un terreno de más de 2 hectáreas. Desde entonces, sus instalaciones no
han sido objeto de una remodelación profunda. Capas de pintura fungen
como parches de desperfectos.
Puertas abolladas, vidrios rotos, pisos
quebrados, techos carcomidos por la humedad, paredes impregnadas de moho
ya son parte del ambiente de esta escuela-internado exclusiva para
varones.
Indudablemente el área de dormitorios es la más deteriorada, asevera Guillermo,
integrante del Comité Estudiantil Ricardo Flores Magón de la normal de
Ayotzinapa. Incluso, detalla, algunos han tenido que ser resanados por
los propios alumnos con pedazos de cartón, madera o con lo que
encuentren.
Hay otras mellas que no son tan evidentes
al ojo. De acuerdo con José Luis Hernández Rivera, director de esta
normal, la red de agua de la escuela colapsa constantemente por lo que
ha sido objeto de diversas remiendas. El edificio de dos plantas que
concentra la mayoría de las aulas, habría igualmente llegado al fin de
su vida útil. Basta con que un estudiante golpee la pata de su butaca
para que el inmueble se cimbre, refiere el funcionario.

Como lo ha documentado Tanalís Padilla, experta en temas de disidencia campesina en México y en escuelas normales rurales, fue a partir de la gestión de Manuel Ávila Camacho, presidente de México, que las normales rurales empezaron a ser pesadumbre para los gobernantes. Desde entonces, diversos mecanismos de exterminio han caído sobre sus muros y moradores: van desde el abandono, el cierre y el olvido de las instalaciones educativas y sus sistemas de internado, hasta la satanización y el embate frontal contra sus estudiantes.
Durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz
fueron cerradas 15 de las 29 normales rurales que entonces existían en
el país; 45 años después, tres jóvenes normalistas fueron asesinados,
dos heridos de gravedad y 43 detenidos-desaparecidos por agentes del
Estado. En los hechos, está comprobada la participación de policías
municipales y un presidente municipal.
En entrevista con Contralínea, Ana
Isabel Jorge Alarcón, jefa del Departamento de Normales de Guerrero,
asegura que la pretensión nunca ha sido cerrar la normal. Lo que se
tiene que hacer, simplemente, es “voltear [sic] los ojos para atenderla mejor”.
En este sentido, argumenta, Ayotzinapa es
la normal con mayor matrícula en Guerrero (140 lugares, de los cuales
100 son para educación primaria y 40 para educación primaria
intercultural bilingüe), la primera en emitir su convocatoria de nuevo
ingreso y la única que ha logrado conservar su licenciatura en educación
primaria.

La representante de la Secretaría de Educación de Guerrero explica que, aunque la situación económica de la entidad no ha permitido transformar la infraestructura de la normal rural de Ayotzinapa, “se han venido mejorando algunas cuestiones”. Tal es el caso de la reciente construcción de un inmueble en el que hay un taller de idiomas y uno de matemáticas, y de uno que funge como dormitorio y que fue edificado por recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Además, dice, de que “se tenía la idea” de entregar a los estudiantes 225 literas y 525 colchones ortopédicos a finales de septiembre pasado, así como “una cantidad de material didáctico”.
“A veces lo poquito que se hace no se nota porque es más la carencia que las necesidades que estamos cubriendo”, señala la funcionaria.
Isabel Jorge comenta que para transformar
la escuela, tanto autoridades como estudiantes deben hacer su trabajo,
pues “una cosa es que no se tengan todas las condiciones y otra es la
limpieza, la situación salubre que hay que tener, y creo que ahí tenemos
que trabajar con estos chicos”.
Para la jefa del Departamento de Normales
de Guerrero resulta imperativo contar con un plan emergente que
priorice el mantenimiento pero sobre todo la construcción de nuevas
habitaciones y baños, así como las necesidades sanitarias de la escuela
por encima de las “peticiones individualizadas” que anualmente plantean
los estudiantes, tales como la dotación de uniformes o computadoras
personales, mismas que, dice, “no nos permiten atender lo general, lo
que es para todos, para el beneficio común”.
“Se les dan las cosas, pero a lo mejor
lo que les estamos dando no sea lo mejor, sino que tenemos que llegar
más allá: ver más el beneficio común, el institucional como escuela”,
acota
—¿El gobierno del estado cuenta ya con
algún plan emergente que contemple la remodelación profunda de las
instalaciones educativas? –se le pregunta.
—No. Por el momento no tenemos un plan.
El señor Ángel Aguirre [exgobernador de Guerrero] había presentado
incluso una maqueta con planos de una transformación a la escuela, pero a
lo mejor va muy lenta, no es con la rapidez que se requiere. Pero
también es la cuestión de los recursos económicos lo que impide que esto
se lleve a cabo.

49 millones, el presupuesto
De acuerdo con información proporcionada
por la Secretaría de Educación de Guerrero, para 2014 el presupuesto
anual destinado a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de
Ayotzinapa, que alberga a 522 jóvenes, asciende a 49 millones 255 mil
817 pesos. El 70 por ciento de estos dineros van para servicios
personales; el resto, para gastos de operación, desde becas
estudiantiles hasta infraestructura y material de limpieza.
El de 2014 es el presupuesto más bajo que
la normal ha recibido en los últimos 4 años. En 2011 se invertían 103
mil 938 pesos por alumno; en 2012, 121 mil 674; en 2013, 127 mil 637. En
tanto, en 2014, el subsidio fue de tan sólo 94 mil 360 pesos.
El rubro más afectado es el pago de
servicios asistenciales, que en 2011 fue de 9 millones 20 mil 981 pesos y
en 2014 de 6 millones 506 mil 692. Éste incluye alimentos, gastos de
operación, material de limpieza, pre y premios.
En servicios asistenciales están
englobados también los 17 mil pesos que cada mes recibe la dirección de
la normal para satisfacer, entre otras necesidades, los gastos por
servicios de internet, teléfono, papelería, tóner, taxis, comisiones,
comida y pasajes para los maestros que asisten a cursos. Dineros que, a
decir de José Luis Hernández Rivera, “no alcanzan”.
Al respecto, Bardomiano Martínez
Astudillo, subdirector académico de Ayotzinapa, señala que aunque la red
de internet se financió en un principio con recurso federal, a partir
de agosto pasado son ellos quienes tienen que asumir ese gasto.
En el tema de becas y apoyos estudiantiles, los alumnos de primero a sexto semestres de la licenciatura tienen acceso al “pre”, nombre que se da a los 33 pesos que reciben mensualmente. En tanto, los de séptimo y octavo semestre son acreedores de dos becas, una federal y una estatal, que buscan solventar los gastos propios de las prácticas que realizan fuera de la escuela. Cabe destacar que en abril y diciembre, por periodo vacacional, los 1 mil 725 pesos de ambas becas se reducen a la mitad.
Dado el sistema de internado que
caracteriza a la institución, los alumnos son, asimismo, financiados en
cuestión alimentaria, monto que asciende a 50 pesos por persona y que
contempla las tres comidas diarias.
Al respecto, Guillermo, integrante
del Comité Estudiantil Ricardo Flores Magón, precisa que estos apoyos
son siempre insuficientes. Por ejemplo, dice, la comida no alcanza para
todos, además de que las raciones son muy pequeñas. A propósito de los 1
mil 725 mensuales pesos que reciben para sus prácticas docentes, el
estudiante comenta que ese dinero dura “si acaso, dos semanas”, puesto
que los gastos son diversos: transportación, hospedaje, comida,
materiales y, en algunas ocasiones, hasta uniformes.
Falta de materiales didácticos, libros de
texto (entre ellos, de literatura mexicana e investigación),
proyectores, butacas, mesas, herramientas para trabajar la tierra son, a
decir de Guillermo, algunas de las principales carencias de la
normal de Ayotzinapa, rematadas por la constante saturación del servidor
de internet con que cuenta la escuela, no obstante que las tecnologías
de la información y la comunicación ya forman parte del plan curricular.
“Nosotros estamos en el abandono total.
Es algo muy triste lo que está pasando en la escuela, a pesar de que de
aquí han salido grandes maestros”, lamenta el joven.

Como una forma de paliar esta realidad y de brindar apoyo a los alumnos que no tienen siquiera para los útiles que emplean durante su formación, la comunidad Ayotzinapa sale a las calles a realizar actividades de boteo u organiza actos socioculturales que también le sirven como mecanismos de colecta. Asimismo, el Comité Estudiantil administra los dineros provenientes de las actividades productivas que los alumnos de primer grado realizan en las parcelas de la escuela: siembra de frijol, maíz, flores de terciopelo y de cempazúchitl.
Ana Isabel Jorge Alarcón, jefa del
Departamento de Normales de Guerrero, sostiene que con el objetivo de
que las finanzas no se conviertan en motivo de confrontación, las
autoridades educativas, en la medida en que la suficiencia presupuestal
lo permite, han dado recursos para la provisión de uniformes,
cobertores, butacas, pintura y material didáctico, incluso para los
festejos del aniversario de la normal. “A veces no se les puede dar en
los tiempos en que ellos nos lo solicitan, pero se les está dando”.
El presupuesto destinado a esta
institución educativa y los detalles de su ejercicio han permanecido en
la opacidad. Incluso, el director de la normal de Ayotzinapa refiere
desconocer el monto total que se le otorga. En el pliego de demandas que
anualmente entregan a las autoridades educativas, los estudiantes han
pedido saber a cuánto asciende este recurso.

Derecho a la educación, sujeto a cabildeo
El derecho a la educación consagrado en
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en tratados
internacionales de derechos humanos está en riesgo. Año con año, los
estudiantes de las 17 normales rurales que existen en el país emprenden
procesos de cabildeo con las autoridades educativas. La subsistencia de
estas instituciones es el objeto de la negociación.
Durante los últimos meses del año, los
estudiantes entregan a los gobernantes sus pliegos de demandas. Piden
que la matrícula sea garantizada y que no se reduzca y, en consecuencia,
la publicación de la convocatoria de nuevo ingreso. Piden que se
incrementen los montos de las becas y el recurso destinado para su
alimentación. Piden mantenimiento de máquinas de tortillas y de
lavandería y del sistema de alumbrado. Piden mobiliario, cobertores,
uniformes, medicamentos. Piden la construcción de dormitorios y aulas.
Piden el respeto a su organización estudiantil.
Las demandas de los normalistas rurales
tan sólo son las esenciales para ejercer con dignidad el derecho a la
educación. No obstante, éstas son atendidas y cumplimentadas a
regañadientes, dependiendo del nivel de movilización alcanzado. El éxito
se supedita también al contexto por el que atraviese la institución
educativa en cuestión.
En 12 de diciembre de 2011, Jorge Alexis
Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, alumnos de normal de
Ayotzinapa, fueron asesinados por funcionarios públicos mientras exigían
audiencia con el gobernador de Guerrero para iniciar la gestión de sus
peticiones estudiantiles. Fue entonces que la CNDH dirigió su mirada
hacia el sur y emitió la Recomendación 1VG/2012 en la que, entre otras,
conmina al poder ejecutivo y legislativo local a instrumentar un
programa emergente que atienda las necesidades de las escuelas normales
rurales del estado, especialmente, la de Ayotzinapa.
Gracias a esta recomendación, cimentada
en el asesinato de dos jóvenes normalistas, las instalaciones educativas
cuentan hoy con un nuevo edificio de tres niveles que sirve como
dormitorio.

De su recorrido por aulas, dormitorios, sanitarios, comedores y diversos espacios comunes de la normal, los visitadores de la CNDH destacaron como asunto de “especial preocupación”, el hecho de que “las áreas asignadas para dormitorios y servicios sanitarios reflejan el abandono institucional del que han sido objeto las instalaciones de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, y su personal, y como a pesar de existir ciertas acciones las políticas públicas implementadas para atender la problemática prevaleciente en la multicitada institución educativa, han sido insuficientes y en algunos casos omisas para garantizar cualquier tipo de derecho humano referido a la educación, protección a la salud, desarrollo y vivienda digna”.
Se refirieron, asimismo, a la forma en
que las autoridades educativas han atendido las demandas estudiantiles:
“Es inadecuada, ya que las acciones emprendidas representan solamente un
paliativo, pero de ninguna forma han contribuido a resolver en
definitiva la problemática que padece la institución desde hace
décadas”.

A decir de Ana Isabel Jorge Alarcón, jefa del Departamento de Normales de Guerrero, dicha recomendación se ha atendido de manera muy puntal. Prueba de ello es la edificación del inmueble de dormitorios. Dado que esta tarea fue encomendada a Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas del estado, la funcionaria dice no tener información respecto de cuándo se concluirán las otras tres obras comprometidas y que están a medio construir: un segundo edificio de dormitorios, un nuevo sistema de drenaje y la pavimentación de un tramo de la escuela.
En 2012, durante su gestión como Secretario General del Comité Estudiantil de Ayotzinapa, Manuel,
ahora egresado, se enfrentó a las dificultades que implica la gestión
de las necesidades básicas ante el Estado. “La situación aquí es bien
complicada. Todo lo que se ha logrado en la escuela, el cambio de
literas en 1990, el cambio de colchones en el 2005… ha sido gracias a
las movilizaciones, porque no ha habido voluntad por parte de los
gobiernos. Sabemos que siempre es la misma situación: nos traen de un
día para otro; un día nos dicen que sí resuelven y al otro que no, que
no está en sus posibilidades, que no hay recursos de la federación”.
—Consideras que esta situación atenta contra el derecho a la educación? –se le pregunta.
—Sí. Nosotros siempre los hemos hecho ver
ante las autoridades, ante los de derechos humanos, que es una
violación a los derechos que tenemos todos porque nos niegan la
posibilidad de tener las mejores condiciones para salir mejor
preparados. Completamente son violaciones que nos hacen y que nos
afectan como estudiantes y futuros profesores.
Flor Goche, texto y fotografías, @flor_contra/Enviada
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Fuente: Contralinea