Javier Jiménez Espriú / II y última | Opinión-La Jornada
Como continuación a mi anterior artículo con el mismo nombre, entro en más detalle de lo que considero algunos de los riesgos y agravios más delicados de la reforma energética, que afectarán el futuro del desarrollo nacional: La reforma no garantiza un suministro energético suficiente ni una disminución de precios de la electricidad y de las gasolinas. Por el contrario, pretende mantener “los gasolinazos hasta 2017”, y, aunque se haya excluido la pretendida eliminación de los subsidios al consumo eléctrico, como se irá a precios de mercado en el futuro, subirán las tarifas de ambos de aquí en adelante, contrariamente a las promesas.
Como continuación a mi anterior artículo con el mismo nombre, entro en más detalle de lo que considero algunos de los riesgos y agravios más delicados de la reforma energética, que afectarán el futuro del desarrollo nacional: La reforma no garantiza un suministro energético suficiente ni una disminución de precios de la electricidad y de las gasolinas. Por el contrario, pretende mantener “los gasolinazos hasta 2017”, y, aunque se haya excluido la pretendida eliminación de los subsidios al consumo eléctrico, como se irá a precios de mercado en el futuro, subirán las tarifas de ambos de aquí en adelante, contrariamente a las promesas.
Se vulnera la seguridad energética nacional y la soberanía del país sobre los
recursos naturales, al no fijar plazos para las concesiones petroleras, lo que
prácticamente perpetuará el control de empresas trasnacionales sobre el petróleo
mexicano y porque los intereses de esas empresas, que buscan el mayor
rendimiento para sus inversiones, en el menor plazo posible, provocará sobre
explotación de nuestras reservas y su más pronta declinación.
Prevé la extracción del petróleo por empresas privadas bajo fórmulas
contractuales, que analizaremos en el próximo artículo, que les permitirán
llevarse la mayor parte del valor de los hidrocarburos.
Estas fórmulas contractuales prevén que el Estado les
rembolsela totalidad de sus costos, sin mecanismos que permitan supervisarlos, creando una supercarretera hacia la corrupción y otorgándoles un
cheque en blancoa costa de los mexicanos.
Deja en el vacío el control y la propiedad de activos tan relevantes como la
generación de electricidad hidráulica en las grandes presas que el país ha
construido con grandes esfuerzos y sacrificio de la población local.
Se crea un Fondo Mexicano del Petróleo, cuya principal función es ser una
caja de pagos para reembolsar los costos de las empresas trasnacionales y no el
ahorro a largo plazo.
Socava los derechos de ejidatarios, indígenas y propietarios rurales sobre
sus tierras, al otorgar prioridad a las empresas privadas que lleven a cabo
actividades vinculadas a los hidrocarburos y la electricidad.
Se prevé la contratación de empresas privadas para la comercialización del
petróleo mexicano en los mercados internacionales, cobrando una comisión y
dejando nuestros canales de venta a merced de los intereses privados.
Se impone un requisito de 35 por ciento de contenido nacional, pero a nivel
de la industria y no por contrato. Se le podrá exigir a Pemex cumplirlo a
totalidad y liberar a sus competidores de esta obligación.
Reduce y desmantela innecesariamente a Petróleos Mexicanos y a la Comisión
Federal de Electricidad, empresas públicas que han sido pilar del desarrollo
industrial del país, que han sostenido el suministro energético de los mexicanos
y las finanzas públicas del gobierno desde hace más de 57 años. Y no digamos lo
relacionado con los brazos tecnológicos del sector. El Instituto Mexicano del
Petróleo no merece en la reforma más que un par de artículos transitorios sobre
cuándo y dónde tiene que transferir sus bienes y la información de que dispone.
Del de Investigaciones Eléctricas ni se acordaron. Seguro no saben ni dónde está
ni qué hace.
Deja en manos del mercado servicios públicos esenciales de manera
irresponsable, sin organismos de regulación maduros, lo que expondrá la
explotación de hidrocarburos y el suministro de electricidad a riesgos
irreparables y a vulnerar los derechos de los consumidores y de la Nación.
Se enfrenta al país a conflictos legales, que no serán resueltos en
tribunales mexicanos, sino en arbitrajes internacionales en los cuales los
Estados han tenido muy malas experiencias.
Se evita un manejo transparente y responsable de los recursos y del sector,
sin mecanismos adecuados para evitar el poder corruptor de las grandes
petroleras.
No se toman las precauciones necesarias para el cuidado del medio ambiente,
las comunidades y la salud de las personas. Se impulsan procesos técnicos
controversiales por sus potenciales daños a la naturaleza ( fracking).
Se violentan, además, leyes sobre cuidado del medio ambiente.
La reforma que se pretende imponer reducirá, para la Nación, los ingresos
petroleros y las divisas captadas por exportación, lo que creará tensiones sobre
el crecimiento, la estabilidad monetaria y económica del país.
A contracorriente de los cientos de miles de empleos bien remunerados que
ofrecen crear, se producirá el despido de trabajadores de CFE y Pemex y reducirá
a importantes sectores de ellos sus derechos laborales. Además, incorpora
elementos de excepción para los trabajadores mexicanos que contraten las
empresas privadas que participarán en la industria energética para la
explotación de hidrocarburos, como la eliminación del derecho al reparto de
utilidades, lo que violenta la legislación laboral mexicana.
¡Ah!, y en cuanto al tránsito hacia la necesaria transferencia del balance
energético con fuentes limpias y renovables, eso queda señalado con tenues
pinceladas para cuando lleguemos al reino de la utopía… y apenas estamos
entrando a la
Fuente: La Jornada
dictadura perfeccionada.
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