México SA-Carlos Fernández-Vega
De manteles largos deben estar en Los Pinos, el Congreso y los partidos tricolor y blanquiazul, porque a un año de aprobada la “reforma” laboral –cuya paternidad es atribuida a Felipe Calderón, pero con Enrique Peña Nieto de padrino–, el resultado concreto es que la desocupación oficial en México creció 9 por ciento en el periodo, el mercado laboral se mantiene congelado y la precarización del empleo va viento en popa.
En los primeros días de septiembre de 2012 el entonces inquilino de Los Pinos envió al Congreso su “iniciativa preferente” para “reformar” y “modernizar” la Ley Federal del Trabajo (LFT); el día 28 de ese mes los diputados la aprobaron (351 votos a favor, 132 en contra y 10 abstenciones), con todo y “legalización” del outsourcing; el 13 de noviembre los senadores hicieron lo propio (99 votos a favor, 28 en contra, cero abstenciones) y todos fueron felices por esta decisión que calificaron de “histórica”, pues no sólo “modernizaba” las formas de contratación de mano de obra, sino que, con los cambios, “mejorarían notoriamente” los salarios y, al “quitarse las trabas”, la generación de empleo se incrementaría “sustancialmente”.
Pues bien, Ejecutivo y Legislativo deben estar muy contentos, porque a un año de distancia el inventario de desocupados en el país se incrementó 9 por ciento (225 mil personas, y contando, de acuerdo con información del Inegi), mientras el número de ocupados a duras penas se incrementó uno por ciento. Y en materia salarial la pérdida ha sido constante (véase el México SA de ayer) al igual que la precarización de las plazas laborales. Además, en el periodo de referencia el número de trabajadores por cuenta propia (los “changarreros” foxistas) creció en la friolera de un millón 400 mil.
He allí parte de los “históricos” resultados de una iniciativa de ley que “modernizó” la Ley Federal del Trabajo al gusto de los patrones (a quienes Ejecutivo y Legislativo consultaron hasta el mínimo detalle) y en demérito de los derechos de los trabajadores (a quienes ni vieron ni oyeron), en un país en crisis permanente desde hace tres décadas y en el que si algo sobresale es el abultado cuan creciente déficit de empleo en el sector formal de la economía.
Y aquella afirmación de que con la “reforma” laboral “mejorarían notoriamente” los salarios contrasta con la realidad, documentada por el Inegi: antes de las modificaciones a la Ley Federal del Trabajo, 57.98 de la población ocupada (28.46 millones de mexicanos) obtenía ingresos hasta de uno y tres salarios mínimos; un año después, ya “modernizado” el mercado laboral, tal proporción es de 57.85 por ciento (28.68 millones de personas). El número de quienes obtienen ingresos superiores a cinco salarios mínimos se redujo en 7.25 por ciento.
Entonces, a un año de distancia ni empleo ni mejoría salarial, pero sí un hecho “histórico” en contra de los intereses de los trabajadores, quienes ahora suman otra amenaza a su de por sí precaria estabilidad laboral, porque con la catarata impositiva que se dejará caer a partir del primer día de 2014 los patrones ya hablan de gruesos recortes a la plantilla e incluso de salarios, en aras, dicen, de mantener el empleo.
Por cierto, en unas semanas más el consejo de representantes (gobierno, patrones y “líderes” obreros) de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos dará a conocer el “aumento” que autorizó al mini ingreso para 2014, el cual, si bien van las cosas, no pasará de 2.5 pesos diarios, de tal suerte que la “notoria mejoría” en el ingreso de casi el 60 por ciento de los mexicanos ocupados sería de entre esa cantidad y 7.5 pesos.
Un año atrás, en plena “modernización” de la Ley Federal del Trabajo y sin ánimo de vidente, la Cepal advertía que el resultado latinoamericano por “reformas laborales” similares o idénticas a la palomeada por el Congreso mexicano, fue (caso chileno, por ejemplo) el aumento del costo social, materializado en la precarización de las relaciones individuales de trabajo y el debilitamiento de las relaciones colectivas. Además, “disminuyó la presencia de relaciones laborales clásicas y aumentó las de carácter atípico, tanto la vigencia de los contratos como en lo relacionado con el surgimiento de relaciones de dependencia difusas resultantes de la externalización, el outsourcing, las subcontrataciones, las intermediaciones triangulares y otras formas contemporáneas de contratación indirecta, como las de suministro de trabajadores”.
Precisaba el citado organismo que “las reformas han sido profundas, pero lejos de mejorar la situación en el mercado laboral las empeoraron: creció la precarización del empleo, no aumentó la oferta de puestos de trabajo, ni la seguridad social o el pleno ejercicio de los derechos laborales. En cambio, catapultaron las contrataciones de plazo definido, por hora, obra o servicio determinado y muy especialmente las contrataciones triangulares mediante las variadas formas que adopta el suministro de trabajadores por empresas externas a la empresa en que ellos trabajan. Tal es el caso, por ejemplo, de la subcontratación, el outsourcing y las empresas de trabajo temporal”.
Por si fuera poco, una segunda andanada “facilitó el ajuste del nivel de empleo mediante la disminución de los costos de contratación y de despido, la extensión de los periodos de prueba y principalmente, la introducción de contratos individuales de trabajo atípicos… Siguiendo el sistema anglo-sajón de relaciones laborales se buscaba un ajuste rápido ante los shocks mediante reducciones de empleo y de los salarios”.
Eso fue un año atrás, y lo que entonces era más que obvio que sucedería, pues simplemente sucedió y a estas alturas en México se genera menos empleo, se pagan menos salarios y crece la desocupación. Así que a ¡celebrar! El primer aniversario de la “modernización” laboral.
Las rebanadas del pastel
En febrero pasado la Comisión Federal de Competencia (ahora con el añadido de Económica) negó la fusión de Cinemex y Cinemark por las obvias prácticas monopólicas que generaría. Nueve meses después, la “autoridad” revocó su propia resolución y dio el visto bueno para que el inenarrable empresario Germán Larrea (el de Pasta de Conchos) se convierta en el zar de las salas cinematográficas en el país (ya es zar del cobre y de los ferrocarriles, con la riqueza del Estado). Entonces ustedes sabrán si le dejan su dinero a este negro personaje.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada