8 octubre 2013 | Arturo Rodríguez García | Proceso
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Rebasado por la emergencia en amplias zonas del país, el gobierno de Enrique Peña Nieto pretendió ser autosuficiente y evitó solicitar ayuda internacional. Cuando, ante la gravedad de los daños, se le ofreció de todas formas, no fue capaz de coordinar las donaciones de organismos ciudadanos con redes en el extranjero.
A tres semanas de que los ciclones Ingrid y Manuel afectaran la mayor parte del país y el segundo causara desastres sobre todo en Guerrero, hay municipios y comunidades donde la autoridad no puede garantizar la seguridad alimentaria ni cubrir las necesidades básicas.
El Centro de Derechos Humanos de La Montaña ha denunciado que en la Costa Chica y en la parte alta de la montaña amuzga no se ha “visibilizado” el desastre, pues los esfuerzos gubernamentales y el envío de ayuda se concentra en áreas como Acapulco, Coyuca de Benítez y Atoyac, que captaron la atención de los medios. Pero aún en esos lugares, de acuerdo con organizaciones civiles, la coordinación no ha sido suficiente.
Por ejemplo, en Acapulco hay zonas a las que el gobierno no ha llegado y las despensas son insuficientes en número y calidad, pero sobre todo deja que desear la distribución de alimentos porque no se instalaron bastantes comedores comunitarios, afirma Israel Guadarrama, vocero de Oxfam México, una organización de cooperación internacional y ayuda humanitaria que trabaja en más de 90 países.
Aun así, tras la conmoción de los ciclones de septiembre no se solicitó oficialmente ayuda al extranjero, y no se respondieron las solicitudes de organismos civiles internacionales para coordinar el envío de donaciones.
La desorganización del gobierno federal se hizo evidente desde los tropiezos en la emisión de alertas y sigue vigente con la ausencia de acciones planificadas para superar la contingencia e iniciar trabajos de reconstrucción, no se diga ya en la nula previsión de las carencias para la producción en el siguiente ciclo agrícola.
Así, si bien se declaró la alerta por la posibilidad de brotes epidemiológicos de dengue y cólera en La Montaña, la Costa Chica y Acapulco, no se ha establecido un programa para garantizar el abasto de agua potable. Guadarrama lo dimensiona: “En Atoyac y Acapulco, hay daños a los sistemas de agua, en Papagayo 1 y 2… se corre el riesgo de que 789 mil habitantes no tengan agua de calidad”.
Desde la noche del 15 de septiembre, cuando el presidente Peña Nieto instaló el Comité Nacional de Emergencia, la coordinación recayó en el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
No obstante, la dependencia no respondió a las organizaciones civiles, que para llevar ayuda a los damnificados hicieron contacto directo con y sus similares locales y las autoridades municipales.
“(El gobierno) no ha solicitado ayuda internacional, sin embargo, entramos con la Cruz Roja. Hemos estado presentes en Veracruz y Guerrero y logramos establecer diálogos con autoridades municipales y federales en campo”, explica el activista de Oxfam.
Por su cuenta
“No hay capacidad logística (del gobierno federal) para responder de manera adecuada”, afirma Gustavo Ugalde, vocero de World Vision, organización con presencia en más de 100 países que también se sumó por su cuenta a la atención del desastre en Guerrero.
Añade que en municipios como Tlacoachistlahuaca y Metlatónoc no se ha podido superar la etapa inicial de atención, es decir, cubrir la seguridad alimentaria de la población y sus necesidades básicas. Esta situación también se mantiene en Acapulco, donde las familias que perdieron sus hogares continúan en albergues.
Con vuelos a cargo de Eurocopter para trasladar personal, equipo y ayuda en especie, los activistas de World Vision se ha concentrado en los municipios de la zona amuzga, donde aplican un procedimiento de emergencias que, entre otras cosas, incluye un método de evaluación de daños. Hasta ahora han registrado 525 viviendas afectadas, 110 de las cuales con pérdida total, en Ometepec y Xochistlahuaca. En Cuajimicuilapa hay sectores donde el agua no ha bajado, por lo que no han podido obtener esa información.
Desde los días que siguieron a los aguaceros y deslaves, World Vision llevó plástico para cubrir techos dañados, mosquiteros y despensas para las familias afectadas. Además ayudó a instalar espacios amigables dentro de albergues para atender a los niños con estrés postraumático y brindar educación, dada la destrucción de las escuelas.
Esto les dio un respiro a las familias, pues como el gobierno no ha enviado cuadrillas de trabajo, los damnificados están desazolvando y limpiando calles.
Ese es el “campo” donde la organización pudo coordinarse con la Secretaría de Salud guerrerense, el DIF municipal y los mandos militares destacados ahí. No existe otro contacto con el gobierno federal.
A través de World Vision canalizaron sus donativos empresas y organismos mexicanos y extranjeros, como JP Morgan, que donó 50 mil dólares para la reconstrucción, y la Fundación Gonzalo Río Arronte, que aportó mil filtros de agua.
En vista de que uno de los principales problemas actuales en las zonas devastadas es la falta de agua apta para el consumo humano, uno de los objetivos inmediatos de Oxfam México es instalar plantas potabilizadoras en Acapulco, Atoyac, Coyuca y al menos 18 comunidades rurales.
Según Guadarrama, la organización considera indispensable tender puentes con las instancias gubernamentales en campo; mientras tanto, ya desplegó una campaña de salud y reparte kits de limpieza a fin de prevenir enfermedades, en especial por el riesgo de dengue.
El siguiente paso
A decir de Gustavo Ugalde, para World Vision es importante garantizar la transición de la actual etapa de seguridad alimentaria y necesidades básicas, a la de reconstrucción y restablecimiento de actividades productivas, pues sólo así se conseguirá la seguridad alimentaria hasta el próximo ciclo agrícola.
Por su parte, Guadarrama calcula que esta primera fase durará aproximadamente dos meses, pero subraya que deben rehabilitarse los medios de vida y fortalecer la capacidad de acción comunitaria, todo ello con enfoques de desarrollo sustentable y planes de riesgo, porque no se sabe cómo responder a tiempo a calamidades como las presentes.
“La semilla es un tema importante. Ser requiere alimentación ahorita, pero se tiene que atender lo que sigue, la siembra del siguiente ciclo agrícola”, añade.
Enfatiza que las aseguradoras estiman los daños en 75 mil millones de pesos, pero dichas empresas sólo cubrirán entre 12 mil y 15 mil millones, mientras que los perjuicios a casas, cosechas y herramientas de trabajo carecen de cobertura.
De ahí que Oxfam México –que ha participado en la atención de otros desastres como la inundación de Villahermosa Tabasco en 2007 y la de los Tuxtlas en 2010– considere indispensable fortalecer las capacidades de la población, no sólo para reponerse de la actual contingencia sino también para contar con planes preventivos eficaces.
Para World Vision, en las emergencias humanitarias todos los sectores de la sociedad tienen que coordinarse; sin el apoyo del sector privado, afirma, no se podría dar atención a todas las necesidades.
Además, la participación conjunta permite compartir experiencias y profesionalizar el trabajo asistencial, generar nuevas metodologías de colaboración y avanzar en el diseño de un plan estratégico de prevención, acción y recuperación ante este tipo de desastres.
Fuente: Proceso
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