México SA-Carlos Fernández-Vega
Con la novedad de que el desplome económico que registra el país no es producto de un modelo fallido, del pésimo manejo del gobierno entrante y/o de políticas excluyentes y socialmente desastrosas, sino del par de meteoros, Manuel e Ingrid, que recientemente dejaron caer su furia sobre el océano Pacífico (especialmente en Guerrero) y el Golfo de México (con Veracruz y Tamaulipas al frente del inventario de daños).
Y la precisión no sólo es válida sino urgente, pues nadie sabía a ciencia cierta a qué atribuir el colapso dentro del colapso. Por ello, el economista (licenciado por el ITAM y doctor por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y que en sus ratos libres despacha como secretario de Hacienda) Luis Videgaray tomó el micrófono y explicó: el citado desplome es producto de los daños provocados por los citados fenómenos meteorológicos, de tal suerte que el pronóstico oficial en materia de crecimiento para este agitado 2013 de nueva cuenta se recorta. Y el funcionario ordenó: “anótese esto como una contribución personal y gratuita a la ciencia económica”.
Es bueno que aclare de qué se trata todo esto, pero todo indica que Manuel e Ingrid se colaron al país subrepticiamente desde diciembre del año pasado, cuando menos, y no a mediados del presente mes, como todos suponen, porque entre una fecha y otra el pronóstico gubernamental en materia de crecimiento económico se recortó tres ocasiones, y contando. Del original 3.5 por ciento plasmado en los Criterios Generales de Política Económica, el cálculo se redujo a 3.1 por ciento; de allí, tijera en mano, la Secretaría de Hacienda anunció que siempre no sería de tal proporción, sino de 1.8 por ciento, pronóstico que sólo se mantuvo unas cuentas semanas, porque el más reciente considera que será de 1.7 por ciento.
Así, Manuel e Ingrid han hecho muy bien su chamba y, por lo visto, amenazan con un nuevo recorte al pronóstico oficial. Total, a 2013 aún le quedan tres meses de vida y las tijeras están más que afiladas. La culpa, pues, de huracanes y tormentas que a nada ni a nadie respetan, empezando por la visión gubernamental en materia económica, que siempre es color rosa. Aun así, no falta quien asegure que en realidad los fenómenos meteorológicos se colaron al país desde diciembre de 1982, porque desde aquella fecha la economía mexicana se mantiene en el hoyo, no da una y con un costo social muchísimo mayor al provocado por los más recientes huracanes, tormentas y/o ciclones.
Qué bueno, pues, que el secretario de Hacienda (quien “propone, dirige y controla la política económica del gobierno federal en materia financiera, fiscal, de gasto y de ingreso y deuda pública, así como de estadísticas, geografía e información”, de acuerdo con la definición que del cargo hace la propia Presidencia de la República) esté atento a los reportes del Servicio Meteorológico Nacional, aunque nada mal le caería hacer lo propio con los indicadores económicos del Inegi. Tal vez una salida práctica a todo esto podría ser que el Presidente de la República nombrara a Luis Videgaray coordinador general del SMN, y asunto arreglado.
Mientras lo anterior se sopesa en Los Pinos, en su más reciente reporte sobre el comportamiento económico el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados advierte que los principales indicadores mantienen su ritmo de deterioro, algo reportado desde cuando menos un año atrás, esto es, cuando Manuel e Ingrid ni siquiera reunían dos gotas de agua.
En julio pasado, en este mismo espacio comentamos que el de por sí frágil ciclo económico mexicano va de mal a peor, pues se encuentra en desaceleración y haciendo guiños a la recesión, todo ello en medio de un discurso triunfal, igual de azucarado que de hueco, que narra fabulosos avances que nadie registra. Resulta que el Inegi reportó que en abril pasado el indicador coincidente continuó mostrando “signos de desaceleración” al registrar un valor de 100 puntos (justo la frontera entre desaceleración y recesión) y una disminución de 0.07 puntos con respecto al mes anterior. Por su parte, el indicador adelantado continúa mostrando “signos de crecimiento” alrededor de la tendencia al observar un valor de 100.2 puntos y una variación de 0.03 puntos con relación a marzo. En la raya, pues, y en una posición similar a la reportada en el último trimestre de 2008, cuando los mexicanos comenzaron a conocer de qué tamaño era el “catarrito” pronosticado por el gobierno calderonista.
Pues bien, si se actualiza la información –con la que se cuenta en septiembre del presente año–, entonces el indicador coincidente acumula 12 meses al hilo a la baja –reducciones leves, pero constantes–, sin visos de recuperación, al pasar de 100.53 en julio de 2012 a 99.89 en junio de 2013. Por su lado, el indicador adelantado se ha reducido de 100.8 a 99.91 en el mismo periodo, de tal suerte que la economía mexicana está justo en la línea fronteriza de la recesión.
Por su parte, el CEFP resume que, con base en la información del Inegi, al cierre del primer semestre de 2013, y en comparación con igual periodo de 2012, retrocedieron los consumos privado y público, la inversión, la exportación de bienes y servicios, y el empleo, cuando menos, y esto fue mucho antes de que el Servicio Meteorológico Nacional en la lejanía encontrara indicios de la formación de Manuel e Ingrid.
Sobre estos últimos, la Secretaría de Hacienda divulgó lo siguiente: “considerando el efecto de las lluvias e inundaciones sobre la capacidad productiva nacional, se estima que el efecto neto sobre la tasa anual de crecimiento del PIB es una disminución en 0.1 puntos porcentuales. Esto se traduce en que en las estimaciones correspondientes al escenario central de la secretaría, la tasa anual de crecimiento del PIB se reduciría de 1.8 por ciento a 1.7 por ciento”.
Bien, pero el balance es mucho más grave: de 3.5 por ciento de crecimiento originalmente pronosticado ya vamos en 1.7 por ciento, es decir, una caída de 50 por ciento en apenas nueve meses.
Las rebanadas del pastel
El inquilino de Los Pinos ordenó investigar quiénes permitieron y se beneficiaron con la urbanización de humedales en la hoy anegada zona Diamante de Acapulco. Excelente decisión: sólo falta que designe a Diego Fernández de Cevallos como investigador en jefe, a Carlos Salinas de Gortari como titular del Registro Público de la Propiedad, y a los ex gobernadores y presidentes municipales como secretarios de actas.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada