viernes, 12 de abril de 2013

Pobreza-violencia: un estado mental

José Cueli | La Jornada - Opinión | Viernes 12 Abril 2013
El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, (UNAM), José Narro, afirmó que es inadmisible que en 2013, con el potencial que tiene el país, se viva una vergonzosa y dolorosísima condición de pobreza extrema de millones de mexicanos. Agregó que llega un momento en que la sociedad debe decir: hasta aquí. Importante la jerarquía que ha dado el rector Narro a un problema del que mucho se habla y poco se ha solucionado en siglos.
Consideró que se trata de un problema histórico, secular, de México, la pobreza, la desigualdad y la exclusión. Pensar que en este país cada año mueren miles de mexicanos por razón de la desnutrición nos debe parecer inadmisible, señaló en su intervención ante funcionarios de. la Secreataría de Desarrollo Social y de la universidad.

Dijo que la UNAM abrirá un programa particular dentro de una estrategia ya aprobada (el Modelo de Atención Integral Comunitaria) mediante el cual los universitarios podrán realizar su servicio social. Y retribuir algo de lo recibido en la universidad (Angélica Enciso, La Jornada, 10/4/13).

Las múltiples identidades culturales e históricas han dificultado aún más la integración. La cual ha sido muy débil hasta el momento, ante lo que cabe una pregunta de difícil respuesta: ¿Las soluciones económicas –al fin parte de la conducta– permitirán la integración de una región heterogénea, con más de la tercera parte de su población en condiciones de pobreza extrema, que sobrellevan sobre sus espaldas la carga, el peso de la República? Agregado al abandono de uno o ambos padres y ha sido determinante de una manera de ser –una cultura de la pobreza y la violencia– marcada por inestabilidad, inseguridad, tendencia irreversible a perderlo todo. Lo que ha traído como consecuencia la incapacidad para integrarse ¿Cuál será la medicina social sicoterapéutica, preventiva y/o actual, para resolverla?

Lo marginal mexicano, ¿y mundial? es y ha sido provocar en lo sensorial una desproporción por exceso de estímulos que provienen de afuera y constituyen las carencias que provienen de dentro. La percepción es modificada en función de esta desproporción, alterándose la realidad y el juicio crítico, acompañados de una gran desvalidez y depresión generalizada de la motivación.

A los marginales la vida los ha tratado y llevado como las olas que se rompen y siguen a merced del azar caprichoso, prácticamente indiferenciables, salvo por la piel, de los abandonados de otras partes del mundo: cuyas consecuencias son la actuación permanente sin reflexión, la inconsistencia, la falta de planeación y demora para la acción; la incapacidad para agruparse y mantener rutinas, que lleva a que otros jueguen con su vocación y deseos, burlándose de ellos y de sus más firmes resoluciones.

La violencia colonial no sólo se propone mantener una actitud respetuosa de los hombres sometidos, sino trata de deshumanizarlos al liquidar sus tradiciones, su organización familiar, su lengua; destruyendo su cultura y embruteciéndolos de cansancio, abandonándolos, y si se resisten aún, las armas los acabaran de aniquilar.

Los valores del colonizado, no sólo del mexicano excluido, se reflejan en nuestro sentimiento de orfandad, profundamente fatalista, expresado en literatura, pintura y canciones. Ansia perpetua de algo mejor que nos permita el acceso a la palabra; orfandad disgregante que impide el desarrollo adecuado de nuestros países con su idioma sin letras –escritura interna, jeroglífica– y reglas no escritas, que es idioma de nuestro pulso por desarraigados con su latir misterioso entre quedo y destructivo, ladino y desgarrado, mágico y religioso; idioma de las pérdidas que tiene su encanto en su mortal y lento deleite de veneno en la escisión.

Por un lado está el ajetreo de la miseria y las dificultades económicas, enfermedades y falta de integración familiar, que se pasea en banquetas y cantinas. Por el otro, la magia, el enamoramiento cotidiano y la religión, que con distintas formas de esperanza y que nos permiten llevar la otra con resignación y silencio, pero también desde la contemplación pasiva. Así ha sido y, ¿será?

Si el marginal se resiste, es hombre muerto; si cede, se degrada; deja de ser hombre. Lo mexicano diferente es que el número de marginados es brutal y contrasta con pequeños grupos de ricos. ¿Cómo superar nuestras neurosis traumáticas? ¿Quién tiene la magia? Habrá que seguir los lineamientos del rector Narro y nuestra UNAM, y encontrar caminos que lleven a integrar a universitarios y marginales, máxime a los más carenciados.