viernes, 12 de abril de 2013

Pobreza: espera perpetua / Mejoría social en 2093 / Pronasol: error de cálculo

Dinero-Carlos Fernández-Vega
Ahora que de nueva cuenta se respira el aire y se escucha la tonada del Programa Nacional de Solidaridad (disfrazado de Cruzada Nacional contra el Hambre, adornado con los más vistosos listones empresariales de Vamos México y con una burbujeante Pepsi-Cola en la mano), vale recordar el cálculo prospectivo que a principios de 1993 realizó el consejo consultivo del Pronasol en torno a los indicadores económicos mínimos que el país debería lograr, con el fin de atemperar la depauperación de 40 por ciento de los mexicanos.
Va, pues: de no llevarse a cabo una política deliberada de redistribución del ingreso, el 10 por ciento de los hogares más pobres (los más pobres entre los pobres) tendrían que esperar 64 años para satisfacer sus necesidades esenciales, en caso de que México registrara una tasa sostenida de crecimiento de la economía de 3 por ciento anual por habitante (PIB per cápita); el siguiente 10 por ciento de los hogares tardaría 33 años; el siguiente 10 por ciento de los hogares pobres esperaría 21 años y una década el siguiente 10 por ciento.

Por aquellas fechas, el citado consejo consultivo planteó tres hipótesis sobre el particular: para concretar la primera, que supone que para el año 2007 se mantendrá una distribución del ingreso entre los hogares mexicanos idéntica a la que prevaleció en 1985, el producto interno bruto del país tendría que crecer a una tasa sostenida de 7.4 por ciento anual, en términos reales, entre 1986 y 2007; para alcanzar la segunda, que establece que en 2007 se alcanzaría una distribución del ingreso similar a la registrada en el Reino Unido en 1967, el PIB tendría que avanzar 4 por ciento cada año en igual periodo, y para llevar a la práctica la tercera, que estima una distribución del ingreso parecida a la que prevaleció en el pasado reciente en Checoslovaquia o Hungría (antes de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética), el PIB debería crecer en el mismo lapso a un ritmo anual sostenido de 2 por ciento.

Pero no sólo el crecimiento resultaba nodal en dicha estrategia, porque el organismo de referencia subrayó: el combate a la pobreza no puede verse como algo accesorio o complementario a la política de desarrollo; tiene, necesariamente, que constituirse en el eje de la modernización económica y social del país; atemperar opulencia y miseria debe ser hoy la meta a alcanzar; una política de ataque a la pobreza es irreconciliable con una caída de las remuneraciones reales de obreros y campesinos.

Eso fue en 1993, y esas la tesis y la prospectiva, las cuales, obviamente, resultaron escandalosamente fallidas, comenzando por el PIB per cápita, el cual en las dos décadas siguientes no se incrementó el 3 por ciento anual estimado por el consejo consultivo del Pronasol, sino a duras penas 1.3 por ciento, es decir 2.3 veces menos que el cálculo original, el cual, de por sí, remitía al año 2057 la mejoría social de 10 por ciento de la población más pobre entre los pobres. A estas alturas, la espera se prolonga a 2093.

Con base en la estadística oficial, se puede señalar que el PIB per cápita registró un avance de 2.1 por ciento como promedio anual en el sexenio salinista; de 1.9 por ciento en el zedillista; de 0.9 por ciento en el foxista, y de 0.4 por ciento en el calderonista, con lo que el promedio en dos décadas se estaciona en 1.3 por ciento anual, o lo que es lo mismo 57 por ciento menos del mínimo considerado por el consejo consultivo del Pronasol (si se incluye el gobierno de Miguel de la Madrid –caída de 1.8 por ciento–, entonces el citado promedio cae a 0.7 por ciento anual).

En lo que se refiere al crecimiento económico, a lo largo de las últimas tres décadas a duras penas el promedio anual llega a 2 por ciento, es decir, el escalón más bajo entre los cálculos del citado Consejo Consultivo para una distribución del ingreso similar –decía– a la prevaleciente en el pasado reciente en Checoslovaquia o Hungría (antes de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética). Todavía se le puede poner la cereza al pastel: de 1993 a 2012, la inflación (oficial) acumulada fue de 530 por ciento, y el aumento al salario mínimo de 472 por ciento, sin olvidar que sólo diez empresarios Forbes reportan fortunas equivalentes a cerca del 15 por ciento del PIB.

Entonces, ni superación de la pobreza ni distribución del ingreso. Por el contrario: el ejército de pobres se ha incrementado sostenidamente, al igual que la concentración del ingreso y la riqueza, todo ello adornado con dos crisis económicas espeluznantes (1995 y 2009) y una política económica inamovible, generadora, precisamente, de pobreza y concentración del ingreso y la riqueza.

Con base en la citada prospectiva del Consejo Consultivo del Pronasol y los resultados oficiales obtenidos entre 1993 y 2012 en materia económica, los mexicanos más fregados (10 por ciento de los pobres entre los pobres) tendrán que esperar un poco más con respecto al originalmente previsto por el citado organismo, es decir, ya no serían 64 los años que deberían transcurrir para satisfacer sus necesidades esenciales, sino (ya con los ajustes impuestos por la realidad y con la misma política económica) un siglo, de tal suerte que allá por el año 2093 quién quita y ya puedan comer sopa caliente, para empezar.

Lo mismo sucedió con el resto de la población considerada en aquel ejercicio prospectivo de 1993. Para el siguiente 10 por ciento de mexicanos pobres, a punto de ser miserables, la espera “pasó de 33 a 52 años; el siguiente decil de 21 a 33, y el cuarto decil de 10 a 16. Ya consideradas las modificaciones que la realidad impuso a las citadas estimaciones del Pronasol, se suponía que esta última porción de mexicanos comenzaría a mejorar su precaria situación a partir de 2009, pero (¡sorpresa!) les cayó el catarrito, de tal suerte que lejos de satisfacer sus necesidades esenciales, éstas se agudizaron, y en qué magnitud.

En síntesis, al arrancar 1993 el registro oficial contabilizaba 46 millones de mexicanos en pobreza; dos décadas después, el inventario se incrementó a 60 millones, y contando. Y advertía el Pronasol que con empleo y salario remunerador se lograría distribuir el ingreso y la riqueza, y 20 años después 60 por ciento de los mexicanos ocupados sobrevive en la informalidad, y el ingreso de alrededor de 30 millones de ellos (58 por ciento del total ocupado) no pasa de tres salarios mínimos (189.21 pesos), en el mejor de los casos.

Las rebanadas del pastel

¡Sonrían!, que Pepsi y Nestlé combatirán la pobreza.