jueves, 26 de julio de 2012

“El que debe estar adentro soy yo”

José Efraín Ramírez, con más de 25 años en las minas, pierde a sus dos hijos
También fallecieron los hermanos Pedro y Héctor Alcalá, a 75 metros bajo tierra
Leopoldo Ramos | Corresponsal | Periódico La Jornada | Jueves 26 de julio de 2012, p. 3
Saltillo, Coah., 25 de julio. El fuego alcanzó a salir de la mina. Primero se oyó un estruendo y el suelo se cimbró, como si estuviera temblando. Los trabajadores que estaban afuera corrieron para no ser alcanzados por el fogonazo; después, una nube de humo negro cubrió todo.

El estallido en la mina El Progreso ocurrió a 75 metros de profundidad, con siete trabajadores en su interior y una cuadrilla de ocho más que se preparaban para ingresar. De estos últimos, todos están a salvo, ilesos.

José Efraín Ramírez Rivera ha trabajado en las minas durante más de 25 años y ha sido testigo de muchas tragedias en la región carbonífera de Coahuila.

Explosiones, derrumbes e inundaciones en los pozos de carbón han causado la muerte a varios de sus amigos y vecinos del Mineral de Barroterán, una comunidad minera perteneciente al municipio de Múzquiz.

Esta vez José Efraín perdió “de un jalón” a sus dos hijos: Daniel Iván y Omar Efraín. El primero tenía 26 años; el segundo acababa de cumplir 20.

Brigadistas que participaron en el rescate dijeron que los cuerpos de los hermanos estaban cerca uno de otro, “tal vez trabajaban juntos cuando les cayó la muerte”.

Por la mañana, con el pesar de no saber del estado de sus hijos, José Efraín dijo con tono de reclamo a su hermano Alfredo, capataz en el pozo: “El que debe estar adentro soy yo, en lugar de ellos”.

Al final, cuando los hermanos Ramírez fueron hallados muertos, hubo una voz de consuelo: “Dentro de lo malo, lo bueno fue que no dejaron huérfanos, los dos estaban solteros”, dijo un agente de la policía municipal que vigilaba el exterior del yacimiento.

 Elementos del Ejército realizan labores de vigilancia mientras los grupos de rescate recuperan los cuerpos de los siete mineros fallecidos por la explosión ocurrida en la mina Deburques, perteneciente a la Compañía Minera El Progreso, en Múzquiz, CoahuilaFoto Reuters 

La tragedia de este miércoles “se ensañó bastante con una misma familia”, comentó la señora Carolina Valdés, madre de dos jóvenes que trabajan en un pocito cercano al que estalló.

Pero la de don José Efraín no es la única familia con doble luto. También murieron los hermanos Pedro Ervey y Héctor Alcalá Ramírez, que tenían 39 y 33 años.

Los trabajadores fallecidos y los que salvaron la vida porque aún no entraban al socavón, nacieron y crecieron en Mineral de Barroterán, poblado de 8 mil habitantes y unas 2 mil viviendas, ubicado a unos 30 kilómetros del lugar del accidente.

El pocito, al que los lugareños conocen como Deburques, pero en realidad se llama Minera El Progreso, es vecino del lote La Florida, donde está una excavación que hace dos años se inundó con dos trabajadores adentro. Uno murió y el otro fue rescatado con vida.

Por testimonios que ofrecieron trabajadores a funcionarios del gobierno estatal se sabe que la pequeña mina “no estaba debidamente polveada”, es decir, no se esparcía en las paredes y el techo un químico que reduce la explosividad.

Tampoco contaba con salida de emergencia y los trabajadores no tenían el mapa subterráneo para saber dónde picar la piedra y dónde no, por el riesgo de que al otro lado de la pared haya un venero o una bolsa de metano, como pasó en este caso.

“El problema con los pocitos es que son muchos y la autoridad no se da abasto para vigilar todos, hay muy pocos inspectores (de seguridad laboral) y por más que quieran meterlos en orden es imposible, porque necesitarían un ejército para cuidar todos”, explicó el señor Cruz González, un minero jubilado.

Fuente: La Jornada