lunes, 9 de abril de 2012

Relata agricultor acoso de empleadores canadienses tras afiliarse a un sindicato

Bonifacio Santos fue enviado por el gobierno mexicano a trabajar por 10 años
En Canadá le niegan la visa; “la STPS y la embajada de México sólo se echan la bolita”, dice
Elizabeth Velasco C. | Enviada | Periódico La Jornada | Lunes 9 de abril de 2012, p. 15
San Martín Texmelucan, Pue., 8 de abril. A sus 55 años, Bonifacio Santos Moreno se siente en “el limbo”. Perdió todo: empleo, garantías sociales, ingresos, sus mejores años de energía y vigor en los campos de Canadá, al igual que la posibilidad de ser contratado en México por su edad.
En el país de la hoja de maple trabajó 10 años, enviado por el gobierno mexicano con el “amparo” del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) México-Canadá, a cargo de las secretarías del Trabajo y Previsión Social (STPS) y de Relaciones Exteriores (SRE).

Aunque invariablemente se distinguió por ser trabajador ejemplar en la provincia de Quebec, Bonifacio fue señalado, por el propio gobierno mexicano, y condenado a no retornar a ninguna granja agrícola canadiense, a partir de que adquirió sus derechos laborales y los exigió, entre ellos, el pago de jornadas extras por 12 a 16 horas de trabajo al día en campos lechugueros.

Mas su osadía imperdonable fue afiliarse en 2006 al Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comercio (UFCW, por sus siglas en inglés), y encabezar una campaña de sindicalización entre sus pares que laboraban en la granja canadiense La Legumiere YC. Inc.

“En 2006 empezamos una campaña para sindicalizarnos; no faltó quién nos denunciara, y al regresar de trabajar, a la hora de la comida, nos llamó el patrón y nos dijeron: ‘Ya mañana salen a México a las cinco de la madrugada, porque ya no hay trabajo’. En ese mes, era agosto, estaba en apogeo el trabajo y faltaban meses para que concluyera el contrato”.

Su historia puede ser similar a la de otros 226 mil 783 mexicanos que desde 1974 a la fecha han sido enviados con el amparo del PTAT a los campos de Canadá; quizá es menos trágica, porque no es un padecimiento o la muerte lo que le impide volver a ese país, pero sí dramática, por encontrase “enferma mi esposa, yo sin empleo ni seguridad social, y con un hijo, de un total de cinco, que aún hay que mantener”.

Incierto es el destino de quien sufre algún padecimiento en Canadá. “Si alguien se enferma o accidenta, inmediatamente va el consulado al hospital y te dicen: ‘Mira, no te conviene estar aquí, mejor regresa a México, allá vas a estar con tu familia y llegando te vamos a apoyar; te vamos a dar seguro, doctor, bla, bla, bla’. Entonces, firma uno y como no sabemos ni francés ni inglés, los contratos son en esos idiomas, no sabemos qué firmamos. Y cuando regresamos a México no hay ayuda, no hay nada, porque ya nos sacan del programa. Pero para ir a Canadá sí nos exigen que vayamos sanos, lo que certifican”.

Colusión de autoridades mexicanas

En entrevista con La Jornada, Santos Moreno, primer migrante latino que presentó en 2006 una demanda laboral en Canadá y triunfó sobre los “patrones” de aquel país, narra el papel de las autoridades del consulado mexicano.

“Si pedimos pago de horas extras de inmediato el patrón habla al consulado y éste nos dice: ‘tú por qué estás exigiendo; es que debes agradecerle al patrón que te está dando trabajo’. Y si no le parece al consulado nuestra conducta, reporta a la secretaría (STPS); vamos entonces con ésta y nos dicen: ‘ya no hay trabajo para ti’”.

Presume incluso que la embajada de Canadá se alía con empleadores y autoridades mexicanas, pues le negaron la visa no sólo para laborar, sino para recibir el premio César Chávez, con el cual el Congreso del Trabajo de aquella nación honra a los luchadores sociales involucrados en la causa de los trabajadores, a la cual sumó su destino desde 1991, primera vez en que se trasladó a las granjas canadienses.

–¿Por qué tomó la decisión de sindicalizarse?

–No sabíamos nada de nuestros derechos. Ni la secretaría (STPS), ni el consulado, ni el patrón nos dicen cuáles son. Desconocíamos todos: ayuda de paternidad, pago de tiempo extra, seguro de desempleo, atención médica, muchas cosas. El punto es: ¿por qué nos niegan los derechos, cuando a nosotros nos descuentan esos beneficios de nuestro sueldo? Por ejemplo, el seguro del desempleo, que a la fecha no lo pagan, y el gobierno mexicano sabe que nos tienen como esclavos, hay documentales de cómo se labora, de cómo vivimos; trabajamos hasta 16 horas diarias sin pago de horas extras, incluyendo sábado y domingo.

En 2006, después de ganar la demanda, aunque lo reintegraron, ya nada fue igual. “El patrón se ponía medio grosero. Decía que yo era un ‘demonio’, porque reclamaba mis derechos y acudí al sindicato, y éste se encargó de hablarle al abogado del empleador y le dijo: ‘o se calma o se interpone otra demanda’.

Fue en junio de 2008 cuando ya no le permitieron ingresar a Canadá. “Ya no salió la visa, porque la asociación de empleadores envió un reporte a la embajada de Canadá diciendo que me había desaparecido desde 2006”.

Si bien el UFCW demostró que Bonifacio ganó el juicio y fue reinstalado en la granja, a lo cual la embajada canadiense respondió con un “¡ah!, hubo un error”, ya no lo requirieron para ninguna labor.

“Como todos los empleadores están comunicados, empezaron a difundir mi nombre como indeseable. El último patrón que tuve envió un oficio para ya no pedirme. En 2008 me llamaron de otra granja, pero la STPS me dijo que me reportaron como ausente desde 2006. Y entre la embajada de México en Canadá y la secretaría (STPS) se empezaron a echar la bolita. Ya voy para cuatro años que no salgo, porque mi visa sigue bloqueada, según la STPS, y en México ni trabajo, ni seguro ni nada tengo”, finaliza.