Alejandro Nadal | La Jornada-Opinión
¿La crisis económica y financiera global? Mucha gente piensa que se trata de un accidente. Algo inesperado, un tropiezo. Después de la caída, vendrá la recuperación. Hacia el futuro, habrá que tener más cuidado.
Solo que las cosas no son así. La crisis es inherente al capitalismo. Sólo porque la gente se acostumbra a vivir bajo esta forma de producción, termina por verle como algo “natural”. Por eso la inestabilidad y los problemas que acarrea aparecen como “accidentes”.
Hay que subrayarlo: la crisis no es un accidente, es consustancial al capitalismo. Tiene muchas formas de manifestarse. Frecuentemente germina cuando la gente piensa que se abre una época de bonanza. Eso sucedió en Estados Unidos y Europa. Un “momento Minsky” de proporciones históricas: la estabilidad engendró la inestabilidad y la crisis.
Después viene la pregunta obligada: ¿cómo paga el capital por las crisis que genera? De ser necesario, sacrificando una generación, quizás todo un país.
Grecia atraviesa hoy por este calvario, anuncio de lo que espera a otros pueblos europeos. Esta semana continuaron las negociaciones para restructurar la deuda con los acreedores privados. Se habla de una quita de 50 por ciento y rebajas en tasas de interés, pero los privados todavía titubean. Quizás se llegue a un acuerdo pronto, pero eso no resolverá los problemas.
Para empezar, varios fondos de cobertura son acreedores de 70 mil millones de euros y no han aceptado la restructuración. El primer ministro Papademos amenaza con activar las cláusulas de acción colectiva para forzarlos a aceptar el recorte de 50 por ciento. Los fondos han respondido que llevarían el caso a la Corte europea. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) también tiene una buena parte de la deuda griega, pero insiste en que no aceptará quitas porque no es un acreedor privado.
Una parte importante de la deuda griega es detentada por bancos y compañías de seguros de ese país. La restructuración afectará sus estados financieros y eso reclamará más recursos para recapitalizarlos. No se ve qué entidades podrían aportar esos recursos. Por eso se sigue discutiendo el duro ajuste fiscal que se quiere imponer a Atenas. Las negociaciones involucran un paquete de “rescate” de 130 mil millones de euros (mmde) que debe ser aprobado por las autoridades políticas del país. Con elecciones en abril, eso puede ser el suicidio político de muchos.
Hace días Alemania propuso un control supranacional sobre las finanzas públicas griegas para otorgar prioridad suprema al servicio de la deuda. La propuesta fue rechazada pero ahora se busca el mismo objetivo con la creación de una cuenta especial de garantía (manejada por el FMI y el BCE) en la que se colocarían los recursos destinados al “rescate” para entregarlos a los acreedores.
¿Por qué se insiste tanto en el control de las finanzas griegas? Porque muchos juzgan insuficiente ese paquete de 130 mmde. Alemania y Holanda han indicado que no aportarán ni un céntimo más por arriba de ese monto. Se espera que con la cuenta de garantía se podrían atraer más recursos. No es seguro. Con una restructuración tan problemática con los acreedores privados, lo más probable es que Grecia caiga en moratoria y salga de la eurozona.
Afuera del parlamento griego, decenas de miles de trabajadores en huelga mantienen su rebeldía frente a esta injusta hipoteca sobre el pueblo griego. Tienen razón.
La historia económica de América Latina, en especial de México, en los últimos 30 años es la lección que Europa no debe olvidar. En 1982 México cayó en moratoria sobre su deuda externa y precipitó una crisis de la que nunca se recuperó. Los programas de ajuste de la década de los 80 fueron seguidos por la imposición del modelo neoliberal en su versión más pura. A principios de los 90 buena parte de la población compró la ilusión neoliberal, sólo para ver la crisis explotar en 1994. En esa crisis quebró todo el sistema bancario. Se requirió su ‘saneamiento’ con recursos públicos para poder entregarla a la banca extranjera, todo ello violando la legislación federal en materia de títulos, instituciones y operaciones de crédito. La nueva y pesada hipoteca que quedó sobre las finanzas públicas se sigue pagando al día de hoy. El señor Gurría, secretario general de la OCDE, fue uno de los arquitectos de este terrible episodio.
Por eso la economía mexicana ha permanecido estancada ya por tres décadas. El gasto público (en términos reales) en salud, educación, vivienda y otros rubros claves para el bienestar de una población se ha mantenido en niveles peligrosamente bajos. En cambio, el análisis de la cuenta pública revela cantidades astronómicas destinadas a pagar cargas financieras. Para frenar las presiones inflacionarias el salario real también fue castigado a la baja durante 30 años. El resultado fue el sacrificio de una generación y hoy enfrentamos la desintegración del Estado mexicano. Es el espejo en el que se refleja el futuro de Europa si sus pueblos fracasan en la lucha.