Gonzalo Martínez Corbalá | Periodico La Jornada - Opinion | Lunes 21 de Noviembre 2011
Este 2011 figurará en la historia de la energía como decisivo en lo que hace a las determinaciones que se han tomado en las altas esferas del poder en relación con los combustibles que han de usarse en las décadas por venir, hacia 2035 y 2050. Las instituciones técnico-científicas más prestigiadas en el mundo se han empeñado en determinar las tendencias que nos van marcando las muy diversas condiciones financieras de todos los países del planeta, cuya diversa configuración de sus economías, así como las muy diferenciadas condiciones políticas que se advierten, generan algunas diferencias de importancia.
La resultante del juego de tan complejas relaciones de quienes gobiernan en cada nación, y en buena medida determinan su propio destino, por lo menos en lo que hace a las relaciones y sus también muy diversas modalidades, que se van configurando en la Organización de Naciones Unidas, pero que, las hay todavía, que no siguen sus lineamientos, aun perteneciendo formalmente a esta institución, pero que no siempre aceptan las decisiones del Consejo de Seguridad, integrado por las grandes potencias, que pertenecen a otro club, que es el atómico que no es una organización formal y que por este motivo se le conoce de esta manera, y que son las que deciden, por ejemplo, las declaraciones de guerra, las que ya están en desuso, ya que han sido sustituidas por las invasiones militares, de más rápidos efectos, para iniciarlas y lanzarlas contra alguno de los países que realmente o de manera imaginaria están amenazando la libertad o la paz en el mundo.Muy frecuentemente, en el fondo de las causas que determinan el lanzamiento de una invasión están, precisamente, la posesión de alguna riqueza considerable de combustibles fósiles, esto es, gas y petróleo, como sería el caso de Irak, con 100 mil millones barriles de crudo en el subsuelo, o bien el de otros que tercamente se mantienen en la línea de la producción de uranio 235, o de algún isótopo transformable, bajo la premisa de que no será utilizado con fines bélicos ni contra terceros países, como es el caso, de mucha actualidad, de Irán y de Israel, en el que ambos países buscan mayor consenso para decidirse al rompimiento de hostilidades, o para lograr una defensa, dado el caso, que los conduzca a la victoria.
En medio de este género de disputas internacionales, por si fueran pocas y pequeñas, están las complicaciones adicionales, que son las que estudian estas instituciones nobles que mencionamos más arriba, y a éstas vamos a referirnos en nuestro trabajo. No sin olvidarnos de que las decisiones finales no siempre se toman en las mesas de los técnicos ni en las de los científicos, sin que estén fuertemente influidas por aquéllos. A quienes en el lenguaje común se les conoce como los decision makers.
Entre las más prestigiadas instituciones que se dedican a analizar racionalmente las existencias reales de combustibles fósiles y de las ventajas y desventajas que acarrean a los habitantes de este planeta, tan vapuleado en lo poco que ha transcurrido de este siglo XXI, está en un lugar preponderante la Agencia Internacional de Energía (AIE), que es una institución autónoma, en lo técnico por lo menos, que fue instituida en noviembre de 1974, entre cuyos sus propósitos fundamentales está proveer seguridad energética a los países miembros, mediante la respuesta colectiva a las disrupciones físicas al abastecimiento de petróleo, así como proporcionar investigaciones autorizadas y análisis confiables, de tal manera que se asegure la disposición de energía, sustentable y limpia para los 28 países que la integran. La AIE sigue un programa que favorece la cooperación energética entre los países miembros, cada uno de los cuales está obligado a mantener una reserva de petróleo (stock) equivalente a 90 días de consumo de importacón.
En el número de su estudio llamado Panorama mundial de la energía, que corresponde ya a este 2011, afirman en su prólogo a las 700 páginas que tiene, haber llegado a obtener, mediante el trabajo de doscientos expertos diseminados por todo el mundo, pertenecientes a muy diversas instituciones científicas, un voluminoso análisis, actualizado, es decir, realista, de una confiable perspectiva de futuro.
Se refiere este estudio a cuánto puede ser el costo real de llevar la energía moderna a cada uno de los ciudadanos del mundo en 2035, y sobre todo, cuáles son la posibilidades de financiarlo.
También se afirma que esto será posible honrando las promesas de los gobiernos actuales, que la energía provenga de fuentes renovables y llegue a ser, por lo menos, la mitad de la potencia de generación requerida entre este año.
En lo que respecta al gas natural, dependiendo del tamaño de los yacimientos y de su distribución, o de su ubicación, contribuirá de una manera muy importante a la seguridad energética.
¿Qué se deberá hacer?, o ¿cómo deberemos reaccionar, si la energía nuclear del abastecimiento futuro se redujera a la mitad, en vista de las circunstancias que se han dado, o de si la extracción del carbón, de su almacenamiento y de su tecnología, empezara a descender en el plazo de diez años?
Se establece en el estudio de referencia, también, que China tendrá una fuerte dominación del mercado de la energía, en un plazo de 25 años, siempre que esta gran potencia logre alcanzar sus metas para satisfacer sus necesidades.
Por último, el panoramama energético de la AIE llega a la conclusión de que hay que conocer con precisión cuánta energía podrá ahorrar Rusia, simplemente alcanzando los estándares de eficiencia de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a la cual pertenece México, a través de la OCDE de las Américas, con Canadá, Estados Unidos y Chile. De la misma manera, México participa en el G-20, con Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea, Turquía y la Unión Europea.