martes, 11 de agosto de 2015

Hillary Clinton "reformadora" / EU: tres décadas de "impulso" / ¿"Ni un tornillo se venderá"?

Carlos Fernández-Vega / México SA
La reforma energética promovida por el actual inquilino de Los Pinos fue la puntilla para la propiedad del Estado en esa materia, porque la paulatina, pero sostenida, privatización del sector inició desde el momento mismo en el que el régimen neoliberal se instaló en la residencia oficial, tres décadas atrás. Desde entonces, y contra viento y marea, seis vendedores (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) participaron en el desmantelamiento sectorial, con la decidida participación del gobierno estadunidense y el gran capital autóctono y trasnacional.

Los embajadores de la Casa Blanca en México (desde John Gavin, con Ronald Reagan, hasta Anthony Wayne, con Barack Obama) se metieron hasta la cocina del sector energético mexicano (y en todo lo demás) y los gobiernos autóctonos acataron las instrucciones. Miguel de la Madrid arrancó el proceso con la petroquímica del Estado y de allí para el real –con especial énfasis desde Salinas– hasta la aprobación y reglamentación de la reforma peñanietista.
La historia no es novedosa, pero da contexto a lo recientemente develado por La Jornada: como responsable de la política exterior de Estados Unidos, Hillary Clinton, actual precandidata demócrata a la presidencia de ese país, impulsó con un equipo de colaboradores suyos la privatización de la industria energética mexicana, concretada por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, revelan correos electrónicos divulgados por el Departamento de Estado estadunidense. El equipo de la ex secretaria de Estado alentó un acuerdo de apertura del sector energético en México que resultaba beneficioso para las grandes petroleras internacionales como Exxon Mobil, Chevron y BP, según DesMog, sitio de Internet que dio a conocer los emails de Clinton. La revelación muestra la forma en que políticos del equipo de Clinton, entre ellos el ex embajador en México Carlos Pascual, se benefician de la apertura. Está en correos electrónicos de Clinton, desclasificados la semana pasada por el Departamento de Estado, del que la actual precandidata fue titular entre 2009 y 2013 (Roberto González Amador).
Tan directa e íntima ha sido la privatizadora participación del gobierno estadunidense y sus diplomáticos acreditados en México, que cuando menos se pueden documentar dos capítulos de amor (en su momento así se presentaron): los matrimonios entre María Asunción Aramburuzabala (entonces la mujer más rica de México) con el embajador Tony Garza (personero de George W. Bush en tiempos de Fox y Calderón) y el de Carlos Pascual (personero del propio Bush en el último tramo de Calderón) con Gabriela Rojas Jiménez (hija de Francisco Rojas, ex director de Pemex y, en el momento del casorio, director general de la CFE). Y todos con intereses de negocios en el sector energético (ex) mexicano.
Cómo olvidar a Jeffrey Davidow (embajador en México en la segunda mitad de Zedillo y la primera de Fox y hoy abiertamente personero del gran capital), quien exigió (y se lo concedieron) romper el tabú sobre la propiedad nacional de los hidrocarburos, aun reconociendo que (los mexicanos de a pie) no aprecian mucho los consejos o ideas que vienen del norte. (Pero) hay que montar un entendimiento nacional de que México ya es un país más maduro, que podría progresar al estilo de Noruega, para dar la bienvenida al sector privado en el sector de hidrocarburos, para que este país pueda seguir avanzando ya roto ese tabú.
Y como esas, muchas más. Tardaron tres décadas en cocinar el pastel completo, pero lo lograron y hoy está servido en la mesa del patrón. Como bien apunta La Jornada, los mensajes confirman que el Departamento de Estado de Clinton ayudó a romper el monopolio de la empresa estatal (Pemex) sobre la industria petrolera y de gas en México, abriendo el país a las compañías internacionales. Dos de los coordinadores que ayudaron a hacer que eso sucediera (el citado Carlos Pascual y David Goldwyn) ahora trabajan en el sector privado y pueden beneficiarse económicamente de las reformas energéticas que ayudaron a crear. Y junto a ellos, los barones mexicanos (como Slim, Larrea y Bailleres) que también están en el negocio.
En un reciente texto (análisis de la estructura de negocios en la industria de hidrocarburos de México, junio de 2015, bajo la firma de Omar Escamilla Haro y la coordinación de Tamar Ayrikyan), la organización no gubernamental Project on Organizing, Development, Education and Research reseña que “desde 1989 las distintas administraciones del gobierno mexicano han realizado transformaciones a la industria de los hidrocarburos que afectan la forma en que se componen los ciclos industriales y los negocios de Petróleos Mexicanos. A comienzos de 1990 el gobierno (de Salinas) inició un cambio en el paradigma productivo nacional marcado por el ingreso de capitales privados en nodos estratégicos de la producción industrial del país, incluyendo la generación de energía. Desde entonces hasta la reforma energética de 2013, Pemex experimentó cinco transformaciones en su estructura de organización y ciclo de negocios –dos restructuraciones internas (1989 y 2001) y tres ‘reformas’ energéticas (1992, 1996 y 2008)– que alteraron la forma en que se contrataban servicios, asignaban obras o firmaban acuerdos de cooperación con el sector privado.
En los últimos 24 años la industria mexicana de hidrocarburos ha generado un modelo de producción de características duales, es decir, que en las actividades productivas de Petróleos Mexicanos coexisten capitales públicos y privados. Este modelo se edificó sobre el desmantelamiento de los ciclos industriales de Pemex y, por lo tanto, sobre la integración vertical de la industria de hidrocarburos. Como resultado, en las últimas tres décadas la estructura corporativa de Pemex ha integrado a más de 60 entidades, responsables de soportar una red internacional de negocios en la que se establecen vínculos con empresas privadas en procesos clave para la producción de hidrocarburos de México.
El objetivo fue claro: “permitir que particulares ingresaran en los procesos productivos de la industria de los hidrocarburos de México. En este contexto, la reforma energética de 2013 debe comprenderse como el desenlace de un proceso que se gestó a lo largo de tres décadas… Como resultado de este proceso, el escenario en 2015 está marcado por el control que el capital privado ejerce sobre varias ramas estratégicas de la producción de hidrocarburos”.

Las rebanadas del pastel
¿Y quién dijo que no se venderá ni un tornillo del sector energético?