lunes, 24 de febrero de 2014

No hay evidencia de que a mayor apertura en energía habrá más empleo, advierten

En ese sector se puede esperar un impacto modesto sobre la ocupación, dice Fluvio Ruiz
Incluso el aumento de ingresos del Estado depende de múltiples factores, indican asesores
Israel Rodríguez | Periódico La Jornada | Lunes 24 de febrero de 2014, p. 29
En el contexto de la discusión de las leyes secundarias de la reforma energética es imperativo tomar el tiempo necesario para dar viabilidad y estabilidad al diseño energético, exhortó Fluvio Ruiz Alarcón, consejero profesional de Petróleos Mexicanos (Pemex).

Advirtió que es demasiado lo que está en juego, por eso vale la pena evitar cualquier tipo de precipitación en la definición acabada de los nuevos rasgos institucionales, esbozados con la reforma del año pasado.

Explicó que para el caso de la correlación entre apertura, inversión extranjera directa y creación de empleo, no hay evidencia empírica concluyente de que a mayor apertura mayor empleo. Incluso, destacó, los resultados pueden ser negativos en términos del empleo cuando la apertura y la inversión extranjera se dirigen a cambios de propiedad.

Por ejemplo, de 2003 a 2012 en América Latina, cada millón de dólares de inversión extranjera directa promedio creó siete empleos en la producción de bienes intensivos en mano de obra; alimentos y bebidas crearon cuatro. En la minería y el petróleo (sectores intensivos en capital) sólo se crearon 0.5 empleos, es decir, un empleo por cada 2 millones de dólares invertidos.

Cuando la apertura está orientada a sectores como el energético, intensivos en capital, los impactos positivos sobre el empleo suelen ser modestos, por decir lo menos, alertó Ruiz Alarcón.

En un documento de trabajo realizado entre Fluvio Ruiz y Carlos Huerta, asesor del consejo de administración de Pemex, reconocieron que incluso el esperado incremento en los ingresos del Estado, provenientes de una mayor producción petrolera, dependerán del volumen, calidad, costo de producción, precio, régimen fiscal y modelo contractual asociados al petróleo adicional que se obtenga.

Una tendencia negativa en los precios internacionales del crudo, sobrestimación del riesgo geológico propiciada por asimetrías de información o una deficiente supervisión de los costos alegados por los operadores podrían disminuir sensiblemente la proporción de la renta petrolera que ingrese al Estado. En este punto vale subrayar algo que, no por obvio, debe soslayarse: nadie vendrá a compartir el riesgo de la nueva frontera geológica de México, sin compartir la renta que de ella se extraiga, advirtieron.

Los especialistas afirmaron que sobre estos temas no hay conclusiones absolutas, ni teóricas, ni empíricas. Por ello hace sentido seleccionar y establecer claramente la magnitud y profundidad de la apertura, y dónde y en qué espacio o momento participar en un mercado en condiciones de competencia. No en todas las áreas de la cadena de valor de los hidrocarburos se debe aplicar la misma receta, porque los resultados pueden distar mucho de ser positivos a mediano y largo plazos. La viabilidad y estabilidad del nuevo modelo energético, el crecimiento económico del país y el empleo bien valen la pena tomarse el tiempo necesario para garantizar la armonía y el potencial deseados, sostienen.

Existe una idea generalizada, agregaron, de que la competencia tiene una correlación directa con el crecimiento económico, la creación de empleos, disminución de precios y beneficios para el consumidor final, y se aplica de manera lineal y general para cualquier caso.

En el caso energético, expresaron los expertos, somos escépticos frente a esta concepción economicista. Esta apreciación teórica de economía ortodoxa o convencional no tiene sustento empírico en el mundo, porque el costo del petróleo crudo no es la parte sustantiva del precio de mercado como representación subjetiva del valor. Tampoco la oferta y la demanda son las únicas variables que determinan el precio, ya que intervienen factores estratégicos, geopolíticos o ambientales.

Fuente: La Jornada