La dependencia alimentaria creció a 42%; producción de granos cayó 12 puntos
Matilde Pérez U. | Periódico La Jornada | Lunes 11 de noviembre de 2013, p. 18
A pocos días de que se cumplan 20 años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 28 de noviembre), con el cual, según el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, se terminarían la pobreza, la migración, el desempleo y comenzaría una nueva etapa de producción de oleaginosas, granos, hortalizas, frutas y productos pecuarios –incluso México se perfilaría como gran exportador–, es todo lo contrario.
El sector agropecuario “no puede salir de la oscura noche en que está inmerso”. Antes del acuerdo el país importaba 19 por ciento de alimentos, pero la dependencia actual es de 42 por ciento.
Los campesinos, según datos de los investigadores José Luis Calva Téllez, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); César Adrián Ramírez Miranda y Juan José Flores Verduzco, de la Universidad Autónoma Chapingo, ya habían perdido con la estrategia neoliberal aplicada desde 1982, y con el TLCAN recibieron la estocada. Las crecientes importaciones empezaron a inundar el mercado nacional y la producción de los principales granos cayó 12 por ciento; carnes rojas, 33, y productos maderables, 37. El PIB agropecuario se estancó 1.8 en promedio al año, y el precio de la canasta básica aumentó 257 por ciento.
Las expectativas de crecimiento delineadas por el entonces subsecretario de Agricultura de la Secretaría de Agricultura, Luis Téllez Kuenzler, “presuponían que el TLCAN iba a ser tan bueno que todos los campesinos dejarían de cultivar maíz y se convertirían en productores de hortalizas para inundar el mercado estadunidense. La idea del cambio de cultivos fue un espejismo”, apuntó Calva.
El campo está desmantelado, sólo una décima parte de los 3.6 millones de unidades de producción cuentan con créditos y únicamente 0.7 por ciento de ellas están dentro de la escala de 100 hectáreas de temporal o 50 de riego, superficie considerada por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) como mínima para que los agricultores sean competitivos en la producción de granos.
“México no ingresó al primer mundo, tampoco redujo la migración de los campesinos hacia Estados Unidos y no hay un crecimiento espectacular”. Los precios internos por tonelada de maíz cayeron 36 por ciento; frijol, 21, y trigo, 11. Aumentó la pobreza rural. Los precios de garantía desaparecieron y fueron sustituidos por el llamado ingreso objetivo, que sólo aplica para algunos productores y regiones. Además, los buenos tiempos de los altos precios internacionales –como se registraron en 2008, 2011 y 2012– no se reflejaron para los productores mexicanos. “Los acaparadores y las grandes empresas se apropiaron de la gran tajada”, explicó Calva.
El TLCAN y los beneficios para el campo mexicano son “una fantasía”, destacó el investigador de la UNAM. Ejemplificó: en el quinquenio pasado la producción de maíz en el país fue de tres toneladas por hectárea, y en Estados Unidos de 9.7 en promedio. Por lo que respecta a tractores, México tiene 3.8 por trabajador agrícola; el país vecino, 7.3. En cuanto al desarrollo tecnológico, Estados Unidos no ha interrumpido desde 1884 la investigación agropecuaria. En México –donde nació la revolución verde, época en que el sector tuvo un crecimiento de 5.8 por ciento anual– prácticamente ha desaparecido, pues del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias sólo queda una décima parte de su estructura. Éste ha aportado 25 por ciento de las semillas que se utilizan y sólo ha registrado 2 por ciento. Además, el extensionismo agrícola gratuito desapareció.
La producción de granos sigue en declive, al igual que el deterioro de la balanza comercial agroalimentaria. Datos de la Sagarpa indican que en la década pasada la producción de arroz, frijol, maíz, trigo, sorgo y soya fue, en promedio, de 28 millones de toneladas. Las importaciones pasaron de 18 millones de toneladas a 21 millones. Se importa 95 por ciento de soya, 60 de arroz, 49 de trigo, 25 de maíz y 40 de la carne que demanda el mercado interno. En el quinquenio pasado el déficit de la balanza fue de 4 mil 792 millones de dólares.
Respecto de la situación pecuaria, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, desaparecieron 391 mil unidades de producción porcícola y 322 mil ganaderas. A ambas les afectaron las importaciones y los aumentos de 40 por ciento de los costos de producción por el alza internacional de los precios de los granos.
Pablo Sherwell, director de Análisis Agroindustrial de Rabobank International, comentó que la expansión ganadera se estancó en 2000. Los aumentos de los precios de los granos y la sequía encarecieron los costos de producción. Las exportaciones de ganado bovino en pie a Estados Unidos fueron la puerta de salida; en el año 2000 se enviaron un millón de cabezas y el año pasado aumentó a 1.5 millones, incluyendo “vientres” (fundamentales para la reproducción). Por los precios altos de la carne de res, se estima que este año el consumo per cápita en el país sea el menor de la década anterior, de sólo 15.3 kilogramos, cuatro kilogramos más que el de productos pesqueros.
Fuente: La Jornada
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