sábado, 11 de mayo de 2013

Sobre el caso Profeco y la Edad Media

El Correo Ilustrado-La Jornada
En la Edad Media existía una costumbre peculiar terriblemente injusta. Cuando el hijo de un noble cometía algún desaguisado reprobable y punible y todo mundo coincidía en que debía ser castigado, antes que nada se debía tomar en cuenta su calidad de noble.
Sin embargo, como el sancionable era intocable por su origen de nobleza, la solución al problema era monstruosa: se elegía a un infante de entre los siervos a quien con toda severidad se le hacía recaer la falta cometida y se le aplicaba el castigo que correspondía al hijo del noble. De esta manera se cumplían el castigo y la sanción y todo mundo (la nobleza, por supuesto) estaba feliz y contento por el ejemplar correctivo. Al pobre siervo suplente del noble se le conocía con el nada envidiable nombre de niño de azotes, en tanto que el noble seguía su parasitaria vida sin problema, libre de todo pecado y culpa.

Esto viene a cuento por los castigos (de alguna forma hay que llamarlos) aplicados en el caso lady Profeco. El muy respetable señor padre de la infanta, Humberto Benítez Treviño, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor sancionó severamente a cuatro funcionarios del organismo, quienes como modernos niños de azotes reciben sobre sus espaldas el ejemplar y aleccionador castigo. ¿Y lady Profeco, Andrea Benítez González? Bien, gracias, valiéndole sorbete ser responsable de dejar sin trabajo a los sancionados (aunque sea por breve tiempo) y a las familias que dependen de ellos, aunque es de suponer que su situación económica está más que lejos que la de cualquier empleado de base. (Carta resumida.)

Álvaro Jorge Filio Rivera