lunes, 24 de septiembre de 2012

Agenda de Peña Nieto, contraria a las prioridades y urgencias de México

Lilia Arellano - Opinión EMET
Como si aún estuviera en campaña por la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto aseguró en Santiago de Chile, ante empresarios de ese país, que las prioridades de su próximo gobierno serán mejorar la educación, incrementar el crecimiento económico y reducir la pobreza.  Sin embargo, las acciones de su equipo de transición apuntan hacia otras prioridades, que en forma visible son la reforma laboral, adversa a los intereses de los trabajadores; la reforma energética, que busca ampliar los beneficios de la explotación de los hidrocarburos del país a la iniciativa privada, nacional y extranjera;
y una reforma fiscal para aumentar y generalizar impuestos como el IVA a alimentos y medicinas, en un entorno internacional de crisis alimentaria y de elevación continua de los precios de los alimentos en los mercados mundiales.

Ante estas negras perspectivas que encabeza la reforma laboral, miles de trabajadores se lanzaron a las calles para protestar contra dicha iniciativa. Integrantes de la Unión Nacional de Trabajadores, militantes del PRD y hasta miembros de la Confederación Nacional Campesina (CCN) vinculada al PRI y la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana), marcharon y protestaron junto a empleados de la UNAM, telefonistas, pilotos, sobrecargos y electricistas, durante un recorrido de la Columna de la Independencia al Zócalo de la Ciudad de México, en donde exigieron -con consignas contra el actual inquilino de Los Pinos y también contra Enrique Peña Nieto- a los diputados federales no aprobar los cambios propuestos por Calderón que abaratan el trabajo y lo consideran como un “artículo de comercio” y no como un derecho. En otras ciudades, como San Luis Potosí, sindicatos independientes también externaron su rechazo a tirar al basurero la histórica Ley Federal del Trabajo.

Los trabajadores reclamaron que con la iniciativa calderonista se pretende que los contratos de protección sean más duros para ellos y no se pone orden a las outsourcing, lo cual agudizará la contratación terciaria, sin que las personas reclutadas tengan los derechos que por ley les corresponde; destacaron que se permitirá la contratación por hora abaratando la mano de obra y castigar los salarios; recriminaron que no se castigue la injerencia patronal en los sindicatos, que se establezca arbitraje obligatorio en una huelga, así como reformas limitadas para trabajadoras domésticas, pues se le exime al patrón del aviso de despido para esos empleados. Los manifestantes señalaron que “pretenden despojarnos de todas las conquistas históricas en cuestiones de bilateralidad, empleo, salario digno y contratación sindical”, entre otras.

Nada de esto parece ser escuchado por quien encabezará el próximo gobierno mexicano.
La reforma laboral para Peña Nieto es una de sus prioridades y desde Chile manifestó su convicción en la flexibilización del mercado laboral y dijo que existen las condiciones necesarias para generar consensos en torno a la propuesta laboral enviada por Felipe Calderón a la Cámara de Diputados. El mexiquense aseveró que “en el tema de la reforma laboral, es una reforma de carácter estructural que permitirá que México tenga mayor flexibilización del mercado laboral, facilitar la contratación en nuestro país, sin que esto signifique dar marcha atrás a todas las conquistas laborales que en México se han tenido”. Es decir, oídos sordos a los airados reclamos de los trabajadores y el sindicalismo independiente.

Las prioridades del próximo gobierno federal son otras distintas a las grandes necesidades del País. En el discurso, Peña Nieto sostiene que el combate a la pobreza será un objetivo prioritario en su gobierno y que aplicará una política social “de nueva generación”, en la cual incluirá programas participativos. No obstante, intrínsicamente admite que no sabe bien a bien como llevar a cabo un combate efectivo a la pobreza en México al pedirle al mandatario de Chile, Sebastián Piñera, compartir las experiencias que permitieron al país sudamericano contar con bajos índices de pobreza. Como buen tecnócrata tiene fe ciega en que la expansión económica por si sola sea el motor que permita una distribución de ingreso más equitativo, con mayores empleos y mejor remunerados. México tiene la amarga experiencia –de al menos 30 años-  de que dicho precepto es falso.

Los retos del mexiquense, según él mismo los explicó a empresarios chilenos, son en primer lugar garantizar la seguridad interna, manteniendo la misma estrategia que ha seguido en los últimos seis años Felipe Calderón con los resultados que ya todos conocemos y hemos padecido: decenas de miles de muertos y desaparecidos, una ola de violencia en crecimiento y graves violaciones a los derechos humanos en todo el país, sin que haya sido posible desarticular las fortalezas financieras y de combate de los cárteles de las drogas, a pesar de haberse gastado más de 10 mil millones de dólares, según el último reporte de la administración calderonista al gobierno de Barack Obama, presidente de Estados Unidos.  Aunque Peña Nieto adelanta que habrá un “ajuste a la estrategia”, ésta se mantendrá por lo que sin duda alguna se obtendrán los mismos fallidos resultados.

Otra de las prioridades anunciadas por el ex gobernador del Estado de México es impulsar la competencia económica, la cual pasa por llevar a cabo una reforma energética para una “explotación más óptima y racional” de los hidrocarburos. Para tal efecto, insistió en que permitirá que sin privatizar totalmente a Petróleos Mexicanos (Pemex), el sector privado pueda participar en esa empresa estatal. Otra prioridad en su agenda es el impulso al desarrollo de la banca, mayoritariamente en manos de extranjeros quienes han aprovechado la complacencia de las autoridades mexicanas para multiplicar sus ganancias, las cuales han servido para resarcir las perdidas en sus países de origen.

La ampliación de la infraestructura del país, otra más de sus prioridades, se llevará a cabo con más privatización, a través de alianzas público-privadas, a través de las cuales las pérdidas se socializan y las ganancias se privatizan. Entre sus retos también señala una mejor educación, pero no da ni una idea de cómo llevar a cabo esto con una aliada que representa un pesado fardo como lo es la dirigente nacional de los trabajadores de la educación, Elba Esther Gordillo. Habló también del fomento al turismo, pero no dijo cómo, y de una mayor exportación de productos industriales mexicanos, cuyo sector está también en un gran porcentaje en manos de extranjeros.

Por otro lado, Peña Nieto se refirió ante los empresarios chilenos a un México ideal, en el que se dio un proceso electoral “ejemplar”, en donde no existió la demanda de anulación de la elección realizada por la principal fuerza opositora de izquierda por las violaciones a la legislación electoral en materia de financiamiento a los partidos políticos y los topes de campaña. Eso no ocurrió, al menos para el mexiquense, quien sólo vio una “gran participación ciudadana” y un “gran avance democrático” en un “clima de entendimiento y madurez política”.

Todo parece indicar que lo único que le ha pasado a la población mexicana es transitar de foxilandia a calderolandia y estar presta a llegar a peñalandia, en donde la única preocupación para el próximo inquilino de Los Pinos es fortalecer el “liderazgo” comercial internacional de México y “consolidar su posición de potencia emergente” para así “incidir en la solución de los grandes problemas globales”.