miércoles, 8 de agosto de 2012

Firmeza de clase en el SME

Hablan los trabajadores
Mantenerse en la resistencia: Ganamos o ganamos
“Ahora sabemos que a la burguesía no le interesa nuestra vida… por eso necesitamos la unidad de todos los trabajadores”
julio-agosto 2012 | Paola Martínez | 30-30 Voz del Comité Central del Partido Comunista de México
A dos años y ocho meses del decreto de extinción de la empresa Luz y Fuerza del Centro  (LyFC), que despojó de sus empleos a más de 44 mil trabajadores, platicamos con un grupo  de compañeros de base que se han mantenido en la resistencia, como ellos le llaman a la  lucha que mantienen por tres demandas principales: 1. Reinserción laboral y productiva en el  sector eléctrico de los más de 16 mil 500 trabajadores que no firmaron su liquidación 2. Liberación de 12 electricistas presos políticos y 3. Solución a las problemáticas contractuales de los electricistas jubilados y pensionados.
Llama la atención la claridad política que tienen con respeto a los objetivos, la razón y lo justo  de su lucha. Sobresale también su conocimiento sobre las causas reales del golpe dado por el  gobierno al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Saben la importancia de su  organización en la historia de la clase obrera en México y, con la seguridad de quienes se forjan al calor de la batalla, analizan en perspectiva lo que ha pasado en estos casi tres años  de resistencia: –pensábamos que la lucha iba a durar tres meses, pero, cuando vimos que los  compañeros estaban aceptando liquidarse, nos dimos cuenta que iba a durar más. 

El golpe fue brutal, el primer mes lo pasaron inmersos en la confusión —del coraje a la ira— sin  tener información de qué estaba pasando y qué harían: —Al principio de diez volantes que  ofrecíamos, nos recibían dos. Trataron de conseguir otro trabajo, pero les pidieron que  estuvieran liquidados, o no los contrataron por su edad. Algunos ocuparon sus ahorros, otros vendieron los bienes con los que contaban: coche, herramientas y todo lo que se pudiera.

Han logrado revertir la campaña de desprestigio implementada por el gobierno para justificar la desaparición de LyFC. —La gente nos veía como si les hubiéramos robado algo, nos decían: “ahora sí, hijos de su pinche madre, estaban hasta arriba y ahora están hasta abajo.” Decían que éramos corruptos, que éramos privilegiados. 

Bajas tarifas, modernización, mejor calidad del servicio y resolver en seis meses el desorden  eléctrico que dejaba LyFC, según la Comisión Federal de Electricidad, fueron algunas de las  promesas hechas a la población; sin embargo, una a una han ido cayendo las mentiras, saliendo a la luz pública los verdaderos intereses que hubo detrás del decreto: los grandes  negocios de las telecomunicaciones y la fibra óptica.

Incluso, ahora sabemos, unos meses antes del decreto, el SME estaba impulsando el  establecimiento de una tarifa social de consumo eléctrico que beneficiara a los sectores más  pobres del país, al entender la luz como un servicio público y no como un negocio de las  empresas.

Los compañeros son autocríticos, reconocen errores en el funcionamiento de LyFC, pero  tienen claro que la corrupción de la que habla el gobierno se encuentra en la complicidad de  autoridades gubernamentales y de la CFE: —ahora la gente nos llama para reinstalarles la luz,  pues nosotros les hemos explicado que su contrato no lo tienen con CFE y pueden ampararse. Casi 100 mil familias han acudido a las mesas de registro para tal efecto.

Botear y trabajar precariamente, además del apoyo solidario que reciben de los trabajadores  jubilados, ha sido la manera en que han logrado mantenerse en la resistencia. Un compañero  cuida a un señor de la tercera edad, de nueve de la noche a nueve de la mañana, eso le  permite dedicar el día a las movilizaciones y otras actividades que se tengan programadas. Otro trabaja de ampáyer los domingos. Uno más ha trabajado en la Merced, aunque reconoce que le va mejor jugando básquetbol. Todos hacen instalaciones eléctricas o chambas relacionadas, con sueldos precarios, pero que les permiten mantenerse en la lucha: —para  resistir hay que subsistir. Es difícil quedarse sin trabajo de un día a otro y tomar una decisión de  qué hacer. Aunque algunos tuvimos el apoyo de nuestras familias, también hubo familias que  se pelearon— reflexionan quienes tenían hasta 18 años en LyFC.

Valorar la lucha que están dando ha sido un proceso difícil en el que han sufrido de represión y  hasta pérdidas familiares. Con aprendizajes nacidos del apoyo y de la solidaridad, pero  también de la reflexión sobre los mecanismos y la ideología que impone el Estado, —no les  reclamamos a los compañeros que se liquidaron, cada quien decide. También los trabajadores  del SUTERM se beneficiaron de los logros del SME y, en vez de solidarizarse como clase  trabajadora que son, aceptan hacer el trabajo que nos corresponde a nosotros.

A casi tres años, saben que tienen demandas muy concretas por resolver, como trabajadores y  como sindicato: —Ganamos o ganamos—, dicen, y con la misma firmeza de clase plantean: - Sí ha cambiado nuestra mentalidad, ahora sabemos que a la burguesía no le interesa nuestra  vida, sino al contrario, por eso necesitamos la unidad de todos los trabajadores.